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El orden ofensivo y el rigor físico del Bayern les ganaron a la rebeldía de los tres delanteros del PSG
Se suele decir que en las finales no hay favoritos, pero en Portugal sí lo había: Bayern Munich llegaba al partido decisivo mejor, más armado como equipo y sólido en todas las líneas. Sin embargo, PSG tenía –desde las cualidades individuales- una característica con la que podría sorprender. El tridente Di María, Neymar y Mbappé suele tener un desparpajo y una rebeldía capaz de desarticular hasta el mejor reloj alemán. Pero la estructura del Bayer se mostró igual de firme y terminó imponiéndose en los duelos individuales y en los tácticos también.
El PSG inquietó cuando la gambeta y la sorpresa de los delanteros fue capaz de dejar mal parado a los defensores rivales. Freno, gambeta, reacción, paredes de primera, todas herramientas que tranquilamente le pudieron haber servido al equipo deThomas Tuchel para irse vencedor en el primer tiempo. El tema fue que dejó pasar la chance. No concretó las situaciones claras que tuvo y el orden ofensivo y el rigor físico del Bayern se terminaron imponiendo con más de un merecimiento.
Por lo general, al DT alemán del PSG suele gustarle jugar con los extremos a pie cambiado. Di María (zurdo) por la derecha y Mbappé (diestro) por la izquierda, con Neymar rotando entre la posición de enganche y falso 9 dentro del sistema táctico 4-3-3. Pero ese espacio del centrodelantero, justamente, puede ser atacado por cualquiera de los tres. Técnica, movilidad y despliegue son virtudes que al tridente le sobran. Tuvo las situaciones, pero le faltó velocidad y precisión de resolución en los metros finales.
Y, justamente, en las chances que tuvo porque los delanteros (por jugar a perfil cambiado contra un adversario tan veloz y tenaz para marcar también) tardaban milésimas de segundos de más para resolver o quedaban perfilados para su pie menos hábil, como la chance que no pudo definir bien de derecha el ex Rosario Central a los 23 minutos del primer tiempo. Di María recibió una pared de Herrera, pero no estuvo fino para resolver. Y cuando los delanteros de PSG resolvieron más rápido que los defensores, apareció el enorme Manuel Neuer.
A los 11 minutos de la segunda etapa, el entrenador activó el enroque de posiciones entre Di María y Mbappé, pero duró segundos. Y enseguida vino el golpe de Coman para el 1-0. Si la rebeldía de PSG perdonó a la solvencia alemana, Coman no en el arco contrario. El tridente volvió a enrocar posiciones: Neymar a la izquierda, Mbappé de 9 y Di María por la derecha, pero ya fueron absorbidos hasta desde lo anímico en cada duelo individual.
Las faltas tácticas de Bayern en campo rival
Bayern no se apartó de su libreto con respecto a la presión alta durante todo el partido y casi todas sus faltas fueron en campo rival. El rigor físico fue parte de la táctica del Bayern para tratar de cortar la habilidad y rebeldía de Neymar, Mbappé y Di María antes que crezcan, que empiecen a volar. Desde el esquema habitual 4-2-3-1, el tándem derecho Kimmich-Gnabry se encargó de las infracciones sobre Mbappé y por la izquierda la sociedad Davies-Coman hizo lo propio con Di María.
Varias veces les respiraban en la nuca y les ganaban sin infracción, claro. Por el centro, salieron lejos Goretzka y Thiago Alcántara o hasta Muller retrocedía para tomar a Neymar. La defensa del equipo de Flick tuvo bastante trabajo, porque las descargas largas de Marquinhos y Paredes a la espalda de Kimmich complicaron más de una vez. Pero Neymar no tuvo una buena final: por impotencia, terminó amonestado por una falta sobre Lewandowski.
En cuanto al ataque, el juego externo y los "centros-gol" estuvieron al orden del día. Así hizo varios de los 42 goles que había marcado el equipo alemán en la actual Champions antes de la final. Y por esa vía fue el 1-0 de Coman, tras un envío preciso de Kimmich desde la derecha al segundo palo. Pero el orden ofensivo del Bayern terminó siendo letal: cada uno en su rol, cada uno en su puesto.
La "sorpresa" del orden ofensivo alemán fue que casi todos cumplieron con su responsabilidad sobre qué zona atacar (con o sin la pelota) y qué zona presionar. También para respetar ese entendimiento de las sociedades. Muller y Lewandowski, unas bestias del buen juego y el porcentaje de aciertos en la toma de decisiones, no pararon de empujar y ser la bandera de un equipo que no paró de presionar en campo rival. Terminaron minimizando a todo el PSG.
La amarilla de Paredes, otro mensaje para Scaloni
Un párrafo aparte para Leandro Paredes: había arrancado bien, jugando más suelto que en la selección, ya que Marquinhos fue el 5 tapón. Pero increíblemente lo amonestaron por protestar en una final de Champions y minutos después fue reemplazado. Si la eliminación de Barcelona le dejó un claro mensaje a Lionel Scaloni (DT de la selección) sobre cómo (no) rodear a Messi en función del armado del equipo catalán en la Champions, esta final le marcó que Paredes sigue pensando más como enganche que como 5.
Sigue jugando mejor cuando aparece por el centro, pero más suelto, antes que cuando debe ser el eje en una parada difícil. Marquinhos recuperó el doble de pelotas que él, siempre tuvo una visión más táctica e inteligente. La amarilla infantil que recibió Paredes, parece que se la mostraron más al enganche que daba sus primeros pasos en Boca que al jugador supuestamente consolidado en ese puesto en Europa. Todos los detalles cuentan. Y más en una final de Champions League.
PSG no hizo una mala final, pero no brilló. El que sí lo hizo fue el bloque granítico de un Bayern Munich que se adueñó de Europa teniendo la misma intensidad para atacar que para defender. Y sosteniendo ese ritmo avasallador del primer al último segundo del partido.
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