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Boca le ganó 2 a 1 a Lanús y demuestra que empieza a hacerle caso a Alfaro
El mayor mérito de todo técnico es que su equipo capte y ejecute su idea de juego. Este Boca empieza a tener algo de Gustavo Alfaro, la búsqueda de un equilibrio que no lo muestre excesivamente ofensivo ni obsesionado por monopolizar la pelota. Se advierte la intención de armarse de atrás hacia adelante, como establecen los libros más cautelosos.
Si no se juega bien, puede alcanzar con la pelota detenida, una jugada de estrategia para ponerse en ventaja, como fue el córner de Zárate y el cabezazo de Mas, que explotó su buen juego aéreo y festejó con algún insulto dedicado a la platea. El contraataque es bienvenido, sobre todo porque ofrece metros para las galopadas de Pavón y la pegada de Zárate, socios en el segundo gol. En ese momento, Boca aprobó un examen de personalidad y claridad mental, ya que el gol del exVélez –el remate se desvió en Carrasco– se produjo inmediatamente después del empate de Sand, que había puesto el cuerpo para hacerlo girar a Mas y definir con un remate cruzado.
"No es fácil, fue mucho tiempo jugando de una manera determinada y ahora estamos buscando otras cosas", dijo apenas terminado el encuentro Zárate, la mejor individualidad de Boca. Se refería a que atrás quedó el estilo vertiginoso del mellizo Barros Schelotto, el golpe por golpe, para darle lugar a uno más contenido, calculador. En ventaja, Boca extremó los cuidados con los cambios: el reaparecido Nández –ovacionado por los hinchas–, tras la final en el Bernabéu, por Almendra y Reynoso por Pavón; la última variante estuvo reservada al criterio político que estableció Alfaro, con 10 minutos de Tevez por Zárate.
Para que la hinchada de Boca baje los decibelios de su ensordecedor aliento debe ocurrir algo bastante especial, la tiene que invadir una sensación de aburrimiento, justamente lo que transmitió el equipo de Alfaro en el primer tiempo. Una expresión futbolística monótona, sin dinámica ni cambio de ritmo, con jugadores solo relacionados por el desentendimiento. A Boca le faltaban vigor y juego, atrapado más por la timidez que por el atrevimiento. Como si estuviera pidiendo permiso para comenzar y desarrollar cada acción.
Como una de las prioridades de Alfaro es conseguir solidez defensiva para empezar a crecer desde esa base, Boca empezó muy cuidadoso, posicionado más en su campo que en el de Lanús. A medida que pasaron los minutos, fue Lisandro López el que a los gritos y con gestos ampulosos animaba a sus compañeros a salir y adelantar la línea de presión.
En esos primeros 45 minutos, a Boca no le funcionó casi nada, salvo algunas proyecciones de Buffarini y una pared entre Benedetto y Pavón que este definió con un remate que salió por… el lateral. Perdido y ahogado Marcone por la coordinada presión de Lanús, Boca tampoco tuvo salida ni creación con los triángulos por las bandas, sobre todo el de la izquierda, donde Mas, Almendra y Zárate no armaron una sociedad. Por el otro sector, Buffarini ocupaba el espacio que le dejaba Pavón cuando se cerraba, mientras que Campuzano se diluía en la intrascendencia. Lanús dejaba que saliera libre Izquierdoz, implacable en el corte y el anticipo, pero muy errático en los pases.
A Lanús se le notaba que estaba en un buen momento anímico, producto de los tres triunfos con los que comenzó 2019. Un envión para empezar a dejar atrás la vulnerabilidad que tanto lo hizo caer en 2018. Estuvo cerca del empate Lanús en el final con Sand y Pablo Martínez. En el segundo tiempo de Boca levantó bastante el nivel Marcone con la pelota y el equipo se sacudió un poco para buscar los goles que necesitaba. No fue un ataque arrebatador, pero sí algo más punzante que en el primer tiempo.
Ahora a Boca le toca el miércoles Atlético Tucumán (partido pendiente) y el domingo visita al sorprendente Defensa y Justicia. De obtener los seis puntos, puede prenderse en la lucha por el tricampeonato, con cinco fechas por delante. No es un equipo del todo ensamblado ni llena los ojos, pero suma y hace caja para tranquilizar a los ansiosos.
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