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Bati y Cani, la nostalgia se vuelve presente
Uno de los signos del ciclo de Marcelo Bielsa fue el aprovechamiento de buena parte del plantel que antes había pasado por manos de Daniel Passarella. En ese sentido, el actual técnico actuó sin egoísmo ni personalismos excesivos. Muchas veces, para salir de un fracaso o de una experiencia poco positiva, como lo fue la campaña del seleccionado del Káiser en el Mundial 98, el nuevo entrenador que asume se inclina por cambios radicales para imponer su impronta personal. Bielsa no se dejó llevar por el tremendismo.
Tomó lo que a su criterio era el mejor material de su antecesor y armó un equipo con un estilo y personalidad definidos. Su convencimiento en una idea de juego y la evolución de un plantel que alcanzó el punto de maduración que oscila entre los 27 y los 32 años, se conjugaron para que el seleccionado trepara en el reconocimiento internacional.
Así como Bielsa se nutrió del legado passarelliano, que estaba muy vigente por la edad de los jugadores, parecía superado el tiempo para rescatar algunas de las fórmulas exitosas que dejó la gestión de Alfio Basile, entre 1991 y 1994. Porque la pareja Claudio Caniggia-Gabriel Batistuta, que se reencontrará para el amistoso del 17 del actual ante Alemania, ya había quedado archivada como uno de los documentos ofensivos más disfrutables de la primera mitad de la década del noventa.
Bati y Cani son los highlanders de este seleccionado, ya sin tener todo el futuro por delante, como cuando coincidieron por primera vez con la celeste y blanca en junio de 1991 (1-1 en un amistoso con Brasil, con gol de Caniggia). Aquella sociedad no sólo prometía por juventud (Caniggia, 23 años; Batistuta; 21), sino también por la velocidad llena de sentido futbolístico del puntero y la potente voracidad goleadora del centroatacante. Ellos dos fueron los principales artífices de la Copa América de Chile 91, una conquista para ponderar no sólo por el valor del título, sino también por la abundancia de fútbol y goles que entregó aquel equipo.
Ambos siguieron un camino paralelo en el seleccionado, sin poder ratificar el poderío de la alianza en el Mundial 94, donde el eje del conjunto volvió a Maradona. El doping de Diego y la lesión de Caniggia desvanecieron el sueño.
En la época de Passarella sólo compartieron una formación en un par de encuentros por las eliminatorias. La última vez que asomaron juntos por un túnel fue el 2 de junio de 1996, en el 0-2 ante Ecuador, en Quito. Hoy, con 33 años Batistuta y 35 Caniggia, el seleccionado parece meterse en el túnel del tiempo. Justo cuando la mirada apunta hacia adelante, a ese Mundial que está a la vuelta de la esquina. La nostalgia se vuelve presente con dos símbolos sagrados del seleccionado.
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