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Boca contra Boca: por qué el club vive en un constante loop de errores no forzados
La derrota por goleada ante Patronato expuso la falta de un plan del Consejo de Fútbol, la fragilidad del trinomio técnico liderado por Hugo Ibarra, la falta de rebeldía de un plantel a la deriva, y a una CD testimonial; los hinchas, confundidos
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El oasis en forma de gran actuación que había tenido Boca ante Estudiantes hace apenas ocho días fue solo eso. La actuación en Paraná expuso la realidad: un escenario preocupante, en donde tampoco queda claro si en el club saben cómo salir a flote. En el lapidario 0-3 frente a Patronato, el Consejo de Fútbol volvió a quedar expuesto. Sin un plan de acción, sus integrantes (Jorge Bermúdez, Raúl Cascini, Marcelo Delgado y Mauricio Serna, liderados por el vicepresidente segundo Juan Román Riquelme) se encomiendan a la diosa fortuna de los resultados, sin considerar los modos, las formas o los planes a largo plazo.
Como aquella imagen de la película Match Point, en donde la bola de tenis hace equilibrio sobre la banda antes de caer de un lado o del otro de la red, en Boca ocurre algo similar: todo se basa en que pelota entre en el arco contrario. Si un penal da en el poste e ingresa, es éxito. Si no, el club vuela por los aires. El cielo o el infierno. No hay términos medios.
Pero todo forma parte de la misma situación. Boca elige construir sus cimientos sobre arenas movedizas, con los riesgos que eso provoca. Entonces, al no haber un convencimiento real del rumbo elegido (sea cual fuere) es lógico que ante una frustración deportiva todo se derrumbe. Como suele decirse, son cuatro las patas que sostienen la mesa del presente de Boca. Y todas son responsables.
El Consejo de Fútbol
El Consejo no tiene un plan. De lo contrario, ya hubiera contratado un DT a la altura de Boca, o bien hubiera confirmado a Ibarra hasta diciembre de 2023. No sucedió ni una cosa ni la otra. Y eso impacta en el día a día. Porque la arenga de Riquelme sólo sirvió para superar a un Estudiantes que, con cierta lógica, está más enfocado en los cuartos de final de la Libertadores que en el torneo local.
Hace tan solo tres semanas que Hugo Ibarra fue anunciado como el nuevo entrenador. Aunque en esa conferencia de prensa convocada por la gente del club que trabaja en Ezeiza (que tomó por sorpresa a los que cumplen esa misma función en Brandsen 805), en realidad se habló de un trinomio compuesto por el exlateral derecho, Roberto Pompei y Leandro Gracián.
El más experimentado de los tres en lo referido a manejo de grupo y trabajo en primera división es el hombre que supo destacarse en el Vélez dirigido por Carlos Bianchi. De hecho, Pompei ya había sido entrenador interino de Boca en 2010, también con Ameal de presidente.
Mientras Bermúdez decía “nos vamos a tomar todo el tiempo del mundo para buscar un DT”, el presidente Jorge Ameal decía “Ibarra no es temporal. Es el DT de Boca”. El más sensato fue el propio Ibarra, que no anduvo con rodeos: “Boca no espera”. Tres mensajes opuestos en el término de media hora.
En este breve lapso del trinomio técnico, Boca disputó cinco partidos. Ganó dos y perdió tres. Marcó 5 goles y recibió 8. El único rival que no pudo anotarle fue Talleres en la Bombonera.
Pero más allá del frío dato estadístico, lo concreto es que el equipo tiene actuaciones preocupantes. Ante Patronato, el primer gol llega después de un grave error de cálculo de Zambrano, que salta y no cabecea la pelota. Y el segundo llega de un centro desde la derecha que recibe Sosa solo en el medio del área, sin que nadie lo incomode. Aquella frase de Riquelme acerca de que Boca es un equipo inocente volvió a quedar a la vista.
Pero para el Consejo de Fútbol, barajar y dar de nuevo es sinónimo de debilidad. Hasta ahora, no han sabido volver sobre sus pasos cuando la decisión fue equivocada. Y eso también expone la falta de experiencia. De los errores también se aprende, siempre y cuando se priorice el bien común.
La Comisión Directiva
Con un presidente testimonial y una Comisión Directiva que acompaña en silencio cada decisión que se toma en Ezeiza. El único tema en el que al menos abrieron la boca fue para plantear el riesgo político que podía generar la contratación como DT de Ricardo Gareca, uno de los predilectos del actual vicepresidente segundo. En todo lo demás, agachan la cabeza y acompañan sin discusión, por miedo a que Riquelme se ofenda.
