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Boca: el momento en que la Bombonera perdió la paciencia por el flojo presente en juego y resultados
En la igualdad ante Central quedó expuesto el malestar de los simpatizantes en cuanto a los manejos dirigenciales de Riquelme, las flojas respuestas de Ibarra y un nivel de jugadores que no levanta
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Era la oportunidad ideal para que Boca escalara en la tabla de la Liga Profesional y el hincha tenía las expectativas de recibir una alegría en medio de tanto bullicio interno, pero el miércoles terminó viviendo una igualdad sin goles ante Rosario Central. Es lo mínimo: el trasfondo está en lo que arrastra, rodea y provoca esos dos puntos perdidos. Aquel sueño popular de que Juan Román Riquelme condujera el timón del club vive chocando con la pesadilla de sus malos manejos, los conflictos constantes y la improvisación técnica inentendible para semejante institución. Entonces, la reacción: a la Bombonera se le colmó la paciencia y reprobó a cada pata del club, del cual no está exento.
Aunque las tribunas no se atreven –por ahora- a mencionar a casi nadie en particular, entre líneas se puede observar en dónde está posicionada la mira de cada mensaje. El hincha quiere un cambio futbolístico. Y eso, claro, arranca desde Riquelme: horas antes al empate había elogiado el trabajo de Hugo Ibarra en la reserva, por lo que “hizo méritos para hoy ser el técnico de primera”.
De un día para el otro la idolatría no se terminará, más allá de que una cosa es lo hecho con botines y otra con pantalones largos. La figura de jugador nunca será olvidada. Ni la de Riquelme, Ibarra o cualquiera del Consejo de Fútbol. No obstante, la manera de vivir -autogenerándose los mismos problemas- hace que los pósters, especialmente el del vicepresidente segundo, no se caigan, pero sí corren riesgo de que empiecen a desprenderse en alguna punta.
El directivo brindó una entrevista el día anterior a jugar con los rosarinos. A veces, las palabras utilizadas para llevar tranquilidad a la gente juegan una mala pasada: “De local, el equipo lo hace de maravillas. Se está haciendo muy fuerte. Por más que se diga poquito, eh”, le apuntó -como casi siempre- a la visión del periodismo. Como si todo saliera al revés, Boca fue soporífero y no le pudo ganar a un Rosario Central de pocos recursos. Hasta un inexperto técnico como Carlos Tevez supo los –pocos- secretos boquenses y planteó mejor el partido que los tres hombres (acompañan Leandro Gracián y Roberto Pompei) que comandan el equipo de la envergadura de Boca.
Cuando restaban 10 minutos para el final ya la parcialidad mostraba su descontento: “¡Movete, Xeneize movete, movete y dejá de joder!”. A la actitud y al fútbol del equipo, pero fue una queja que también le incumbe al cuerpo técnico, a Riquelme y a sus laderos.
Tras el pitazo final se escucharon los silbidos de una Bombonera que no fue unánime en esa sensación -y en otros mensajes importantes-, porque el hincha genuino fue a contramano de la barra brava. En la platea baja aparecieron los primeros insultos a un protagonista en especial: el presidente Jorge Ameal, el blanco más fácil, pagó los platos rotos por la (no) elección de un técnico. Si bien él frenó al propio Riquelme cuando éste quiso buscar a Ricardo Gareca, por el costo político que podría generar un hombre no grato para muchos mayores por su pase a River de hace 37 años, tampoco impide contratar otras opciones.
Lo mismo sucede con lo futbolístico. Las ¿ideas? de Ibarra y la labor de su elenco son reprobadas, pero, ¿quién decidió que ocupe el cargo, por lo menos, hasta diciembre y dice estar muy contento? Ni que hablar cuando se escucha al exlateral decir insólitamente que “hicimos lo que pudimos”.
Boca, sin respuestas ante Central
El mismo Ibarra parece advertir que no está a la altura, pero desde arriba siguen sosteniendo un ciclo interino que se inmola con palabras que salen en el momento (tampoco preparado para afrontar los micrófonos). Ibarra se retiró del campo sin la necesidad de levantar la mano hacia la platea porque no hubo ningún reconocimiento, por más ídolo que sea. Entonces, la bronca también va dirigida indirectamente al vicepresidente y su Consejo.
La tribuna exige paz. Ver a Sebastián Villa reprocharle a un chico como Cristian Medina por un pase dado a destiempo y no correr, generó el murmullo y los insultos: además de las peleas en un túnel (las piñas entre Darío Benedetto y Carlos Zambrano en Avellaneda) también están las de adentro del campo. Un grupo tenso y descontrolado. Que tiene su sostén en el arco: Agustín Rossi atajó un nuevo penal y las gargantas se rompieron al son de “¡Rossi es de Boca, de Boca no se va!”. Otro llamado a los encargados del fútbol: remarcan el error de no llegar a un acuerdo y el apuro de incorporar a Sergio Romero (por más buena que sea la contratación) para taparlo. Son conscientes de que el Nº1, por más que mastique rencor, se pone los guantes y sigue respondiendo sin egoísmo.
Riquelme ¿sabía? que meterse en el barro político significaba volver a vigilar el póster. Tiene nombres que son escudos, pero ¿qué pasa si empiezan a caer como dominó en la tolerancia de la gente? Un día, el hincha puede dejar de lado los mensajes indirectos y toparse con el glorioso jugador hecho dirigente. Ese hombre que aprecian, pero que votaron para que haga cosas muy diferentes a las vistas día tras día.
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