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Boca, en jaque. Obligados a armar un equipo nuevo y a jugar desde afuera: la pelota también la tienen otros
El escenario de las suspensiones obliga al Consejo de Fútbol a repensar la proyección que hacían de cara a la Copa Libertadores 2022, a la que el club todavía debe clasificarse
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Boca se encuentra en jaque. En plena reestructuración, con el cambio de entrenador de Sebastián Battaglia por Miguel Ángel Russo y debatiéndose internamente si debe darles más lugar a los juveniles que a experimentados que parecen pedalear en una bicicleta fija. Al mismo tiempo, pensando en ganar para no perder el tren de los que pelean el título del Torneo 2021 y para clasificarse para la próxima Copa Libertadores. En ese contexto, el muy buen triunfo ante Lanús por 4-2 le dio aire, encontró en la velocidad y el ímpetu de los jóvenes otra energía.
La Copa Libertadores, esa obsesión en forma de trofeo. Hoy el equipo xeneize no tiene garantizada la participación en el certamen 2022. Para acceder, debe sumar más puntos en la tabla general o ser campeón de la Copa Argentina. Pero ya en pleno desafío de por sí complejo, la Conmebol –con sus sanciones– le hizo retroceder varios casilleros. ¿En qué sentido? Por empezar, si desde que Boca quedó eliminado de manera injusta ante Atlético Mineiro (por los dos goles mal anulados por el VAR) en la edición 2021 y ya había empezado a planificar cómo ganarla el año próximo, la noticia de las sanciones patea también la mesa donde estaba el mapa deportivo.
Los juveniles, de lo mejor ante Lanús
Hace tiempo se afirma (y con razón) que la mejor sociedad que tiene Battaglia es la que conforman sus centrales: Carlos Izquierdoz y Marcos Rojo. Iban a ser la columna vertebral de Boca para intentar ganar la Copa Libertadores 2022. Ya no. El primer central recibió 4 fechas de suspensión, el segundo 5. Si bien el club xeneize tiene siete días para apelar la sanción de la Conmebol, los dirigentes encabezados por Jorge Ameal y el Consejo de Fútbol liderado por Juan Román Riquelme se ven obligados a pensar más allá, a empezar a analizar soluciones. Reemplazos. ¿Las sanciones podrían reducirse incluso llegando a instancias legales del TAS? Quizás, pero el equipo que arrancará la Copa 2022 (de nuevo, en caso de que Boca se clasifique) ya no tendrá en el debut a Izquierdoz ni Rojo.
Tampoco estarían disponibles de arranque (por más que Boca termine jugando los 14 partidos), Cristian Pavón y Sebastián Villa, ya que fueron suspendidos por 6 fechas cada uno. Si entre Battaglia y el Consejo de Riquelme proyectaban armar el equipo para ganar la Copa con tres delanteros y con Pavón y Villa como wines, ese ítem también deberá reverse. Diego González (titular ante River, en el partido más importante del ciclo Battaglia hasta el momento) y el arquero Javier García –a quien empezaban a mirar más seguido en los últimos partidos tras algunos errores de Rossi- también fueron sancionados.
Juan Román Riquelme fue uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol argentino. Entre muchas de sus virtudes, cuando pisaba y escondía la pelota, no se la podía sacar. Salvo que lo marcaran entre tres o que le hagan infracción. Pero, algunas veces, ni así. Y si el Boca de Bianchi ganaba y necesitaba en algunos pasajes de los partidos poner el partido en la nevera, nada mejor que la tenga el 10. Eso terminaba de desmoralizar a los adversarios más optimistas.
Pero así como jugador le era imposible igual (de manera literal) tener la pelota todo el tiempo y entendía que la mejor manera de lucirse era cuando cedía el protagonismo con una asistencia para que el gol lo haga Palermo u otro compañero, ahora está en una etapa como dirigente en la que se ve obligado a aceptar que no todas las negociaciones se darán como él pretende, que en toda charla hay más de una parte y una voluntad. Y está obligado a proyectar soluciones más allá de sus voluntades. Rodeado de gente que él eligió para llevar adelante el proyecto deportivo, puede delegar aunque una eliminación injusta termine a las trompadas, haya habido provocación o no del Mineiro para que las escenas en Brasil hayan sido de la manera que finalizaron.
