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Betis, una joya de la Liga: entre la sustentabilidad y la apuesta al semillero, por qué es un club que ama a los argentinos
Un viaje al interior del equipo que divide pasiones en Sevilla, con una rica historia ligada a nuestro país y con Pezzella y Guido Rodríguez como símbolos actuales
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SEVILLA.- El río Guadalquivir divide y une esta ciudad que ha sabido de romanos, visigodos y musulmanes, pero tan católica que es presidida por la imponente Giralda, la catedral; arropada por vestidos góticos y barrocos, centinela de un cúmulo de callejuelas donde el ritmo y la cadencia los ponen los turistas y noctámbulos que abarrotan bares y tabernas. Sevilla tiene un olor especial, el de sus platillos y tapas, donde se lucen el bacalao o el gazpacho, y también un sonido que lo distingue, el del acento andaluz, el de un decir tan musical y palabras cortadas de cuajo, entre gestos ampulosos y efusivos. En el aire flotan los ecos de los cantes de Triana, el barrio donde Raimundo Amador ha gorjeado que se quedará hasta el final. Y un espíritu fatalista, como bien lo definió Kiko Veneno.
Así como el curso del Guadalquivir es un paréntesis geográfico, un sentimiento divide –y no une- a la ciudad: el fútbol. Conviven aquí dos de los tipos de simpatizantes más apasionados que se podrá encontrar en España. Betis y Sevilla coexisten con la diferencia de sus colores y de sus historias; hinchas se cruzarán durante el día y la noche sin grandes conflictos, pero a la hora del fútbol hay barreras culturales infranqueables.
A los béticos los define un tipo de orgullo que en Argentina podría compararse a ese cántico de hinchadas que habla del “a pesar de los años, los momentos vividos, sigo estando a tu lado”. Hay casi una jactancia del no despegarse del amor futbolero aun en los peores momentos. Es por ello que el lema de este club es: “Viva el Betis manque pierda”, al que alguno puede acusar de conformismo o culto de la derrota. “No es nada de eso; es pureza, una forma de sentimiento y una forma de vivir”, explica Joaquín Sánchez, un símbolo del Betis, formado en el club y donde se retiró en 2023, pasados sus 40 años.
Joaquín es uno de los tantos ídolos que siguen ligados al club en cada acción que se emprenda. Desde firma de camisetas o visitas a distintas peñas, hasta recepción de fanáticas para fotos, autógrafos y buenos momentos en vísperas del Día de la Mujer. Él ha levantado el último del puñado de trofeos que habitan en el Villamarín: en 2022, celebró la conquista de la Copa del Rey, certamen que también ganó en 1977 y 2005. La liga ha sido más esquiva, pues obtuvo solo una allá lejos y hace tiempo, en la temporada 1934/35.
Otra vaca sagrada es Rafael Gordillo, lateral izquierdo de leyenda nacido y criado en Betis y que tuvo su momento de gloria en el Real Madrid de los 80. También embajador de cuanto evento se realiza, su nombre ya fue inmortalizado en el flamante centro deportivo para las divisiones inferiores que el club desarrolló a 10 kilómetros del estadio Benito Villamarín, en la localidad de Dos Hermanas. Son 52 hectáreas de las cuales la mitad ya están ocupadas por 11 campos de juego: 5 de césped natural, 4 de artificial y 2 exclusivos para el entrenamiento de arqueros.
La actividad de un lunes es tranquila. Se ve a integrantes del equipo femenino en plena tarea en uno de los gimnasios y unos pocos futbolistas en trabajos de rehabilitación por lesiones. Por todos lados hay paneles solares y elementos que remiten al carácter sostenible que tiene el nuevo predio. Desde hace cuatro años, Betis impulsó la plataforma Forever Green, que promueve la reducción del impacto ambiental de las actividades que desarrolla el club: desde la baja de emisión de carbono hasta la creación de conciencia sobre el cambio climático.
