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Claudio Benetti, de héroe de Boca en el Apertura 92 a maquinista de tren
Hace 20 años marcó el gol que le dio a los xeneizes el Apertura 1992; lejos del ambiente del fútbol y sin problemas económicos, vive feliz como ferroviario. mirá video y fotos. Por Pablo Lisotto
A la hora señalada, Claudio Edgar Benetti se hace presente en el lugar pautado: la estación Tapiales del ferrocarril Belgrano. El detalle de la puntualidad no es casual. Está acostumbrado a llegar a tiempo a cada estación, en la locomotora en la que este ex volante maneja el tren cada día.
"Trabajo como maquinista. Entré acá porque en la época que yo jugaba no había manera de hacer una enorme diferencia económica, y como el futbolista no tiene jubilación, surgió esta posibilidad y acá estoy. Laburo cinco horas por día, gano muy bien, y puedo disfrutar de la vida, además de seguir ligado al fútbol, en el equipo del Ferrocarril y el de la Mutual de ex jugadores de Boca", explica Benetti a los 41 años. Y agrega: "Lo que gané lo tengo invertido en Córdoba, en departamentos para mis hijos".
Paradojas del destino, hace 20 años también estuvo a la hora señalada y en el lugar indicado. El 20 de diciembre de 1992, Benetti marcó uno de los goles más importantes de la historia de Boca. El que estableció el 1 a 1 ante San Martín de Tucumán en la Bombonera. El que valió un campeonato. El que le puso fin a la peor racha de los xeneizes sin títulos locales: 11 años.
-¿Te acordás de esa jugada?
-Todos se acuerdan que hice el gol yo, pero en realidad fue una gran jugada del equipo. Comienza con un quite de Giunta. Y si bien es cierto que arranco poco después de mitad de cancha y eludo a Onaindia y Chazarreta, nadie ve que mientras yo encaraba Carranza se iba para un costado, Cabañas se fue para el otro costado, Tapia para el otro, y entonces vi que se me iba abriendo el espacio y encaré. Cuando cambié el ritmo, ya estaba en la puerta del área, y definí como don Ernesto Grillo me había dicho en las inferiores. Fue una fracción de segundo en donde me acordé de una indicación que él me había dado y así fue.
-Lo primero que hacés es treparte al alambrado y subir y subir, ¿qué pensabas en ese momento?
-Me trepo como una manera de descargarme, de toda una semana de tensión porque sabía que no podía jugar mal. Ante la lesión de Villarreal el Maestro Tabárez se la jugó por mí y lo más importante era no fallarle a él. Estaban mis viejos en ese festejo, todos los que me habían ayudado a llegar (se emociona) y, más que nada, yo me trepo a ese alambrado para abrazarme con cada uno de los hinchas… y te hablo con el corazón. Para agradecerles todo lo que me habían bancado. Porque a mí lo que me bancó la hinchada, no se lo bancan a nadie. Ellos siempre destacaron que yo venía de las inferiores. Desde que debuté en primera nunca me putearon, corearon mi nombre, que para mí fue lo más lindo de todo.
-¿Es verdad que casi no recordás la vuelta olímpica?
-Cerca del final del partido Oscar Acosta pateó un tiro libre y me noqueó. Termina todo, me suben en andas, doy la vuelta, saludo a la gente y me empiezo a sentir mal. Ahí pedí que me llevaran al vestuario. Estaba tirado en una camilla y sólo sentía el griterío de la gente. Porque yo tenía los ojos abiertos pero veía todo blanco. Y me dormí y me desperté al otro día en el hospital Durand. ¡No entendía nada!
-¿Cómo fue que terminaste almorzando con Mirtha Legrand?
-Apenas vuelvo del hospital, una mañana tocan el timbre diciéndome que me invitaban a lo de Mirtha. Primero pensé que era una broma, pero bajé con mi mamá y ahí estaba el remis. Así que le dije a mi vieja que aprovechemos para ir y conocerla, ya que la veíamos todos los días. Me recibió muy bien y me regaló una torta de Boca. En realidad no me quise quedar a almorzar. Imaginate, había dos platos, tres tenedores, tres cuchillos, cuatro copas. ¡Dejate de hinchar! Yo en casa tengo plato, tenedor cuchillo, vaso y no busqués más.
