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Boca. Cómo se prepara Sebastián Battaglia para los dos grandes exámenes que tiene por delante: Estudiantes y River
El DT necesita que en las próximas dos fechas el funcionamiento del equipo conforme, además de afrontar la presión de lograr resultados positivos; en La Plata volvería al 4-2-3-1
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Sebastián Battaglia podrá mostrarse sereno para el afuera e incluso transmitir tranquilidad. Podrá mostrarse como siempre lo hizo: con un perfil bajo, calmo y alejado de las polémicas. Pero al mismo tiempo es muy consciente de que le cuesta encontrar el equipo. Ve, en cada partido, que Boca ofrece una imagen muy alejada de la que él considera ideal. No solo por historia, sino por los intérpretes con los que cuenta para llevarla adelante, en su gran mayoría elegidos por él.
El partido del próximo domingo ante Estudiantes y el Superclásico del próximo 20 de marzo serán dos exámenes inmensos para el DT. Pero detenerse solo en el resultado sería obtuso. Así como darían margen para seguir buscando una mejor versión rumbo al debut en la Copa Libertadores, dos éxitos deportivos, que a veces se resuelven por casualidades, imponderables o la diosa Fortuna, podrían bloquear la mirada macro.
Lo que urge en Boca es encontrar un funcionamiento. Una idea de juego. Un rumbo. Los intérpretes para ello. Y respetarlo a rajatabla. De acuerdo a lo que pudo averiguar LA NACION, es muy posible que para el encuentro contra el Pincha el equipo xeneize vuelva a modificar su esquema. Si se confirma lo que practicarán esta semana, en el estadio de 57 y 1 se verá un 4-2-3-1 (así terminó jugando el equipo contra Huracán) y los posibles titulares serían: Rossi; Advíncula, Izquierdoz, Rojo, Fabra; Campuzano, Pol Fernández; Villa, Romero, Zeballos; y Vázquez.
La más que probable presencia del Changuito Zeballos y del centrodelantero, dos hombres de las categorías formativas, son claros premios a lo exhibido hace días contra el Globo. El ingreso de ambos activó al equipo, le dio energía al frente de ataque y posibilitó que Boca se arrime con real peligro al arco defendido por Marcos Díaz.
De todas formas, la posición del entrenador es incómoda. Aún padece los vaivenes que se viven en el banco xeneize. Esa lupa constante sobre lo que decide el entrenador de turno, los cambios que realiza en cada juego y las horas de cuestionamientos en los medios lo afectan. Al punto que, en la conferencia de prensa del domingo, tras la derrota ante Huracán en la Bombonera, lo puso en palabras: “Acá son todas críticas, es así. ¿Cuándo una buena? Hacía 12 partidos que este equipo no perdía, pero nadie lo dice. Sí, en cambio, te marcan todas las cosas malas. La semana fue movida, pero yo estoy muy tranquilo”, criticó el DT.
Pero también le molesta lo que ocurre dentro y fuera del campo de juego. Battaglia es, hoy, el capitán de un barco turbulento, que un día toma un rumbo determinado, pero el viento le cambia el timón de manera inesperada. Y cuando los factores externos calman las aguas, algo se sacude internamente y vuelve a generar tensión.
Pasó el año pasado, con la “intoxicación” de Zambrano, Cardona y Villa en la noche previa al partido con Newell’s. Ocurrió cuando Riquelme, tras una derrota de local contra Gimnasia, hizo bajar del micro a todos y los encerró en el vestuario de la Bombonera (según el presidente del Consejo de Fútbol, para felicitarlos). Sucedió cuando se viralizaron imágenes de Rojo, Ávila y Almendra jugando un picadito en una cancha embarrada, poniendo en riesgo sus físicos, y el reciente y escandaloso altercado con Agustín Almendra como protagonista.
Sin embargo, desde que fue confirmado en su puesto a comienzos de este 2022, Battaglia tomó decisiones. Y fueron fuertes. Con grandes y chicos. Fue él quien se plantó y le dejó en claro al club que mientras forme parte del plantel, Sebastián Villa sería utilizado. Y el colombiano respondió de la mejor manera a esa confianza: en las primeras cuatro fechas tuvo actuaciones muy buenas antes del derrumbe generalizado frente a Huracán.
Fue él quien determinó la suplencia de Carlos Zambrano. También le marcó la cancha y sancionó a Alan Varela y otros chicos de las inferiores por indisciplina (el mediocampista volvió a entrenarse este martes con el primer equipo). Incluso, oculto en la famosa “rotación”, pasó desapercibido el tirón de orejas nada menos que a Marcos Rojo, luego de ese partido en el barro (no por casualidad fue suplente ante Central), una sanción interna que también padeció Ávila, de gran pretemporada y sin continuidad en el equipo titular. Mucho más mediático fue el escándalo con Almendra y su posterior marginación del plantel profesional. También es decisión del entrenador que Ramírez aguarde una nueva oportunidad después de varias desaprovechadas.
“Se es jugador de Boca las 24 horas”, había declarado Battaglia antes del comienzo de la Copa de la Liga. “En Boca hay reglas que cumplir; el que no lo entienda, que se atenga a las consecuencias”, sentenció hace una semana, sobre lo ocurrido con Almendra.
El hombre que más vueltas olímpicas dio con la camiseta azul y oro hace pruebas, busca corregir errores, se fastidia, respira hondo, trabaja cada día de la semana. Pero pareciera que todo eso no alcanza. Que esa pasión y compromiso por los colores que él tenía cuando vestía pantalones cortos ahora no les llega a sus dirigidos, varios de ellos con altibajos alarmantes entre un partido y otro, e incluso durante 90 minutos. Ni siquiera se ven atisbos de rebeldía. Arranques individuales que intenten mejorar la realidad.
Boca vuelve a encontrarse en una encrucijada. Que viene repitiendo desde hace años, con otros intérpretes dentro y fuera de la cancha. La vara pareciera ser otra vez River. El ganar en Núñez “cueste lo que cueste” que exigieron los hinchas el domingo pasado en la Bombonera encierra el problema más de fondo, que es encontrar la mejor versión posible del equipo. El árbol vuelve a tapar el bosque.
Battaglia, en tanto, tiene por delante dos partidos muy complejos. Sabe que si los resultados no lo acompañan, su continuidad podría ser puesta en duda. En ese contexto, la mejor alternativa que tiene es seguir por ese camino: tomar decisiones fuertes. Si el destino puede dejarlo fuera del equipo, al menos que sea bajo sus propios términos.
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