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Boca tiene en quiénes confiar: la columna vertebral que encontró después de dar el golpe en el Superclásico
El conjunto xeneize reunió cinco nombres que parecen fijos para la recta final del campeonato
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Las múltiples sonrisas durante el regreso obligado de Boca a los entrenamientos, porque el chip competitivo debe mantenerlo para visitar mañana a Lanús, lógicamente, expusieron la paz, relajación y, sobre todo, felicidad y buen clima que causó el triunfo superclásico (1-0). Por el significado que tiene, pero también porque ya es indisimulable que el club xeneize se transformó en uno de los animadores de la Liga Profesional, a la que le restan nueve encuentros. Un tramo final corto y, a la vez, extenso en el que el equipo de Hugo Ibarra puede crecer más y aspirar al título a partir de una columna vertebral encontrada, mejorada y más en forma que nunca.
Logrado en el momento crucial del campeonato. Porque si le tocaba caer el último domingo todo volvería a ser dudoso, saldría golpeado y con River por delante en las aspiraciones a la recuperación. Tampoco quiere decir que Boca ahora será una maravilla futbolística por el simple hecho de ganar el superclásico [de hecho, tampoco lo fue en el partido en sí], pero un éxito semejante –con su resultado justo– irradia confianza, tranquilidad y motivación para un crecimiento. Entonces, debe aprovechar el envión para elevar más rendimientos. Los de la columna están dulces.
Un trabajo en equipo: Boca 1 vs. River 0
Todo arranca desde atrás, claro. Agustín Rossi está más cómodo que nunca. A su –casi siempre exitosa– intuición para atajar penales le agregó la virtud de la seguridad bajo los tres palos cuando el peligro no exactamente está a once metros frontales: así como sostuvo un arco bombardeado ante Racing, también el domingo tapó la pelota clave ante el cabezazo de Emanuel Mammana: para Boca hubiese sido preocupante arrancar abajo a los seis minutos del encuentro. Además, sobrio para contener cada centro millonario.
Dos clásicos en los que respondió a la altura de las exigencias, sumando los compromisos que se jugaron en el medio. Quizás, ante Colón, fue la jornada que más dubitativo se lo observó, mal con los pies y cometiendo un penal evitable y que no pudo detener, pero quedó en sólo una anécdota por el triunfo.
No es casualidad que, aun con la mala relación que existe con el Consejo de Fútbol tras el fuego cruzado por su renovación y que hace un mes arribó Sergio “Chiquito” Romero, el propio equipo de trabajo que lidera Juan Román Riquelme le haya hecho saber que la propuesta se mantiene y hay predisposición para calmar las aguas, sentarse de nuevo frente a frente y llegar a un final feliz inesperado.
Casi nada puede asegurarse como consolidado en este Boca que está en ascenso, pero no deja de estar en construcción. Sin embargo, además de Rossi, hay otras cuestiones que están acomodadas. Por ejemplo, la sociedad central que jugó ante los de Núñez: Nicolás Figal y Marcos Rojo. No fue fácil encontrarle un nuevo socio al ahora capitán, pero el exhombre de Independiente parece aportar la química que extraña el zurdo con la salida de Carlos Izquierdoz del club.
A Ibarra le costó armar la defensa. Apenas asumió se encontró, por ejemplo, con que el propio Figal se estaba recuperando de un esguince de rodilla. Cuando quiso apostar por Facundo Roncaglia, refuerzo de mitad de año, quedó expuesto que su experiencia en el fútbol de Chipre le quitó ritmo futbolístico y físico, pero debió debutar en esas condiciones por el desgarro que sufrió Rojo. Luego, sucedieron los golpes de puño que Carlos Zambrano se repartió con Darío Benedetto y, como consecuencia, no tuvieron en cuenta al peruano por dos encuentros producto de una sanción interna.
Hasta debió utilizar a Agustín Sandez (habitual lateral izquierdo) como segundo central ante Rosario Central. La del superclásico, entonces, fue la séptima zaga central que utilizó en los doce encuentros que lleva dirigidos por el torneo local. Vaya paradoja, pero dejó la sensación de que será la proyectada de ahora en adelante. Convenció la firmeza y entendimiento. De hecho, fueron de los más destacados del 1-0. Por más que el entrenador sea prudente por el hecho de que no tendrá al exdefensor de Manchester United, al menos ante Lanús, por su expulsión sobre el cierre del clásico.
Por delante de ellos dos, Alan Varela. El llamado de atención que le hizo Sebastián Battaglia en marzo, cuando se presentó en el entrenamiento en malas condiciones, le sirvió mucho. Desde ahí todo fue hacia arriba. Se volvió a ganar el puesto de Nº 5 (con el propio Battaglia de DT), su penal convertido en la definición ante Racing puso a Boca en la final –luego ganada– ante Tigre, por la Copa de la Liga, e hizo el gol de la clasificación a octavos de final de la Copa Libertadores. Si le faltaba algo en estos meses, era lucirse ante River. Su imagen tras una limpia recuperación sobre Nicolás De la Cruz, en el segundo tiempo, es toda una descripción de su momento: en modo “reposera”, quedó por unos segundos contemplando cómo sus compañeros sacaban el contraataque tras su quite.
Lo mismo pasa con Benedetto. “Si no era hoy [por el domingo], me resignaba”, reconoció. Casi tres meses y once partidos debieron transcurrir para volver a convertir. Y qué mejor que hacer el que le dio al club de sus amores el vital triunfo ante su público. Revancha por donde se lo mire.
“Darío hizo lo que sabe hacer. Era lógico que en algún momento iba a entrar. No era el delantero más malo del mundo por lo que le pasó con Corinthians [falló dos penales en la eliminación de la Copa Libertadores] y ahora le dio la alegría a los hinchas. Lo queremos disfrutar mucho más”, dijo Riquelme. Ahora sí, la motivación debería retornar en él y todo debería ir en crecimiento.
Boca vive así: de pésimas relaciones y crisis futbolística por las que parece hundirse, de repente, pasa a vivir buenos nuevos días, ganando un superclásico y aspirando al título local. Si hasta Ibarra empezó a encontrar las piezas que mejor encajan en el rompecabezas.
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