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El balance de Miguel Ángel Russo en Boca: el arranque eufórico, la deuda principal y un final triste, más allá de los éxitos sobre River
El entrenador, de 65 años, obtuvo dos títulos locales, pero -esta vez- la Copa Libertadores se le negó por duplicado; los números de los últimos encuentros fueron insostenibles
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Se terminó el segundo ciclo de Miguel Ángel Russo en Boca, la crónica de un final verdaderamente anunciado que se aplazó, quizás, más de lo debido. Un año y más de ocho meses en un cargo desde el que manejó un equipo que pasó por importantes festejos, golpes duros y una línea que, en su mayoría, se mantuvo recta por el camino del mal juego. Eso, totalmente contrastado con el inicio, fue empeorándolo hasta llegar a un balance en el que quedó más en el debe que en el haber.
Por las expectativas que había en él. Por el arranque, por el final. Porque la primera conclusión lleva a pensar que una persona con menos espalda que la de Russo, ganador de la Copa Libertadores 2007, no hubiera soportado semejante período. Siempre se caerá en el mismo término: las formas, la principal crítica en la derrota que fue remarcada –incluso- en muchos triunfos. La nula identidad y la floja actitud fueron grandes protagonistas, incluso más allá de los dos títulos locales.
El gol de Tevez para el título
Su segundo ciclo, así como el mandato del presidente Jorge Amor Ameal y el vicepresidente Juan Román Riquelme, inició con un éxtasis inimaginable: a cargo de un sprint final feroz y triunfador, en la última fecha de la Superliga 2019/20 venció a Gimnasia por 1-0, superó a River en la tabla y le arrebató el título. Esos fueron los tres mejores meses del ciclo, con un Boca arrollador, un juego que generó aplausos desde los pies de Carlos Tevez y Pol Fernández, un técnico convencido y un aire ganador como hacía rato no sucedía en el club. A eso hay que agregarle una segunda celebración, la de la Copa Diego Maradona por penales ante Banfield, en el inicio de 2021.
En aquella conquista de la Superliga hubo una figura indiscutida: Carlos Tevez. Russo llegó, dialogó con él y, sin demasiado trabajo, entendió cómo potenciar a un crack deslucido y desmotivado desde años anteriores, a tal punto de que fue el hombre del gol del campeonato. Sin dudas, a lo largo del ciclo, el Apache fue la gran figura de su equipo y la recuperación de semejante jugador fue un punto enorme a favor del ahora ex entrenador xeneize.
Así como el resto de sus compañeros, una vez que apareció la pandemia -y con ella el receso de cinco meses- el rendimiento de Tevez bajó bastante. Russo siempre fue sincero en ese sentido y afirmó que el Covid-19 frenó el momento impecable de su equipo y podía perjudicarlo a futuro. No obstante, como pudo, Boca se mantuvo en pie en las diversas competencias. Lo dicho: ganó el siguiente certamen doméstico, pero también llegó a semifinales de Copa Libertadores 2020 (a comienzos de este año) y a la de la Copa de la Liga (antes del último receso).
Además, se ganó ser recordado como el entrenador que cortó tantas eliminaciones directas con River. Es verdad, no se lo cruzó en el ámbito internacional, acaso el mayor desafío que tiene pendiente Boca. Sí lo enfrentó en cuartos de final de la Copa de la Liga y en los octavos de final de la Copa Argentina, imponiéndose por penales en ambas. Más valorada fue esta última, la de hace casi dos semanas, porque midió fuerzas contra un equipo que no sufrió un brote de contagios como en mayo y dejó con vida a la institución en una de las (pocas) patas que le quedan al club para clasificarse para la Libertadores del año que viene.
Esa es, justamente, la deuda mayor, pensando en que Riquelme -también líder del Consejo de Fútbol- lo fue a buscar confiado de que era el indicado para repetir lo de hace 14 años. A comienzos de este año quedó eliminado de la Copa Libertadores 2020 de una manera sorprendente: 0-3 en la semifinal de vuelta ante Santos, en la que se puso la lupa en el andar pacífico de casi todos los futbolistas que jugaron la revancha en Brasil y la falta de actitud ofensiva para competir de igual a igual. Esto último fue lo que más le señaló en la intimidad Riquelme a Russo.
El mayor enojo de Riquelme con Russo
También quedó eliminado de la edición que aún está en disputa, en la que es cierto que la mala utilización del VAR en la serie de octavos de final frente a Atlético Mineiro -anulando erróneamente sus dos goles- lo despojó de toda chance de pase a cuartos. Sin embargo, el propio Boca corrió el foco de debate: con una imagen poco agradable, su plantel se trenzó a golpes de puño en los pasillos del estadio Mineirao con la seguridad privada y estuvo varias horas demorado en Belo Horizonte.
De estar en la cima (en cuanto a juego y resultados) pasó a fuego lento a uno de los peores momentos de la historia de Boca: su equipo no perdió en los primeros 14 partidos de su ciclo (11 triunfos y 3 empates, con 31 goles en favor y sólo 4 en contra), pero luego de aquello y hasta el domingo (0-1 con Estudiantes) se expuso durante casi un año a un desencuentro con sus jugadores. No ganó los últimos diez encuentros (como le pasó a Boca en 1957), ganó uno de los últimos 16 partidos (con apenas 6 goles en favor y 9 en contra) y todo ese combo derivó en el segundo peor arranque local de la historia de Boca (4 puntos de 18, cercano al del Metropolitano de 1984, de 2 unidades en seis encuentros).
Por otro lado, el debut de juveniles de su mano era positivo, pero Miguel Russo se sinceró un día en lo obligado que se sintió al poner en práctica un equipo con ellos. Si bien fueron más de diez los debutantes (y hasta le fue muy bien colectivamente con varios), los últimos partidos -en los que no aparecieron- reveló que aquella oportunidad que se brindó fue más por un motivo de una necesidad imperiosa que por la voluntad de mostrarlos y confiar en ellos. Una muestra clara fue el trío MVA Medina-Varela-Almendra en el mediocampo, desaparecidos del once durante este semestre.
Y hay un punto gris, claro. Tiene que ver con el manejo sobre algunos futbolistas, algo en lo que quedó en medio: fueron frecuentes los problemas del Consejo de Fútbol con algunos de ellos. Por ejemplo, cuando le faltó juego, se expuso a prescindir de la importancia que tenía Guillermo “Pol” Fernández y lo sufrió, pero no dio el brazo a torcer; cuando le faltó goles, no pegó el grito para retener a Ramón “Wanchope” Ábila, hace seis meses en la Major League Soccer.
“Son momentos”, suele repetir Miguel Ángel Russo como latiguillo para su vida. En este tiempo en Boca, tuvo buenos e inolvidables, pero también otros para el olvido. Y por la inconsistencia de su ciclo, la espalda no dio para más.
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