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Boca campeón. Un camino al título en el que el mayor mérito fue no quedarse nunca sin cartas en el mazo
De Battaglia DT e Izquierdoz capitán a Ibarra y Fabra, el xeneize transitó un semestre física y emocionalmente demoledor; la frescura de los chicos del semillero, fundamental para la obtención de esta nueva estrella
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Cuando dentro de 25, 50 o 100 años se quiera hacer un revisionismo para destacar la estrella número 73 lograda por Boca en su historia, será difícil encontrarle un solo eje temático.
Ocurre que la fiesta que se desató en la Bombonera después del empate 2 a 2 con Independiente en la última fecha, que sentenció que la vuelta olímpica la daba el equipo de la Ribera ante su público, tiene un contexto épico que vale la pena desmenuzar.
Vamos por partes: en un fútbol argentino que a veces le cuesta explicarse a sí mismo, el torneo de este segundo semestre de 2022 comenzó…. el 5 de junio.
El plantel no tuvo vacaciones, ni mucho menos pretemporada. Fue un curioso castigo por haber llegado hasta la última instancia en la Copa de la Liga (apenas dos semanas antes se había coronado campeón después de golear a Tigre 3 a 0 en Córdoba) y por seguir en carrera en la Copa Libertadores (el 26 de mayo logró la apretada clasificación a los octavos de final). Pese a todo, el equipo debutó con un triunfo 2 a 1 sobre Arsenal en la Bombonera. El técnico era Sebastián Battaglia y su capitán, Carlos Izquierdoz. ¿Los goles? Agustín Sandez y Sebastián Villa.
Como para que todo sea bien complicado, la apretada agenda premundialista (en buena parte por la presencia de ¡28! equipos en la primera división) quedó expuesta en ese primer mes. Durante junio Boca disputó siete partidos, a razón de uno cada cuatro días, y por tres competiciones diferentes (a la Liga se le sumó el inicio de la Copa Argentina.
El envión anímico que había generado la obtención de la Copa de la Liga fue como un viento de cola. Casi sin darse cuenta, Boca metió cinco triunfos seguidos (cuatro del torneo). La frenada fue en seco: 1-2 contra Unión el 24 de junio, en medio de una Bombonera que primero le cantó el feliz cumpleaños a Riquelme y más tarde le gritó de todo a Franco Troyansky, que marcó el agónico penal sobre la hora y no tuvo mejor idea que “colgarle” su camiseta a los hinchas xeneizes. Los jugadores de Boca reaccionaron casi igual que la gente y todo terminó en un escándalo, con expulsiones de Izquierdoz, Zambrano y el propio jugador tatengue incluidas.
Los cruces de ida y vuelta con Corinthians se disputaron en un lapso de 7 días. Pero pasó de todo. Eduardo Salvio era considerado un futbolista fundamental para el esquema de Battaglia. Y aun sabiendo que después del 30 de junio el Toto ya no sería parte del club, igualo lo subió al avión que llevó al plantel xeneize a San Pablo. Incluso, fue al banco, pero no jugó.
Lo ocurrido el 5 de julio en la Bombonera es difícil de resumirlo. O, mejor dicho, sí. Tal como afirma la Ley de Murphy, todo lo que podía salir mal, salió mal. Porque después del 0 a 0 en suelo paulista, las chances de avanzar a cuartos de final estaban intactas para el conjunto azul y oro.
Pero Darío Benedetto, el jugador franquicia que había regresado al club en enero con el objetivo de alzar de una vez por todas la Copa Libertadores, disputó el peor partido de su vida.
El Pipa malogró una jugada clarísima en cada tiempo, además de estrellar un penal en un poste. Como broche, el penal que pudo haber metido a Boca entre los 8 mejores del continente terminó en la segunda bandeja de la tribuna local.
Aún haciendo méritos para ganarlo, finalmente el Xeneize quedó eliminado de otra Libertadores en octavos. Y ya nada fue lo mismo. El club, literalmente, voló por los aires.
Esa misma noche, en conferencia de prensa, Battaglia lamentó que el Consejo no consiguiera refuerzos. Menos de 24 horas después, el DT fue despedido. Además, en los días posteriores trascendió la versión de que dos días antes de jugar contra el Timao, el plantel había tenido una áspera reunión con integrantes del Consejo por un tema vinculado a los premios.
Sin opciones a la vista, la sucesión cayó sobre las espaldas de Hugo Ibarra, hasta entonces DT de la Reserva. Roberto Pompei primero y Leandro Gracián más tarde terminaron de conformar la figura del trinomio técnico. Que arrancó con una decisión liviana: Izquierdoz, capitán del equipo y uno de los líderes del grupo, fue marginado de la titularidad. A los pocos días, el Cali se vio obligado a hacer las valijas.