-¿Te jodió que se hable de que aquel partido estuvo arreglado?
-No, porque la gente se confunde. Nosotros no pusimos ni un mango. La plata la puso otro equipo, que jugaba a la misma hora en cancha de Ferro, con Argentinos…. Je (N del R: se refiere a River).
-¿Pero entonces no es verdad que la barrabrava fue al vestuario de San Martín para apretar a Solbes, que había marcado el 1 a 0 para los tucumanos?
-Nada que ver. A nuestro vestuario vinieron a apretarnos, porque íbamos perdiendo. Fue una apretada fulera. 40 por ciento de mala manera y 60 para ciento para ponernos las pilas para que no perdiéramos.
-¿Para qué te sirvió aquel gol?
-Para ganarme el respeto de los más grandes del plantel. Había cada nene. Márcico, Giunta, Tapia, Navarro Montoya. Y en esa época a los más chicos se los boludeaba. Si el entrenamiento era a las 10, yo tenía que llegar a las 8.30 para cambiarme en el vestuario. Sino, ellos nos retaban.
-Te tocó vivir la época de los Halcones y las Palomas. ¿Vos que eras?
-¡Yo era un gorrioncito! (risas). Ni hablaba. El Negro Medero y yo ni hablábamos. Yo esperé la oportunidad de debutar en primera, se me dio. Después pude ser campeón con un rol protagónico y eso me sirvió para poder poner los puntos sobre mi persona, ganarme el respeto del grupo. Porque a mí me molestaba que me trataran como un pendejo. Y salir campeón me puso bien, porque ahí me gané mi lugar.
-Después de eso, ¿por qué te vas tan rápido de Boca?
-Por las cosas feas que tiene el ambiente del fútbol. Se va el Maestro, llegan otros técnicos, y como mi pase "no generaba dinero", se me complica. Yo me daba cuenta con las acciones de los técnicos de ese tiempo, que traían jugadores de afuera por un determinado monto, pero después te enterabas que una parte de ese monto se quedaba en el camino. Y entonces como yo "no generaba plata" en ese sentido, decidí resignar guita y me fui a Belgrano, porque yo quería jugar.
-¿Te molestó?
-En parte sí, pero por otro lado no. Primero porque en el ambiente todos saben qué técnicos ganan la plata dignamente y cuáles de esa otra forma, y segundo porque el fútbol en ese sentido es muy justo, porque da revancha siempre. En el primer Belgrano-Boca ganamos 1 a 0 con un gol mío. Lo conocía tanto al Mono que esperé que se tirara al piso y se la piqué. Después lo jodía, le decía: "Mirá cómo te ensuciaste al pedo boludo, ¿para qué te tiraste? Mirate te quedó todo el buzo lleno de tierra, jajajaja". Y si bien grito el gol, no fue para los hinchas de Boca, sino para los que provocaron que yo me tuviera que ir. Con ese gol les demostré que yo estaba para jugar en la primera de Boca, y que ellos no me dejaron.
-¿Te arrepentis de algo Claudio?
-Creo que muchos nacimos en épocas diferentes. Si jugara hoy, con una transferencia estaba hecho para toda la vida. Pero la verdad es que no puedo quejarme. Hice todas las inferiores de Boca, llegué a la primera de Boca e hice el gol del campeonato más esperado por los hinchas. Si yo hubiera tenido que dejar el fútbol después de ese día, lo hubiera dejado sin problemas, porque había tocado el pico máximo de mi carrera. ¿Qué más puedo pedir?
Claudio Edgar Benetti comenzó su romance con el fútbol en las categorías Infantiles de General Paz Jrs., de Córdoba. Llegó a Boca a los 14 años, y debutó con la camiseta xeneize en 1992. Luego pasó por Belgrano de Córdoba (1993-1994), volvió a Boca (1994), y defendió las camisetas de Universitario de Córdoba (1995), Deportes Temuco (Chile, 1995), FBC Melgar (Perú, 1996), Nueva Chicago (1997-1998), Dallas Burn (Estados Unidos, 1999-2001), Huracán de San Rafael (2001-2002) y Estudiantes de Río Cuarto (2002-2003).
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