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Martín Benítez, de la pesadumbre de Porto Alegre a la contención de su hija y un gran reconocimiento
Martín Benítez encontró en Ambar, su hija, el motivo como para no bajar los brazos en las horas más oscuras. El penal fallado ante Gremio, en Porto Alegre, que desencadenó la caída de Independiente en la Recopa Sudamericana, lo había hecho dudar de todo. “¿Por qué a mí?”, se preguntaba el misionero de 23 años, la madrugada del 22 de febrero, arriba del avión privado en el que viajaba el plantel de regreso hacia Buenos Aires. Benítez llegó a su casa apesadumbrado, con una tristeza insoportable. Fue el abrazo de su pequeña niña, a la mañana siguiente, lo que lo alumbró. A partir de ahí volvió a creer.
El paso siguiente fue hacer un descargo. Benítez se sentía el único responsable de la derrota. Tomó su teléfono, abrió la aplicación de Instagram y publicó una carta en la que decía que “no se había guardado nada”, junto a una foto con su hija. Poco después Emmanuel Gigliotti, uno de los más experimentados del grupo que conduce Ariel Holan, salio a apoyarlo: “Van a criticarte una y mil veces, y seguirán haciéndolo hasta el cansancio. Seguirás agarrando las pelotas más calientes, seguirás pidiéndola cuando nadie la quiera. Lo mejor siempre está por venir”, escribió el delantero en su cuenta. Tenía razón: lo mejor estaba por venir.
Benítez, ayer por la tarde, en un estadio Libertadores de América que le agradeció a sus jugadores la entrega en el Arena do Gremio, fue el más aplaudido. Ya en el campo de juego miles de hinchas corearon su nombre. Benítez, por un momento, dudó si era el suyo. Cuando se dio cuenta de que le cantaban a él, levantó la mano derecha, con la izquierda se tocó el pecho a la altura del corazón, y la cancha se vino abajo. Faltaban 23 minutos para alcanzar el pico máximo de la jornada.
Independiente era superior a Banfield cuando Benítez, casi a la mitad del primer tiempo, tomó una pelota afuera de la medialuna del área y fijó el arco de Iván Arboleda como su máximo objetivo. Avanzó unos centímetros, acomodó la pelota y conectó un misil con su pierna derecha, que se le metió al arquero colombiano. Benítez, al borde de la emoción, empezó a correr sin pensar. Se arrodilló sobre la esquina donde se unen la popular Norte y la platea Bochini, justo antes de que llegaran sus compañeros para abrazarlo. En el banco de suplentes, todos se pararon para aplaudirlo. El estadio explotó. Benítez miró al cielo, señaló para arriba y se besó el escudo. Se tapó la cara: debajo lloraba de alegría.
En el último año Independiente evolucionó de tal manera que Benítez, que en otro momento hubiera sido insultado, se convirtió en el jugador protegido por la gente. Antes era resistido, hoy es una pieza clave del equipo. Los años lo transformaron en un futbolista más completo, más pensante y menos impulsivo. Más allá de lo del penal, su camino, sobre todo desde la llegada de Holan, sólo es ascendente. Los altibajos parecen ser algo del pasado. “Lo bueno del fútbol es esto: el otro día me tocó errar el penal y hoy pude convertir. Te da revancha rápido”, dijo luego del partido. “Fue una semana muy dura. Lo importante es que el equipo se repuso rápido. Tengo el apoyo de mis compañeros y de mi familia, que es lo importante”, agregó, antes de referirse al aliento que recibió. “En la semana noté el cariño de toda la gente, así que se los quiero agradecer”.
Lo que ocurrió ayer fue una muestra de afecto a un chico formado en las inferiores del club y un premio a su coraje. “Es –reconoció Holan– una felicidad enorme que Martín tenga el reconocimiento de la gente. Se lo merece, es de las inferiores y sufrió mucho. En Brasil tuvo la valentía de decirme que el quinto penal lo quería patear él”. En la definición contra Gremio, el misionero soñaba con anotar el gol del título.
A los 33 minutos del segundo tiempo Benítez fue reemplazado por Braian Romero. Independiente era claramente superior a Banfield pero no podía ampliar la diferencia. Holan decidió ganar frescura en el ataque y comenzó a cambiar las piezas. Cuando salió de la cancha otra vez volvieron a ovacionarlo. Benítez, que debutó cuando tenía 17 años, se ganó a los hinchas. Por primera vez juega con el apoyo de su gente, algo que le había costado conseguir en otras oportunidades.
Benítez cerró rápidamente la herida que se produjo en Gremio. La Recopa Sudamericana quedó en el pasado. El jueves, en Barquisimeto, Venezuela, Independiente visitará a Deportivo Lara, por la Copa Libertadores, el gran objetivo del año.ß
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