El próximo objetivo es la construcción de una residencia para los juveniles que llegan desde lejos y no tienen a su familia consigo. “En un par de años tenemos que tener la residencia aquí dentro de esta ciudad deportiva. a día de hoy está enfrente de la Ciudad Deportiva donde se entrena el plantel profesional. Ahí tenemos más o menos unos 80 jugadores y con la nueva tendremos unos 120. El Betis es el padre y la madre de los niños, por lo que procuramos darles una educación integral”, destaca ante LA NACION Miguel Calzado, el responsable del Centro Deportivo Rafael Gordillo.
La obsesión de Betis es convencer a los juveniles de que quedarse en el club y hacer su camino en la tierra andaluza vale la pena, más allá de las tentaciones económicas que puedan llegar de clubes más poderosos o incluso del extranjero. “Reducir la fuga de talentos”, en palabras de Calzado.
Además de la formación de los juveniles, están atento a todo lo que sucede en las redes sociales, muchas veces nocivas para los futbolistas. Para ello, Betis firmó un acuerdo con RepScan, una empresa tecnológica española que se encarga de seguir y eliminar cualquier contenido negativo de Internet que sea denunciado como ciberacoso. “A la par, trabajamos con psicólogos sobre todo con contenidos que puedan afectar a los jugadores. Muchas veces no se trata de acoso, sino de comentarios negativos. Entonces, han habido casos de jugadores afectados a los que la psicóloga les ha dicho ‘quítate Twitter, no es para ti’”.
El Real Betis Balompié es un club con 80.000 socios y poco más de 50.000 abonados, con otros 30.000 que esperan por un asiento fijo. El estadio Benito Villamarín, que fue reformado para su utilización en la Copa del Mundo de 1982, será cerrado en los próximos meses para una puesta en valor y modernización, que incluyen la construcción de una nueva tribuna y la instalación de una cubierta. El estadio municipal La Cartuja será el que utilice cuando juegue como local.
Argentinos, como en su casa
No es casualidad que uno de los espacios más simbólicos donde descansan trofeos, camisetas y otros recuerdos de gestas pasadas del Real Betis Balompié, en las instalaciones del estadio Benito Villamarín, sea una pared dedicada a dos argentinos. La gigantografía muestra a dos de las figuras actuales del primer equipo, Germán Pezzella y Guido Rodríguez, en acción con la casaca bética y con la de la selección. Y delante, sobre un base, una réplica de la Copa del Mundo conquistada en Qatar. ¡Campeones!, se lee, y en este lugar se les infla el pecho de orgullo.
El vínculo de Argentina con el Betis tiene mucho de especial. No por nada nuestro país es el que más extranjeros ha aportado al club verdiblanco desde su fundación, el 12 de septiembre de 1907: 32 futbolistas han vestido la camiseta de uno de los dos equipos grandes de la capital de Andalucía.
Hay casos excepcionales, como los de Juan Cruz Díaz Espósito, alias Pibe, que nació en Quilmes pero se crio en suelo español. Hoy en Leganés, jugó un puñado de partidos con la camiseta bética. O el rosarino Nahuel Leiva, formado en la cantera de Villarreal, que vistió la casaca de Betis entre 2016 y 2018.
Entra en acción Manolo Rodríguez, traje impecable, verba firme y esclarecedora. Periodista, historiador y autor de varios libros, Manolo es la memoria viva del Betis. Un hombre que busca en el disco rígido de su cabeza cada dato y lo comparte con precisión. Él se encarga de guiar por el derrotero de los futbolistas argentinos que vistieron la camiseta bética. “El primer argentino en vestir la camiseta del Betis fue Raúl Rodríguez Seoane en 1957”, dice con tono proverbial. Rodríguez Seoane era un centrodelantero con pasado en Ferro y Banfield y que hace varios años dirigió al equipo femenino de Boca Juniors.
