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Boca campeón: una estrella más para la vitrina, una corona con una bocanada de aire juvenil
La consagración xeneize quedará marcada por el pulso de Hugo Ibarra para darles vuelo a los chicos del club
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Se acelera el pulso, falta el aire, la emoción domina, el campeonato logrado alcanza una magnitud difícil de explicar. El andar de Boca, hasta el último escalón, fue en ascenso y con mucha firmeza. Es decir, inversamente proporcional a las malas noticias con las que ha tenido que lidiar el entrenador Hugo Ibarra acerca de los soldados que se le fueron cayendo, prácticamente, tras cada batalla. Algunos, directamente, debieron ser dejados en el camino por la duración de sus bajas. Pero siempre se los mantuvo presente, en algunos casos por el valor de esa ausencia y en otros por la dificultad que implicaba tener que encontrar un reemplazante que permitiese no darle un golpe en el camino que después dejase heridas demasiado profundas. En todo ese proceso mental, que el técnico debía definir –muchas veces- con poco margen de tiempo, la trascendencia de los más chicos se erigió por encima de cualquier obstáculo.
Ibarra, tal como se sabe, asumió en el plantel profesional en el pasado julio tras casi un año medir su pulso como conductor en la reserva. la señales fueron alentadoras porque la llevó a levantar dos títulos con la compañía de Mauricio Serna en el cuerpo técnico: en realidad, fueron tres por la coronación del pasado viernes en la Liga Profesional de la categoría en la que dirigió seis compromisos. La cuestión es que, lógicamente, tuvo un período amplio a cargo de juveniles a los que les puso el ojo. Entonces, cuando así lo requirió, ejecutó la opción de usarlos en la primera, sin pensar en que su rodaje con los “más grandes” todavía estaba en pleno proceso de adaptación.
Grandes y chicos colaboraron para poder vivir la gran fiesta que se armó en la noche del domingo. Mejor dicho, el que estuviera a disposición puso lo mejor de sí. Porque los que parecían chiquilines sin demasiado que exigirles, se transformaron rápido (entre necesidad y efectividad) en jugadores a la altura, como si contabilizaran una gran cantidad de encuentros en relación a la que en realidad ostentaban.
No obstante, entre todos ellos, emerge Luca Langoni. Ese atacante que resonaba en Boca por ser, en la categoría menor, suplente de Exequiel Zeballos. El destino quiso que “Changuito” tuviera mucho protagonismo en la primera durante el primer semestre del año, de la mano del por entonces DT Sebastián Battaglia, y Langoni se empezara a mostrar mejor con Ibarra en el banco de la reserva. Luego, Milton Leyendecker, defensor de Agropecuario, lastimó la pierna derecha del Zeballos y, ya con el Ibarra comandando el plantel profesional, empezó a confiar en ese extremo que ya tenía visto y que consideraba que estaba preparado para suplir semejante ausencia. Y se multiplicó todo cuando también se lesionó Sebastián Villa.
Si bien el debut y los primeros minutos los sumó por la apuesta de Battaglia, el que más lo marcó fue Ibarra. Langoni apenas acumulaba 64 minutos en la máxima categoría, distribuidos en tres compromisos, que contabilizó en los segundos tiempos, pero hubo 23 puntuales en los que generó una buena sensación: los que entró a jugar ante Racing. Tras ese juego, incluso, Juan Román Riquelme salió a hablar en los medios y destacó su nombre por sobre la posibilidad de incorporar ante las bajas.
Y, luego, Ibarra hizo una “locura” que terminó siendo por demás acertada: cuando la pelota quemaba y la desesperación se adueñaba del ambiente de la Bombonera por ir perdiendo con Atlético Tucumán, al que debían ganarle por ser en aquel entonces puntero, ingresó cuando faltaban 21 minutos para el final y dio vuelta el encuentro. Primero con un cabezazo bárbaro (pese a su 1.72 metro) y, segundo, por estar en el lugar indicado del área para capitalizar un rebote y no dudar en un remate que llenó la red y la garganta de gol. Camiseta revoleada. Mirada fija hacia la familia. Sueño cumplido.
Creció tanto, siempre centrado y humilde, que se hizo gigante. Aportó goles claves (seis en el torneo) para ganarle a Colón, en Santa Fe (2-1), Godoy Cruz, en Mendoza (1-0), Sarmiento, en Junín (1-0), y Gimnasia, en el Bosque (1-0). Incluso, le dejó servido el tanto a Darío Benedetto para ganarle a Aldosivi, de local (2-1). Todo esto sin contar una racha goleadora que continuó ante Quilmes, por los cuartos de final de la Copa Argentina (3-2). Lo más curioso es que, siendo un delantero por afuera, ningún gol se concretó por algún desborde, sino que su olfato goleador, con aires de centro delantero, es admirable.
Luis Vázquez no tuvo un gran semestre. No aprovechó jamás lo muy dormido que estuvo Benedetto hasta el superclásico (1-0 con tanto de él). Sin embargo, curiosamente, el único tanto que marcó fue el puntapié para empezar a crecer rumbo al título: en la última jugada del partido, puso el 1-0 ante Defensa y Justicia, en Florencio Varela. A partir de ahí, Boca enlazó cinco éxitos consecutivos.
Siguiendo con los delanteros, la aparición de Gonzalo Morales es otra bocanada de aire fresco para Boca. Sin tantas participaciones (cuatro ingresos desde el banco), le alcanzaron los 19 minutos que Ibarra le otorgó en el duro compromiso ante Vélez y el “Toro” cumplió el sueño de hacer un gol en la Bombonera y, además, el del triunfo por la mínima. Tres puntos que significaron, nada menos, ser puntero en solitario por primera vez para el conjunto xeneize.
No se acaba sólo con delanteros picantes, sino que en la última línea también encontró soluciones jóvenes. Justamente, fue la zona en la que el plantel padeció más imponderables. Marcelo Weigandt estuvo a la orden del día, primero, para suplantar a Luis Advíncula tras el desgarro de finales del anterior semestre, luego para mantenerse en el lateral derecho ante la convocatoria del peruano para disputar el repechaje mundialista que Perú perdió y, ya en las jornadas de definición, volvió a suplantarlo por una nueva convocatoria.
Lo mismo sucedió con Agustín Sandez, que salió a la cancha por alguna suspensión de Frank Fabra y por convocatorias al seleccionado colombiano. Aunque su caso fue diferente: el chico, por ejemplo, ha tenido que ser improvisado como central izquierdo frente a Rosario Central, por la falta de zagueros. El que sí estuvo varias veces (Godoy Cruz, Vélez y Aldosivi), y también terminó como parte de “la enfermería central” de Boca, fue Gabriel Aranda: muy necesario para mantener la tendencia de los pocos goles que el equipo fue recibiendo con el tiempo.
Bien podría sumarse también a Cristian Medina, al que le ha costado el semestre, pero en los últimos encuentros ha cuidado con uñas y dientes los triunfos al momento de ingresar. Incluso, hasta algunos minutos de Aaron Molinas, que estuvo a nada de irse del club, fueron importantes para este Boca lleno de urgencias.
Entonces, en este contexto, en el que la felicidad por la conquista de un nuevo título todo lo justifica. La estrella 73 del club de la Ribera tiene muchas particularidades alentadoras, es importante haber encontrado un grupo fuerte para sobreponerse a todos los contratiempos, pero nadie puede dudar que se trató de la corona en la que encontró en su casa las soluciones para dominar otra vez el fútbol doméstico.
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