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Boca, con un DT en jaque: del helicóptero y el joystick de Ricardo La Volpe al palco de Juan Román Riquelme, el rol de Hugo Ibarra 16 años después
Los hinchas cada vez suman más cuestionamientos para el actual entrenador xeneize, que no encuentra respuestas ante las dificultades
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En 2006, Boca funcionaba con piloto automático. No por un aura del destino, sino por el buen trabajo que había generado Alfio Basile y su cuerpo técnico. En apenas un año y dos meses obtuvo cinco títulos: la Recopa Sudamericana 2005, el Torneo Apertura 2005, la Copa Sudamericana 2005, el Torneo Clausura 2006 y la Recopa 2006. Los hinchas se sentían representados por un equipo que tenía como dupla de ataque a Martín Palermo y Rodrigo Palacio, la clase del Pocho Insúa y la aparición de Fernando Gago. Como Julio Grondona, por entonces presidente de la AFA, nombró al Coco para la selección, a la dirigencia de Boca encabezada por Mauricio Macri les surgió un hueco que cubrir. Nada menos que elegir al DT que debía “continuar” con la obra de Basile.
Personaje excéntrico si los hay, la elección de Ricardo La Volpe no sólo hizo ruido por sus declaraciones, sino también por sus decisiones futbolísticas, ubicadas cerca del otro extremo a Basile. De entrada, el ex técnico de México, dijo: “A este Boca se lo puede dirigir desde un helicóptero”. Amante de la play station, hasta bromeaba con el joystick y justificó su declaración: “Como el torneo ya está empezado y Boca va primero, este año no toco nada. El año que viene vemos...”.
Sin embargo, el “año” del que hablaba La Volpe duró... 45 minutos. El Bigotón debutó como DT de Boca el 17 de septiembre de 2006, en el empate ante Godoy Cruz 0-0 en la Bombonera. En el entretiempo pateó el tablero: chau al sistema 4-3-1-2 que tanto resultado y juego le había dado a Basile; adentro la línea de 3 con el esquema 3-4-3 y pegando más de cinco volantazos en el mismo encuentro. ¿Cómo cuáles? Morel Rodríguez de líbero; Hugo Ibarra (el hoy DT de Boca) como carrilero por la derecha; luego ingresó Neri Cardozo como mediocampista central y hasta el propio Ibarra terminó jugando como doble 5 con Gago, con José Calvo y Dátolo como extremos en la línea de volantes. Luego, la historia conocida. Desde lo matemático, resultó increíble cómo se le escapó a Boca aquel título que le hubiera dado el tricampeonato local. Pero, en el fondo, hubo una subestimación de La Volpe al rol de DT y al contexto en el cual a él le tocaba asumir: quizás su mayor sabiduría habría sido tocar lo menos posible y acompañar el proceso desde decisiones lineales. La creatividad se lleva mejor con los tiempos de crisis.
Hoy Ibarra, casi 16 años después, parece tan confundido como aquella tarde en la que debió jugar en tres posiciones distintas. El mejor lateral derecho de la historia moderna xeneize escucha los murmullos de reprobación para su trabajo en la Bombonera, se lanzan silbidos desde las tribunas y (por ahora) no tiene respuestas para calmar los reclamos. Luego del empate con Rosario Central 0-0, en la conferencia de prensa sostuvo: “Sabíamos que iba a ser difícil. Tuvimos alguna situación. El penal y alguna situación más. Hicimos lo que pudimos. Viendo los partidos anteriores, me voy preocupado por el funcionamiento en general del equipo. Pero nada más. Hay que seguir trabajando”. El “hicimos lo que pudimos” es uno de los ejemplos que certifican que, en Boca, es tan importante lo que hace un DT pero también cómo lo comunica.
Ibarra, luego de nueve partidos tras el despido de Battaglia, no encuentra muchos argumentos para defender su trabajo. Por el contrario, no se ve un estilo definido ni un esquema ni roles individuales claros; tampoco buena mano en los cambios para torcer el rumbo de un encuentro ni sociedades que le den impulso. Desde lo anímico, incluso Boca es un equipo que aparece golpeado desde el arranque y las actuaciones deficitarias que mostró ante San Lorenzo, Argentinos, Patronato y Racing (en el primer tiempo) estuvieron más cerca de que el técnico vea perder a su equipo por goleada que de encontrar un funcionamiento correcto.