Luego fue el turno de Alfredo Tanque Rojas, al que el mismísimo Benito Villamarín -que hoy le da nombre al estadio-, por entonces presidente de Betis, vio jugar con la camiseta de Celta de Vigo. Lo contrató inmediatamente. “Debutó en el Bernabéu al día siguiente del fichaje e hizo un gol”, recuerda Manolo. Pero a los dos años, volvió al fútbol argentino. “Se lo llevó River, fracasa y va a Boca, donde se convierte en leyenda”, se entusiasma el historiador. Rojas jugó en Betis entre 1959 y 1961.
Por supuesto, primero destaca a los actuales, a Guido Rodríguez y Germán Pezzella, campeones del mundo con Argentina en Qatar. El otro caso en la historia de Betis de haber tenido en funciones a un campeón con su selección ocurrió en 2002, con el brasileño Denilson. “La afición suspira por que Guido se quede y celebró cuando renovó Germán”, explica Manolo, sobre la situación de los dos argentinos campeones. Pezzella seguirá en el club hasta junio de 2026, mientras que el futuro de Rodríguez está en duda y se definirá al final de la temporada.
Nery Pumpido es uno de los ilustres argentinos que vistió los colores del Betis. “Su paso no fue tan feliz”, aporta Manolo. El arquero llegó a mediados de 1988 procedente de River, pero el equipo bajó a segunda división. Y en el 90, cuatro fechas antes del final del torneo que le dio el regreso a primera, Pumpido se fue con la selección argentina para disputar el Mundial de Italia. Allí sufrió una fractura y ya cuando regresó al Betis no volvió a jugar. Manolo recuerda con humor: “El médico de Betis de aquella época cuenta que el día que a Nery le hacen el reconocimiento médico, supera todos los exámenes. Entonces, al final, él dice: ‘Doctor, hay una cosa que tiene que saber: a mí me falta un dedo’ (risas)”. Es que Pumpido había sufrido un “desguante de dedo”, cuando se le enganchó el anillo de casados con el travesaño, durante un entrenamiento con River en 1987. Tras una cirugía, pudo volver a jugar, pero perdió un pedacito de ese dedo.
Uno de los argentinos más queridos que han vestidos los colores del Betis es Gabriel Calderón. Corría 1983 y los dirigentes béticos llegaron a Buenos Aires para contratar a Ricardo Gareca. No llegaron a un acuerdo y otro argentino, Eduardo Anzarda, les recomendó a Calderón, que tenía un gran desempeño en Independiente. Se lo llevaron. “Gabriel Calderón es, de los 32 argentinos que estuvieron aquí, el más importante. Jugó 171 partidos y tenía una calidad extrema”, no duda Manolo Rodríguez.
“Anzarda es muy importante en la historia del Betis”, aclara Manolo. Apodado Chavo, Anzarda surgió de River a finales de los años 60 y en 1971 llegó nada menos que a Real Madrid en calidad de oriundo. En aquel momento, quienes tenían antecedentes españoles no ocupaban cupo de extranjeros. Pero ello generó un aluvión de incorporaciones fraudulentas. Anzarda era uno de los acusados, y Real Madrid decidió quitarse el problema de encima y transferirlo. Así llegó al Betis, que por entonces, en 1973, militaba en segunda división. Anzarda fue ídolo hasta su despedida en 1980. “No era rápido, no era alto, no cabeceaba bien... ¿Por qué era tan bueno?”, se pregunta Manolo con una sonrisa, y se contesta: “Dominaba ese secreto que era el gol”.
Anzarda jugó hasta 1983, y volvió al Betis en 2014, como ayudante de campo del hombre al que 30 años recomendó para que lo contrataran: Gabriel Calderón.
Juan Pablo Caffa, Mariano Pavone y Gastón Casas son otros de los argentinos a los que estiman en el Betis; también, el Puma José Luis Rodríguez (”tenía muchos problemas de sobrepeso y no llevaba una vida muy ordenada”) y Daniel Toribio Aquino (”marcó una época por su capacidad goleadora, aunque en la segunda división”). Martín Palermo también vistió la casaca verdiblanca, pero sin mayor repercusión: estuvo en el segundo semestre de 2003 y solo jugó 11 partidos. ¿Algunos otros que anduvieron por aquí? Guillermo Sara, Leandro Somoza, Fabián Monzón, Gabriel Amato, Sebastián Chirola Romero... Y también técnicos, como Carlos Griguol.