Entre la ida y la vuelta, Boca había jugado un encuentro espantoso de la Liga ante Banfield, que lo goleó 3 a 0 en la Bombonera. A eso se le sumó un 1-2 ante San Lorenzo que generó muchísimas suspicacias porque los jugadores, muy golpeados anímicamente por la eliminación copera y sus consecuencias, se arrastraron por el campo de juego. Encima, cuando Marcos Rojo anotó su tanto, fue a celebrarlo con un abrazo a Izquierdoz, que miraba todo desde el banco de suplentes, cerca de Ibarra. A los pocos días, el Cali emigró a España.
En la Liga, julio fue literalmente un electrocardiograma para el Boca del trinomio: derrota con el Ciclón de visitante, triunfo en casa con Talleres, derrota ante Argentinos en La Paternal, triunfo 3-1 a Estudiantes en la Bombonera y derrota 0-3 con Patronato en Paraná.
Y entonces, salió el sol. Sin imaginarlo, Boca inició una racha de 15 partidos sin perder (13 por torneo local y dos por la Copa Argentna) que entusiasmó a propios y preocupó a extraños. Y que terminó el domingo de la semana pasada con un 0-2 ante Newell’s.
En el medio hubo una gran alegría (clara victoria por 1 a 0 ante River en el coliseo xeneize) y un golpe dolorosísimo (la fractura sufrida por Exequiel Zeballos en el inicio de juego del partido contra Agropecuario, por la patada salvaje que le propinó Milton Leyendecker.
Ante la urgencia, Ibarra metió mano en territorio conocido. Con el 0-1 parcial ante Atlético Tucumán en la Bombonera, Boca quedó a 11 puntos de la cima de las posiciones. Perdido por perdido, el Negro metió en la cancha a un chiquilín que contaba un puñado de minutos en Primera, Luca Langoni, que ya prometía en las inferiores pero tenía poca exposición porque era suplente de Zeballos en la Reserva.
Langoni acaparó todos los flashes con un doblete fenomenal. El primero de pícaro, ganándole de cabeza a los defensores rivales a pesar de ser más bajo que ellos, y el segundo, de goleador, conectando un rebote que quedó boyando en el área del Decano. Un debut soñado.
Lejos de ser algo aislado, por necesidad, pero fundamentalmente por merecimiento futbolístico, Langoni se quedó en el equipo y fue clave. De hecho, sus goles sirvieron para derrotar a Colón (durísimo 2 a 1 en Santa Fe), a Godoy Cruz (1-0 en Mendoza), Sarmiento (1-0 en Junín) y Gimnasia (2-1 en La Plata).
No todo fue tan fácil. Porque en agosto, Carlos Zambrano y Darío Benedetto se agredieron mutuamente en el vestuario visitante de la cancha de Racing y fueron sancionados. Y porque las lesiones continuaron acechando al plantel. Villa sufrió la rotura del menisco externo de la rodilla derecha y estuvo más de un mes inactivo, y el desgarro de Benedetto en La Plata tiene fecha incierta de regreso. A ellos se le suma la grave lesión sufrida por Marcos Rojo en Junin (rotura del ligamento cruzado anterior de su pierna derecha), las citaciones de Advíncula, Zambrano y Fabra a sus respectivas selecciones, la baja de Figal y Aranda por molestias diversas y el agotamiento físico y mental de todos.
Pero hay méritos. Porque cada vez que parecía que se acababan las cartas, Ibarra siempre encontró en el mazo una más. Como sucedió con el chico Gonzalo Morales, que ingresó en un partido cerradísimo con Vélez que tenía destino de 0 a 0, y marcó el gol de la victoria. Y también dio la talla como lateral Nahuel Genez. Y Maxi Zalazar como extremo. Y Simón Rivero, el juvenil número 32 que debuta bajo la gestión Riquelme. Que no surgieron de casualidad, sino que son la consecuencia de un plan de acción que se inició hace muchos años en el semillero xeneize, y que la nueva dirigencia eligió potenciar y consolidar.
En cinco meses Boca pasó de celebrar la Copa de la Liga a coronarse en la Liga profesional. Y tiene en el futuro mediato la posibilidad de lograr la doble corona, si obtiene la Copa Argentina (en donde es el campeón vigente) y deberá esperar para saber si el 6 de noviembre, cuando se defina el Trofeo de Campeones, lo haga contra Tigre o Racing, sus respectivos subcampeones.
De vuelta en vueltas, pese a todo y contra todo. Así cierra el año Boca. Aunque en 25 o 50 años sea difícil encontrar un solo eje temático para destacar esta nueva estrella.
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