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Juan Román Riquelme lleva todo al límite y Boca se acostumbra a vivir entre relaciones tirantes
El vicepresidente tiene un particular estilo de conducción en el que todo se hace a su modo
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Una vez más, Juan Román Riquelme brilló por su ausencia en otra jornada caliente en el mundo Boca, en el que, con una improvisada conferencia de prensa en la Bombonera, se confirmó a Hugo Ibarra como entrenador hasta diciembre próximo, en un trinomio completado por Leandro Gracián y Roberto Pompei.
Su única participación fue a distancia. Una hora antes de que los nuevos responsables del plantel, Jorge Bermúdez y Jorge Ameal hablaran con los medios, él eligió a Radio 10 para expresarse. “Está clarísimo que han pasado cosas que le están dado de comer a los medios, pero está bien. Se disfruta mucho”. “Le mandamos un saludo a Román, que nos está viendo por televisión”, dijo Ameal, con cierta ironía. Una vez más, el ex N° 10 no salió en la foto.
Desde que Riquelme se hizo cargo del departamento de fútbol, el club se acostumbró a vivir en tensión constante. Eso es algo que desgasta y que no parece la receta adecuada, al menos, en lo referido a vínculos laborales.
El caso más reciente es el de Carlos Izquierdoz, que pudo ejecutar la cláusula de salida el 30 de junio, pero a quien dos días antes le mejoraron el salario. Apenas una semana más tarde lo sacaron del equipo titular y, por estas horas, el capitán evalúa la posibilidad de hacer las valijas ahora mismo.
Pero el listado es extenso. Y todo es una consecuencia de la falta de muñeca política para negociar. Para Riquelme y el Consejo (integrado por Jorge Bermúdez, Marcelo Delgado, Raúl Cascini y Mauricio Serna) las cosas se hacen como ellos las plantean o todo vuela por los aires. No hay espacio para el diálogo. El que está en desacuerdo con la postura inicial se va para afuera.
Con esas cartas a la vista, los cortocircuitos son inevitablemente frecuentes y el consecuente malestar, y desgaste, evidentes. La consecuencia es lógica: futbolistas que no ven la hora de concluir el contrato e irse. No por un tema futbolístico, claro.
Así, en lo que va de esta gestión se fueron libres 13 profesionales, que no le dejaron dinero al club: Marcos Díaz, Manuel Roffo, Nahuel Molina Lucero, Julio Buffarini, Leonardo Jara, Eros Mancuso, Paolo Goltz, Sebastián Pérez, Emmanuel Mas, Guillermo “Pol” Fernández (luego fue comprado), Eduardo Salvio, Mauro Zárate y Cristian Pavón.
En el mismo lapso fueron transferidos otros ocho jugadores: Lisandro López, Emanuel “Bebelo” Reynoso, Iván Marcone, Esteban Andrada, Nicolás Capaldo, Ramón “Wanchope” Ábila, Pablo Pérez y Walter Bou. No renovaron Junior Alonso, Franco Soldano y Edwin Cardona. A la vez, hay dos futbolistas que fueron casi regalados (Fernando Zuqui y Agustín Bouzat) y Carlos Tevez, que se retiró antes del final de su contrato.
Llevar todo al límite, a veces, puede jugarle a favor y muchas otras, en contra: le salió bien cuando tensó la cuerda más de la cuenta en las renovaciones de Tevez y Zárate, y pésimo en los casos de Buffarini, López, Pavón y Salvio.
En lo referido a entrenadores, el trato, o destrato, fue hasta ahora el mismo. Mariano Herrón y Leandro Somoza (ayudantes de campo de Russo) le plantearon al Consejo irse para descomprimir una situación generada por algo que los mismos empleados supieron: que los primeros que cuestionaban su trabajo, y lo hacían trascender más allá de las fronteras del club con el fin de ponerle un límite a esa etapa, eran los mismos integrantes del Consejo.