De los contemporáneos, alguien muy querido es Giovani Lo Celso, que en la temporada 2018/19 jugó 45 partidos y anotó 16 goles en todas las competencias. “Hay un recuerdo aquí de Lo Celso como si hubiera estado 8 años y hubiese ganado todo”, destaca Manolo. “Es un futbolista muy querido, y ojalá nuestros caminos se vuelvan a cruzar”, aporta Manu Fajardo, flamante director deportivo del Betis, que recibe a LA NACION en el vestuario local del Benito Villamarín.
Fajardo habla con voz calma y segura. No tiene pasado como futbolista, llega desde otro palo. Es licenciado en Derecho, máster en Sports Management y en Big Data, y lleva varios años en secretarías técnicas de distintos clubes, como Levante, Alcorcón y Rayo Vallecano. Manu tiene una mirada positiva sobre los argentinos del plantel actual, que conduce el chileno Manuel Pellegrini, al que secunda Rubén Cousillas, otro nacido en nuestro país. “Además de como futbolista, Guido es importante también por todo lo que representa dentro del vestuario, por su voz de mando... es uno de nuestros capitanes”, resume el secretario deportivo sobre Rodríguez, y en la misma sintonía describe a Pezzella: “Germán representa también esa capacidad de liderazgo que tienen los futbolistas argentinos, esa garra, esa entrega. Es un ejemplo para todos y es el primero en llegar cuando las cosas no están saliendo como queremos. Ojalá pueda terminar su trayectoria en el Betis porque estamos encantados con que represente a la institución. Por eso, también es uno de nuestros capitanes”.
El nuevo argentino del actual plantel es alguien que ya ha recogido mucha experiencia en el fútbol español. Después de cuatro temporadas y media en Osasuna, donde llegó a ser casi ídolo, el rosarino Ezequiel Ávila, Chimy para todo el mundo, hizo las valijas y llegó a Betis en el invierno europeo. “Chimy ha caído de pie, es un fenómeno. Un chico con unos valores muy buenos”, dice Manu Fajardo.
Momentos después, Chimy aparece para dialogar con LA NACION en el predio Luis del Sol, vecino al Benito Villamarín, donde se entrena y concentra el plantel profesional. Allí aparece el ex San Lorenzo, con algo de apuro, pues está en la etapa de mudanza de su familia desde Pamplona a Sevilla. Chimy es pura sinceridad y carisma. Ya tiene 30 años y los últimos siete los vivió en España. Atrás quedó un pasado durísimo de carencias. “Mis hijas están criadas acá, tengo un hijo que nació acá. Está mi madre y mis hermanos varones... El cambio fue para bien. Con aciertos y errores, pero bien adaptado”, cuenta el delantero, que lleva 6 partidos y un gol en su nuevo club.
“Llegué a una ciudad muy distinta, en cuanto a cultura. En Navarra, en el norte, por ahí las personas son un poquito cerradas, pero con una hermosa cultura, que es la que a mí me formó como hombre en estos años que estuve en Osasuna. Acá en el sur, tal vez por el calor, la gente es más alegre, son más dados, te dan más confianza, te abren más las puertas”, cuenta el Chimy sobre su llegada a la ciudad de Sevilla.
A cada paso en el Betis, queda demostrado que la atracción por los futbolistas argentinos está intacta. Lo cuenta Manu Fajardo, el director deportivo, que en la última Copa Libertadores estuvo siguiendo atentamente a algunos jugadores de Boca: “Barco era alguien que nos gustaba mucho. También hemos seguido a Valentini”, reconoce.
Saben que las características de los argentinos encuadran perfectamente con la filosofía del Betis. Una historia con vaivenes emocionales, con mucho sufrimiento y también años de alegría. Pero de incondicionalidad absoluta. Manque pierda.
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