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Boca, tras la derrota ante Banfield: Hugo Ibarra no quiere quedar “atado”, necesita despejar interrogantes y darle un golpe a la experiencia
La caída 1 a 0 en el Sur volvió a exponer al entrenador, que necesita gestionar un vestuario cargado de apellidos y un entorno que multiplica sugerencias
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Boca está sumido en el mundo de los por qué. Tan inexplicable es su universo que los hinchas xeneizes se miran y se preguntan sistemáticamente cómo es posible que se pueda elegir jugar mal. Se encadenan los partidos y la imagen del conjunto de la Ribera se desdibuja con brutalidad. Hugo Ibarra se pone al frente y cumple con las palabras políticamente correctas, Juan Román Riquelme, la máxima autoridad deportiva, aprovecha los momentos y distiende los escenarios con sus análisis en el que aplica la teoría del “todos juegan mal en el fútbol argentino”. Y así transcurre el tiempo, se suman estrellas que abultan la vitrina y se confunde todo. Se pierde de vista que desde hace mucho tiempo no hay un equipo dominante y que la seguridad que en alguna época tenía Boca de que podía pisar con fuerza en cualquier lado ya no asusta a nadie.
Después de la derrota ante Banfield, quedó en evidencia que las determinaciones del entrenador, vengan de donde vengan, no se sostienen. La apuesta por la experiencia no le sirve a Ibarra, porque insiste con Pol Fernández, Sebastián Villa, Frank Fabra y Darío Benedetto, pero lejos de encontrar soluciones se expone solo. Porque cuando toma la determinación de cambiar se advierte que el equipo mejora con Ezequiel Fernández, Cristian Medina y Miguel Merentiel, aquellos que ingresaron en el segundo tiempo y ya con la desventaja de un gol en el estadio Florencio Sola. Es decir, el Boca de los caudillos no cotiza, porque justamente no los tiene y porque los que se eligen están lejos de poder asumir esos roles.
Se esperaba un cambio de parte de Ibarra: que tomara el control total y apostara por lo que sí ya le funcionó, por un esquema más sencillo (4-4-2) y deje de conformar un ataque apiñando apellidos. Pretendió darle confianza a los jugadores de siempre y la caída ante el conjunto del Sur no fue más que una función en la que se advierte que, después de siete fechas, el entrenador de Boca está buscando un equipo. Sí, todavía busca una formación.
Está claro que las constantes charlas en Ezeiza entre el Consejo de Fútbol y el entrenador de Boca no hacen más que mezclar todo. No debe ser sencillo escuchar al vicepresidente de la entidad de la Ribera acerca de cómo ve al equipo, qué considera que podría resultar mejor para todos y después descartar todo lo conversado allí. No es fácil tener tanta información y no sentirse condicionado ante las sugerencias que llegan desde el sector que le brindó la confianza al DT para dar un salto y ser entrenador principal, cuando su tarea estaba concentrada en manejar a la reserva, tal el caso de Ibarra hasta el año pasado.
Así el vestuario de Boca se vuelve un rompecabezas. Si bien el exdefensor de Boca tiene carácter, no es sencillo administrar egos y humores. Tampoco es fácil gestionar la mirada externa, por lo tanto el entrenador camina por una ruta demasiado compleja. Porque conoce que la administración anterior en el banco de los suplentes xeneizes, cuando Sebastián Battaglia tomó la determinación de “rebelarse” para apostar por sus ideas y terminó valija en mano afuera de la Ribera.
Por eso la lupa se posó sobre el entrenador de Boca más que nunca. Está claro que desde lo alto de las tribunas, con un mate en la mano, se puede controlar todo. Sin embargo, el que queda expuesto es el que finalmente ejecuta las determinaciones. Y parece que Ibarra ya habría agotado la instancia de dar oportunidades con el objetivo de sumar confianza, por eso no sería extraño imaginar un equipo realmente diferente para la cita ante Instituto, el domingo próximo. Pero, ¿qué pasa con los jugadores que llegaron hace un tiempo, no juegan y no se pueden volver a negociar? Es uno de los tantos interrogantes.
El técnico lee muy bien el contexto y sabe que el margen con el que cuenta, más allá de lo que sucedió con Patronato con la conquista de un nuevo trofeo, no es tan amplio. Necesita encontrar respuestas. Asegura que está conforme con el plantel que conformaron, pero queda atado a “los de siempre”. Entonces, es un momento en el que podría soportar alguna cara larga, algún comentario por no tener rodaje, para finalmente apoyarse en lo que considera mejor para darle a Boca una imagen menos pobre que la que ofreció ante Banfield. Claro, necesita que resulte, porque los humores ya no son tan saludables como hace un tiempo.
El técnico sabe que desde el Consejo de Fútbol hubo furia por la manera en que jugó el equipo; es consciente que a los dirigentes les dolió tanto los ojos que hasta tuvieron “ganas de romper la TV”. Ahora bien, el técnico está parado dentro de un laberinto: se ubica entre potenciar apellidos para recuperar inversiones, darles a los juveniles oportunidades progresivas y tirar a la cancha incorporaciones sin “pagar derecho de piso”. Entonces, entre la confusión Boca se va diluyendo en la nada misma.
La próxima cita en la Bombonera será, entonces, una de esas que todos esperan a ver qué sucederá con un equipo que no ofrece garantías. Pero lo que Boca necesita resolver es un poco más profundo: tener definido los roles y no quedar “atado” a una infinidad de consejos.
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