Al mismo tiempo, ellos ya juegan internamente las elecciones de diciembre del año próximo, en un escenario donde exseguidores de Ameal se han reconvertido en riquelmistas, sin darse cuenta de que en los tiempos que maneja Boca, para los comicios falta una eternidad.
El DT
Los momentos de crisis son donde más expuestas quedan las personas. Para bien o para mal. En el caso de Ibarra, toda su valentía para tomar el fierro caliente y asumir como sucesor de Sebastián Battaglia choca de frente contra su lógica falta de experiencia. De hecho, el formoseño había dejado en claro que él no quería un interinato largo, porque su intención era regresar lo antes posible a la Reserva, para continuar con su buen trabajo en las categorías formativas. No lo escucharon. Su lugar fue ocupado por Mariano Herrón.
Con un DT (o un trinomio técnico) sin la autoridad suficiente como para imponerse en esas charlas, ni la personalidad como para legitimar su idea de juego (que tampoco queda clara hasta aquí, con al menos tres dibujos tácticos diferentes en cinco partidos), el mensaje que se le baja al plantel es de una debilidad llamativa.
El equipo
Entonces, aparece el otro eslabón: un plantel que está enfrentado con el Consejo de Fútbol, y que sigue muy golpeado por la apresurada y desprolija decisión de desvincular nada menos que a Battaglia, el DT, por exponer la falta de incorporaciones, y a Carlos Izquierdoz, el capitán del equipo, por liderar una discusión sobre premios y estilo de conducción del CdF.
Lo llamativo es que la mayoría de los jugadores que habitualmente son titulares fueron sumados a Boca por la actual CD. De los 11 que este domingo cayeron 3 a 0 con Patronato, seis llegaron desde enero de 2020 a la actualidad: Luis Advíncula, Carlos Zambrano, Facundo Roncaglia (que, recién arribado, debutó en Paraná por la imprevista lesión de Rojo, también sumado por el CdF), Pol Fernández, Juan Ramírez y Óscar Romero. Más tarde ingresó Nicolás Orsini, y en el banco quedaron Martín Payero y Esteban Rolón. Norberto Briasco disputó el viernes el partido de Reserva. A todos ellos se les suman los lesionados Nicolás Figal y Darío Benedetto.
En ese sentido, ¿todo es responsabilidad de los jugadores? No parecería, más allá de una alarmante falta de rebeldía e iniciativa propia ante la adversidad. Al menos así lo demuestran los hinchas, que en la Bombonera aplauden y alientan al equipo de manera constante, como suele ser habitual.
Existe una salvedad: en los últimos juegos en la Bombonera hubo una marcada manera de destacar a los que, según ellos, merecen más reconocimiento: Agustín Rossi, el único que viene recibiendo un cántico personalizado cuando camina hacia el arco que le toca defender, y Exequiel Zeballos, ovacionado cuando ingresó en reemplazo de Ramírez ante Talleres.
Paradójicamente, Rossi está en medio de una áspera discusión con el club para intentar renovar su contrato con el club (su representante salió en varios medios a criticar duramente al Consejo) y Zeballos perdió su lugar entre los 11 titulares desde la salida de Battaglia.
Los otros tres que levantan un poco a la gente en el aplausómetro son Rojo, Varela (ambos titulares) y Aaron Molinas, quien llamativamente perdió terreno en la consideración del DT desde el mismísimo momento en que se negó a pasar a préstamo a Defensa y Justicia, tal como le sugería el Consejo.
Los hinchas
Por fuera del rol de responsables aparecen los hinchas. Es entendible imaginar que jamás habrá cánticos o insultos en contra del Consejo de Fútbol, integrado en su totalidad por cuatro exfutbolistas que fueron campeones del mundo con la camiseta azul y oro, a los que se suma la figura de Riquelme. En eso hay una evidente diferencia, ya que esos agravios sí eran frecuente con la dirigencia anterior. De hecho, Daniel Angelici jamás pudo pisar el césped de la Bombonera en días de partido.
En este escenario, confuso, la sensación que dan los hinchas es que nadie tiene la culpa. No hay para ellos, al menos en voz alta, responsables del mal momento del equipo. Curioso.
Sin embargo, se dan dos situaciones infrecuentes. Por un lado, el aliento es por Boca. Las canciones están enfocadas en el club y en los colores de la camiseta. Y todo ocurre mientras la pelota está en juego. En los entretiempos hay una indiferencia y un silencio que aturde.
A la vez, los murmullos y las críticas en las escaleras y los pasillos se acrecientan en forma de decepción y desilusión. Más que nada porque la gran mayoría de los hinchas pretende siempre lo mejor para Boca, más allá de las personas que conducen o las que juegan. Y sienten que de todas partes hay errores no forzados que al club le están costando demasiado caro.
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