Y pasó lo mismo con Sebastián Battaglia. El hombre que hace menos de un año había sido moldeado a imagen y semejanza de Riquelme y compañía, y era el ideal para convertirse en el sucesor de Russo, fue despedido 44 días después de salir campeón de la Copa de la Liga. Más allá del lugar en donde se le informó al exvolante que no continuaría en su cargo (una estación de servicio) fue extraño que ninguna otra persona del club se haya referido al tema.
Bermúdez habló al respecto recién ayer: “Vamos a estar siempre muy agradecidos por el gran trabajo que hizo Sebastián con el plantel. Le vamos a agradecer siempre su respeto y profesionalismo. Para muchos no era el técnico del momento para Boca y, gracias a Dios, salió campeón dos veces y lo disfrutó. Es nuestro amigo, esta es la institución que lo vio nacer, crecer, ser el hombre más ganador de la historia y DT. Siempre agradecidos”. Sin embargo, nada dijo en relación a los motivos que llevaron al Consejo a desvincularlo.
Jorge Bermúdez, integrante del Consejo de Fútbol de #Boca: "No leo redes sociales. Hemos conseguido cuatro títulos y, por ahí, a mucha gente se le pasó". pic.twitter.com/vUijfJZQzS
— TyC Sports (@TyCSports) July 11, 2022
Aquí aparece otro ítem preocupante para el futuro de Boca. Y está referido a la toma de decisiones sin el análisis previo del escenario posterior. Quedó en evidencia que el despido de Battaglia fue una consecuencia de sus dichos sobre la falta de refuerzos. “Cayó muy mal lo que dijo”, fue una frase interna que se fue difundiendo en la madrugada posterior a la derrota por penales con Corinthians, por los octavos de final de la Copa Libertadores.
La primera acción del Consejo fue dejar trascender una versión, que a este diario le niegan dos fuentes del club: que el plantel estaba muy enojado con su DT por esa frase. La segunda, exteriorizar un off the record vinculado con que Boca no contrataría a ningún refuerzo (escenario que cambió automáticamente con la salida del DT). Ante la no renuncia de Battaglia, la tercera acción fue echarlo, sin prever los pasos siguientes.
Allí notaron que no tenían una alternativa sólida para el día después. No pudieron seducir al DT favorito de Riquelme (Ricardo Gareca), al que bajaron entre la política interna (“Quién se saca la foto con él en la previa de las elecciones”, dijo Ameal) y la barra (“lo vamos a putear desde el minuto 1 de su debut hasta que lo echen”, le dijeron a Riquelme). También vieron cómo varios candidatos evitaban agarrar el fierro caliente con las condiciones impuestas (“Herrón no está en discusión. Estará en el cuerpo técnico que venga”, declaró Bermúdez, el sábado último, pero dos días más tarde lo bajaron a la reserva). Entonces, el bombero a mano para el partido con San Lorenzo fue Ibarra. Y, ahora, también.
Lo mismo aplica para la decisión del Consejo, ejecutada por Ibarra, de correr a Izquierdoz. Fue un claro pase de factura por la áspera reunión del lunes de la semana pasada por unos premios que el club le adeuda al plantel por la Copa Argentina, el superclásico ganado en el Monumental y la Copa de la Liga. Tampoco pudieron anticiparse a la jugada e imaginar las consecuencias en un plantel que ya venía golpeado por la eliminación copera y el despido de Battaglia.
“Tenemos 18 meses que van a molestar bastante. Hay que tener paciencia, no pasa nada. Las cosas van bien, tomamos las decisiones que hay que tomar con calma y mucha seguridad, estamos para eso”, también dijo Riquelme en las declaraciones radiales.
Boca necesita paz, pero sigue edificando sus proyectos futbolísticos sobre arenas movedizas, en las que, ante cualquier inclemencia, todo se vuelve a derrumbar en un loop que no parece tener fin.
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