Otro de los problemas que tiene Boca es que ni el propio Juan Román Riquelme, desde su rol de presidente del Consejo de Fútbol, es capaz de defender la elección de Ibarra hasta diciembre de 2022 con argumentos. El único sostén es “ganó dos títulos con la reserva y ahora lo está haciendo muy bien. Hizo méritos para estar en el lugar que está”. Pero, puntualmente de los méritos, no habló nunca, salvo de los títulos logrados con la reserva.
La Volpe cambiaba si...
Riquelme, en su rol de dirigente, hasta ahora no terminó contento con ningún técnico elegido. Acertó con la contratación de su primer DT, Miguel Ángel Russo. Demostró que era lo que un Boca traumatizado necesitaba por el contexto y el momento, un entrenador con experiencia y sabiduría, aunque luego se podía estar o no de acuerdo con su estilo. Pero tras renovarle el contrato, lo echaron. La eliminación de la Copa Libertadores ante Santos fue el eslabón principal. Sebastián Battaglia pasó de ser “el entrenador ideal, el que siempre quiso Riquelme”, a también ser despedido, por más que había ganado dos títulos: la Copa Argentina 2021 y La Copa de la Liga 2022. De nuevo una eliminación en la Libertadores (en este caso ante Corinthians) marcó el destino de un DT, aunque ya había estado cerca de ser expulsado antes de un viaje a Santiago del Estero.
Ibarra, puertas para afuera, apostó fuerte como DT. No sólo desde las decisiones futbolísticas (jugar con doble 9 en la cancha de Argentinos), sacar a Carlos Izquierdoz (el líder querido por el grupo que recibió el abrazo de Rojo tras el gol a San Lorenzo) o la ejecución del penal ante Rosario Central, por dar algunos ejemplos: ¿Oscar Romero, Sebastián Villa –aunque venían de atajarle uno en la definición de la serie con Corinthians- o Alan Varela no patean mejor que Pol Fernández?.
La pelea entre Carlos Zambrano y Darío Benedetto en el entretiempo ante la Academia es el reflejo de que cualquier descontento puede terminar en una explosión porque ningún dirigente regula los termómetros internos. Sobre todo en los últimos tiempos, todo tema que corría riesgo de detonación, terminó mal: el último, la negociación trunca por la renovación con Agustín Rossi, con declaraciones cruzadas y la contratación de Sergio Chiquito Romero. Ibarra tiene otro frente interno: los jugadores no le creen.
En 2006, antes de su segundo partido como DT de Boca, La Volpe les dijo a sus jugadores, en un vestuario en el estaba Ibarra: “En el fútbol es todo muy relativo. Bianchi ganó todo. Brindisi se tuvo que ir. Benítez se tuvo que ir. Basile ganó todo. Yo voy a morir con la mía”. Hugo Ibarra, como capitán xeneize, se refería por aquel entonces al trabajo de La Volpe en la previa de un partido con Nueva Chicago: “Me siento bien y el sistema táctico lo estamos trabajando. Sabemos que va a recurrir de un tiempo para afianzarnos por lo que pretende el entrenador, pero estamos capacitados para hacerlo. Nos llevará horas y prácticas de trabajo… cada técnico tiene su forma de trabajar y los jugadores nos tenemos que adaptar”.
El final de La Volpe en Boca fue mucho más traumático que lo que marcó la final perdida con Estudiantes por 2-1 en la cancha de Vélez. Ibarra (y hasta el propio Riquelme, desde el palco) tienen la chance de esforzarse para tener otro final o que el final de sus roles sea recién dentro de muchos años. El descontento de la gente, en la actualidad, es el reflejo de lo que muestra el trabajo del dirigente y el entrenador. Más que nunca, están obligados a demostrar capacidad de gestión y sabiduría futbolística para revertir la situación. En el centro, un equipo a la deriva, sin líderes para hacerse cargo del juego, interpretar una planificación difusa y encontrar las respuestas que exige un deporte tan maravilloso como el fútbol.
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