Lo que sucedió ante el Mineiro le deja a Riquelme, ahora, sanciones económicas y deportivas (las que más le duelen a un club como Boca). Si de por sí es complicado incorporar jugadores de jerarquía por el contexto país y de pandemia, ni que hablar si el equipo que él estaba edificando pierde a sus dos principales figuras, con las que proyectaba amar el posible equipo campeón, de atrás para adelante (Izquierdoz y Rojo), y en función de las jerarquías que puede permitirse en la actualidad el fútbol argentino.
Dicen que un problema puede ser, al mismo tiempo, una oportunidad. Así, hace poco aparecieron en Boca dos juveniles que podrían ser titulares ya: Valentín Barco y Aaron Molinas. Es cierto que en Boca quieren llevarlos de a poco, protegerlos de los errores. Que llegar a primera no es lo mismo que tener herramientas para sostenerse. Pero también puede ser que en un contexto en donde pocos experimentados logran revalidar su condición de titulares sólo por llevar más años encima, también los problemas hicieron ver soluciones que los dirigentes y entrenadores de turno pensaban no tener. Como Barco y Molinas, el enganche que demostró mucho más que personalidad para ingresar ante River en el Monumental.
Riquelme y el Consejo observan cosas en el día a día que los demás no ven. Y eso es valioso si se les transmite a los chicos, como sucede. Hace unas semanas, Riquelme analizó correctamente por TV, en declaraciones a ESPN, que “Molinas era un gran jugador, pero que necesitaba –por la función que desempeñaba– darle más pases al 9, pisar el área y patear al arco, respaldar las jugadas después de hacer un pase. Lo que me pasó a mí”. Molinas lo escuchó: al partido siguiente, ingresó ante Rosario Central y ya activó esas correcciones: jugó para el 9 y pateó al arco. ¿Todavía le falta? Claro, Barco y Molinas siguen estando en formación, pero si escuchan y evolucionan a este ritmo…
Otro punto que invita a la reflexión es por qué en “otros tiempos” se los llevaba de a poco a determinados juveniles. Carlos Bianchi llevaba de a poco a Adrián Guillermo o Christian Giménez porque adelante tenían a Guillermo Barros Schelotto o Marcelo Delgado. Miguel Caneo tenía por delante a Riquelme y Battaglia a Serna. Matellán lo tenía a Samuel y Burdisso al Patrón Bermúdez. Hoy… las ecuaciones no cierran tan fácilmente y, además, ni siquiera Boca y River, los más poderosos, se pueden dar el lujo de incorporar lo que desean. O, si lo hacen, no siempre aciertan.
En la goleada de la semana pasada de la reserva de Boca ante River 3-0 muchos elogiaron el golazo de Barco, el ímpetu de Taborda y las gambetas de Exequiel Zeballos. El mejor jugador del partido fue Pedro Velurtas. Con alma de mediocampista, jugó para diez puntos como lateral derecho, con idéntica dedicación para atacar como para defender, con criterio táctico, concentración y un perfil muy bajo.
Sin embargo, Velurtas hoy levanta la cabeza y ve que Eros Mancuso y Marcelo Weigandt, otros dos chicos surgidos del club y que podrían ser los 4 titulares, miran cómo la institución de la Ribera gastó más de 3.000.000 de dólares en comprar a Luis Advíncula, que no había mostrado mucho interés en ponerse la camiseta de Boca y que, ante River, con su equipo jugando con 10, volvía… en el retroceso a un trote cansino, con poco aire. Lo mismo les sucede a Sandez y Barco cuando ven la continuidad de Fabra en el lateral izquierdo.
En plena renovación de proyecto, con Battaglia en un puñado de partidos y con revisión de continuidad después de diciembre, Riquelme y el Consejo de Fútbol estarán obligados a agudizar el ingenio y armar un nuevo equipo. Con juveniles o con recursos económicos, aunque estos tampoco aseguran jerarquía ni rendimiento a la altura de lo que exige Boca o el fútbol argentino. Pero será otro equipo. El que tenían pensado armar con Izquierdoz y Rojo para pelear en la Copa Libertadores 2022, ya no podrá ser.
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