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Boca campeón invicto: a 25 años del primer título de Carlos Bianchi, el Apertura 98 que sembró la semilla de toda una era ganadora
El legado del Virrey que comenzó con ese torneo que Boca ganó con tres fechas de antelación y su posterior mística copera: mentalidad ganadora y el equipo por encima de todos
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No hace mucho, cuando Juan Román Riquelme soñaba –más que nunca- con conquistar una Copa Libertadores pero como dirigente de Boca, señaló a Carlos Bianchi, a quien tenía a unos metros sobre el césped de la Bombonera, y le dijo a todo el estadio: “La culpa es suya. Que la gente nos tenga cariño es porque el señor nos enseñó a competir, a ser mejores. Tiene la culpa de hacer creer que ganar la Copa Libertadores es fácil. Solamente le tengo que decir gracias. Lo quiero mucho, me siento parte de su familia. Lo quiero”. En su postergada fiesta de despedida como jugador, un gran reconocimiento al Virrey que llegó a la Ribera en el invierno de 1998 y dejó un legado que incluso hoy perdura en todos los futbolistas que pasaron por su gestión.
Boca ya había ganado la Copa Libertadores. Habían sido dos, de la mano de Juan Carlos Lorenzo, en la década del 70. Pero el pueblo xeneize incluso se había desacostumbrado a jugarla, a “competir” con asiduidad internacionalmente. Y cuando se consagra de manera invicta en el Apertura 98, el primer título de los nueve que ganaría Bianchi como DT, no festejaba desde 1992. Este miércoles 29 de noviembre se cumplen 25 años, consagración que se dio tras el empate con Independiente 0-0. Antes de eso, en el ámbito doméstico se le había hecho cuesta arriba a Boca incluso contando con entrenadores como César Luis Menotti, Carlos Bilardo y Héctor Veira; también con figuras de renombre como Diego Maradona y Claudio Caniggia. Ningún jugador, por sí solo, es sinónimo de éxito en el fútbol. Y esa fue la semilla que plantó Bianchi para construir un equipo invencible.
¿Y si se trata de un Déjà vu? ¿Y si justo ahora se da el reencuentro entre Bianchi y Riquelme? El candidato a presidente por el oficialismo necesita un entrenador para 2024. El Virrey siempre se mantuvo al margen de los intereses políticos, no hizo declaraciones a favor ni en contra de ningún candidato (ya sea a nivel nacional o en Boca o en Vélez) ni las va a hacer, pero no para de recibir mensajes con él levantando la Copa Libertadores, la Bombonera y con la leyenda: “Usted es el único que genera consenso en Boca”.
Se sabe que si se impone el binomio entre Ibarra y Macri, el DT será Martín Palermo. ¿Y si gana Riquelme? “Ahhh... Yo el técnico ya lo tengo. Tengo muy en claro a quién quiero. Pero si el domingo son las elecciones, el lunes anuncio al nuevo DT. Así como hice en 2019 con Miguel Russo”, dijo ahora el candidato por el oficialismo. El llamado existió y sólo Bianchi y su familia saben si, a los 74 años, está con ganas de dar el paso para su cuarto ciclo en la Ribera, luego de sus pasos por 1998-2001, 2003-2004 y 2013-2014.
Pero para entender el presente vale recordar el pasado. Lo primero que resolvió Bianchi en 1998 fue darle confianza a un plantel con jugadores que luego serían importantes pero que (hasta ese momento) no sabían si serían tenidos en cuenta por el nuevo entrenador. Carlos Ischia arrancó desde el “día cero” la pretemporada en Tandil, y el Virrey se sumó después. Todos los focos estaban en el Mundial de Francia 98 y apenas tres periodistas fueron testigos de la piedra fundacional de lo que serían los mejores años de la historia xeneize, que conquistaría tres Copas Libertadores, dos Copas Europea-Sudamericana y cuatro títulos locales.
Para conocer al plantel, el Virrey armó prácticas largas de fútbol, entre titulares y suplentes, mañana y tarde (“Los quería ver, conocer rápido”), dándole cabida incluso a los juveniles que estaban. ¿Cuánto tardó en definir a su triángulo de ataque con Juan Román Riquelme de enganche, Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo en ese esquema 4-3-1-2? Dos horas. Ahí se dio cuenta de que la diferencia de calidad técnica y conceptual de cada uno los ponía por encima del resto con quienes competían por el puesto. El equipo se estaba armando de adelante para atrás.
