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Boca, sin vuelta atrás: la Bombonera “habló” y hubo gritos, reprobaciones y silbidos
La derrota como local frente a Instituto desató el enojo de los hinchas por la series de bajas actuaciones individuales y colectivas, que llega a Ibarra
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En punto de ebullición. La Bombonera dio un veredicto sin vuelta atrás. No solo con el equipo, sino con apuntó la mira con claros objetivos individuales. Hirvió como hace rato no ocurría. Otra vez una derrota -frente a Instituto-, la segunda consecutiva y la primera como local desde que Hugo Ibarra asumió en el cargo de entrenador de Boca. Suena paradójico y lo es, pero con una clara cuota de cruda realidad: podría entonces haber sido apenas una mala tarde-noche casual, en la que Instituto apareció y dio un golpe que nadie esperaba, pero la del domingo resultó un capítulo más de una serie que repite escenas. Y los espectadores se cansaron y dijeron “Basta”.
Una hora antes del encuentro ya habían trasladado una advertencia importante cuando los futbolistas pisaron el campo de juego para la entrada en calor. “Vamos, Xeneize, no le falles a tu hinchada... Hay que poner un poquito más de hue...”, cantó el estadio, sin ser estruendoso todavía por el horario medianamente tempranero. Desde que levantó el título de la Supercopa Argentina ante Patronato, un rival de menor peso que le facilitó el 3-0, todo descarriló. Porque aquella alegría no había sido más que un espejismo: siguieron una igualdad sin goles (también en su casa) ante un Defensa y Justicia que pudo golearlo en el primer tiempo y la derrota que tan mal pegó ante Banfield (0-1), el por entonces último de la tabla y sin victorias.
Nada de festejos. Porque el hincha ya sabe que todo es previsible. Y la derrota ante la Gloria (2-3), esa que intentó y no lograron los de Varela, la que insinuó Platense en el primer tiempo la tarde de emociones boquenses por la vuelta de Martín Palermo y, para ser más concisos, la que sí consiguió el Taladro el pasado fin de semana, causó que las tribunas llegaran al hartazgo.
Porque el primer gol cordobés, en el pie de Joaquín Varela tras una jugada preparada -que Boca no pudo contrarrestar a pesar de los tres toques de pelota y un rebote en el travesaño-, levantó al público xeneize como suele hacerlo cada vez que el equipo recibe un tanto. Claro, transcurrían apenas 12 minutos de un encuentro que a los 30 segundos ya había tenido el primer acercamiento visitante. Ahora bien, cuando Adrián Martínez se metió en el área tras una pared y definió antes de los 20 para el 0-2 parcial, todo explotó.
“Hay que poner un poco más de ¡hue...!”, volvió a enfatizar la hinchada en el aspecto actitudinal. Y a ser intensa de verdad. Esa palabra, la que significa garra, fiereza, dignidad, ganas y tantas cosas más en el mundo del fútbol, era gritada con todas las fuerzas. Ensordecía. Asustaba. Así como siempre la Bombonera se definió como una olla a presión para los rivales, en días como los de ayer le hace temblar las piernas a los propios. Y antes de que el hincha se calmara para empezar a dar otros mensajes motivantes, apareció el “¡Movete, Xeneize, movete, movete y dejá de joder!”.
No son casualidad tantas imprecisiones, los rebotes de la pelota en los pies, las infinidades de desencuentros, la desorganización defensiva y la locura. Con sus respectivas consecuencias con las que los jugadores debían lidiar momento tras momento: ya no fueron murmullos, sino directamente gritos, insultos, silbidos. Mucho le deberán agradecer al golazo de Martín Payero sobre el cierre de la primera etapa como para que rumbo al descanso el clima no fuera peor: las revoluciones bajaron con la esperanza de ver otra cosa en el segundo tiempo.
Se rompió rápido. Casi que fueron ilusos. 40 segundos tardó Santiago Rodríguez en encontrar espacios por la izquierda y definir al primer palo. Ya los nervios no solo volvieron (en hinchas y jugadores), sino que fueron en aumento. Cero tolerancia con los que ya estaban apuntados en la previa. Y así ocurrió lo que se preveía: Hugo Ibarra, que en el armado del equipo le hizo pagar los platos rotos a Alan Varela y Oscar Romero, decidió la salida de Sebastián Villa y “Pol” Fernández en simultáneo a los 20 minutos del complemento. Silbatina y abucheos potentes por igual. Y grandes aplausos para el joven volante, como para avisarle al técnico a quiénes tocar y a quién no. Si el sábado, por la Copa Argentina ante Olimpo, ya no juegan, se podrá decir que la gente puso contra las cuerdas a su DT y lo obligó a hacer lo que parece no se anima o no ve.
Casi que en la conferencia de prensa de Ibarra se exponen claras pistas del desconcierto. Sobre la lectura del partido y del rival. De lo que pide hacer puertas adentro, pero lo que reclama. “No estuvimos a la altura, hay que decir las cosas como son. Cuesta contra un equipo que se encuentra con dos goles y se mete atrás, pero es una responsabilidad nuestra. Me agradó mucho cómo empezamos el partido”, vio cosas positivas el entrenador, aun cuando volvió a sufrir otra vez desde el pitazo inicial y el rival hizo méritos para llevarse los tres puntos que se fueron a Córdoba.
Luego, se sinceró: “Nosotros tenemos que hacer una autocrítica adentro. Lo tenemos que hablar, sabemos que tenemos que mejorar. Nos tenemos que levantar rápido. Confío mucho en este plantel. A partir de mañana (por este lunes), haremos un mea culpa todos. Nosotros como cuerpo técnico también y yo como cabeza de grupo”, prometió, a la vez que se aferró al pasado: “Hay que tratar de sacar esto adelante. Nos duele mucho, pero sabemos que lo podemos hacer porque el año pasado lo hicimos. Hay que pedirle paciencia al hincha”.
Sin embargo, tras admitir que existe una gran responsabilidad propia, giró el discurso hacia el arbitraje: “No les escucho preguntar a ustedes sobre las situaciones del penal (el que Baliño fue a ver por el contacto del arquero Carranza sobre Miguel Merentiel), la del primer gol nuestro que nos anulan. Es gol lícito, lo vimos en el banco. Tardaron 10 minutos y lo anularon. Y el penal es penal”.
Cuando el juez pitó el final, lo primero que se desprendió de las tribunas fueron silbidos. Luego, aliento. Sin embargo, cuando Hugo Ibarra se dirigía a las escaleras que lo depositan en el vestuario, quedó en evidencia qué siente el hincha. En este caso, los plateistas que se topa en ese camino: ni aplausos para animarlo ni por la idolatría como jugador, pero sí gestos claros pidiendo que se fuera del cargo. “Estoy muy bien, muy fuerte y muy contento de estar dirigiendo a Boca”, cerró la conferencia tras hablar de su momento humano. El ciclo parece consumirse. El de algunos jugadores ya se cerró. La Bombonera habló a puras reprobaciones.
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