Todo comenzó con el DT transmitiendo confianza. Y como excentrodelantero, sabía que la confianza no se transmitía con palabras, sino con hechos. Así fue que, sabiendo que su dupla de ataque ideal debía ser conformada por Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo, les dijo: “Se van a tener que casar, se tienen que llevar bien porque mis delanteros van a ser ustedes. Y van a jugar los 19 partidos. Pase lo que pase, ustedes van a jugar los 19 partidos”, les dijo en la Posada de los Pájaros.
Con Riquelme hizo algo similar, luego de que con Bilardo y Veira tuviera otro tipo de responsabilidades: el 8 se transformaba en 10. El 10 encontró a un DT que jugaba con enganche. Y creció no sólo con respecto a la cantidad de pelotas tocadas por partido y aprendiendo a pisar más el área rival, sino también desde la masa muscular, en un trabajo de preparación física potenciado por Julio Santella, mucho más que un colaborador del Virrey. “Si vas a jugar de 10, te van a dar menos espacios, te van a chocar, te van a cometer muchas faltas. Si estás más fuerte, no te van a voltear”, le explicó. Ese desarrollo no fue de la noche a la mañana, llevó meses de evolución.
Para ganar la primera Copa Libertadores, en 2000, Bianchi construyó un equipo (un grupo) que jugó con la solidez de una roca y tuvo el vuelo ofensivo de esos boxeadores que más que por cantidad, sabían cómo y dónde golpear a cada rival de turno. Pero todo arrancó en el ese Apertura 98, que Boca ganaría invicto. ¿El debut? Ante Ferro, en Caballito. El Xeneize ganaba 4-0 por los goles de Sartori (en contra), Fernando Navas, Riquelme y Palermo, y el partido finalizó 4-2.
¿Los primeros titulares? Oscar Córdoba; Hugo Ibarra, Aníbal Matellán (de 2, sí), Walter Samuel y Rodolfo Arruabarrena; Diego Cagna (capitán), Mauricio Serna y Navas; Riqueleme; Guillermo Barros Schelotto y Palermo.
Una rareza inicial era ver a Aníbal Matellán, zurdo, de dos. El defensor central, surgido de las inferiores xeneizes, se destacaba con tenacidad y disciplina, además le pegaba fuerte a la pelota. ¿Qué llamó la atención del Virrey? Su “moral”. Tenía una moral elevadísima. Nunca se creyó más que nadie, pero estaba dispuesto a dejar todo por la causa. Y se tenía fe para realizar todo desafío que se le ponga por delante, desde reemplazar a Jorge Bermúdez en ese debut ante Ferro o, como finalizó la historia, anulando a Figo como lateral izquierdo en la final ante Real Madrid en Japón. Pese a ser zurdo, jugó en los cuatro puestos de la defensa. Tal era la moral de Matellán, que una vez le hizo un gol de chilena a Vasco da Gama, por la Libertadores 2001. La Bombonera lo ovacionó: “Lo mal que debe ver la gente el fútbol que todos están cantando tu nombre”, le dijo al oído mientras le guiñaba un ojo y le daba un abrazo. El DT siempre destacó las cualidades futbolísticas y humanas de Matellán, el aprecio continúa hasta por estos días.
Ya con el campeonato del Apertura 98 empezado, Oscar Córdoba recibía un promedio de dos goles por partido. Luego de un empate 2-2 con Argentinos, en la Bombonera, le preguntaron al Virrey si su puesto estaba en duda. Se bajó un poco los lentes, miró a quien le había hecho la pregunta y respondió: “Contra Gimnasia, en La Plata, el primer titular va a ser Oscar”. El colombiano, dos años después, terminó siendo clave al atajar dos penales en la definición ante Palmeiras, en el Morumbí, que le daría a Boca la primera Libertadores del ciclo.
Lo mismo cuando tuvo que arrancar esa Copa del 2000 y Chicho Serna se rompió los ligamentos de la rodilla. Una de sus banderas sería baja entre seis y ocho meses. Bianchi no se volvió loco ni pidió al mejor 5 que había en el mercado. Antes del debut en Bolivia ante Blooming, que incluso arrancó con derrota por 0-1, habló con Cristian Traverso, un futbolista muy cuestionado hasta ese momento por los hinchas. Pero al DT no le interesaba eso, siempre buscaba lo mejor para el equipo, esa característica que, en el reparto de roles, terminaría potenciando a todos.
“Vas a jugar la Copa Libertadores de 5; jugá tranquilo, si putean a alguien, me van a putear a mí”, le dijo Bianchi a Traverso. Una semana antes lo había contactado Mario Zanabria para ir a Unión y el futbolista le comentó a Carlos que le interesaba la propuesta. “Pensalo, yo quiero que te quedes, en Boca siempre hay partidos para jugar y vas a jugar”, le respondió al escuchar sus ganas de irse a Santa Fe. A los pocos días se lesionó Serna y Traverso terminó jugando 13 de los 14 partidos de esa Copa.
Así fue como logró sacar del exilio a José Basualdo no bien llegó y Pepe aportó sabiduría e inteligencia táctica, fue el capitán sin cinta. En la primera reunión con Mauricio Macri en Europa, durante las primeras cuatro horas de las once que charlarían en dos días diferentes, el por entonces titular xeneize le dijo: “El único tema es que no podés usar a Basualdo”. Había sido un acuerdo entre Macri y Bilardo, ya que al Doctor no le gustó una salida que había hecho el volante. Bianchi escuchó, pero luego –teniendo en cuenta que el plantel de Boca no era numeroso- el Virrey lo pidió y el dirigente le dio el visto bueno para que otra vez sea tenido en cuenta. Bianchi lo había tenido en Vélez, sabía lo que Pepe podía darle. Tras la expulsión de Navas ante Racing, en Avellaneda, Basualdo tomó la titularidad y no la soltó más esa temporada.
Así como esperó a Basualdo, hizo lo propio con Palermo luego de romperse la rodilla en 1999 para que vuelva justo para hacerle un gol a River por la Libertadores 2000. Algunos ejemplos de que, más allá de solicitar incorporaciones (“refuerzos que den un plus, que aporten algo distinto de los jugadores que ya tengo”), siempre la prioridad era darles la chance a quienes ya estaban en el club, sean del plantel profesional o de las inferiores. Y siempre estaba un paso adelante.
“Me hubiera gustado un golcito más”. Esa fue la frase, con rostro serio, que utilizó mientras caminaba por el playón de la Bombonera luego de que Boca goleara a América de México por 4-1, por las semifinales de la Libertadores 2000. En la revancha el equipo la pasó mal, cayó 1-3 y se clasificó por el gol salvador de Walter Samuel, que Bianchi gritó con susto porque pensó que el central estaba amonestado mientras veía cómo se sacaba la camiseta para el festejo.
Tras sacarle tres goles de diferencia en la ida, todos celebraban. Todos menos… Bianchi. “Nos estábamos retirando del estadio cuando le digo: “¿Qué te pasa, Carlos? ¿No estás contento?”. Él me miró y me contestó: “Y… me hubiera gustado un golcito más”. ¡Fijate qué claro que lo tenía!”, reconocería luego Santella.
Una de las mayores virtudes de Bianchi como DT era que trataba con la misma importancia al suplente que al titular. Impulsor de las conductas de equipo, de que para lograr un objetivo se iba a necesitar de todo el grupo, estaba atento a la evolución de cada jugador porque todos cumplían un rol. Algunos jugaban más, otros jugaban menos, pero el Virrey se las arreglaba para mantener a todos motivados. Los jugadores sabían que las oportunidades estarían, pero ellos deberían estar preparados para cuando esa chance les llegue.
Ahora se cumplen 25 años del primer título de Bianchi en Boca. ¿Una señal en estos tiempos que el Xeneize necesita DT? Después llegarían los triunfos puntuales (y consagratorios) ante Real Madrid, Cruz Azul (en la final de la Copa 2001), Santos y Milan, para la triple corona de 2003. Y, en el recorrido, más títulos locales. Pero la piedra fundacional se puso en un helado invierno de Tandil, en La Posada de los Pájaros. Los jugadores corrían por las sierras y Bianchi los acompañaba en bicicleta, observando detalles. Esos detalles luego se transformarían en la mística copera que impulsó una era inigualable.
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