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Barracas Central, eje de las miradas: el equipo del presidente de la AFA y los reiterados escándalos que no puede frenar ni la tecnología
Se privilegia un fútbol bajo sospecha, con o sin la instrumentación del VAR
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Facundo Sava no fue un enorme goleador, pero sí goleador al fin: pasó los 100 goles y se dio el gusto de jugar en un grande como Racing, por ejemplo. Y no le interesaba sólo la pelota: también lo atrapaban los libros. Formarse. Ver un poco más allá. Por eso estudió Psicología Social y se recibió. Como tal, entiende un poco más que cualquiera de nosotros lo que pasa por la mente, el significado de las emociones. Pero no deja de ser humano. Como todos.
En la noche del martes, en la cancha de All Boys, ya no ejerciendo de futbolista ni de psicológo social, sintió impotencia. Con 48 años, y como entrenador, se sintió avasallado. Impúdicamente estafado. Cuando se consumó la derrota por 2 a 1 del equipo que conduce, Patronato, de Paraná, frente a Barracas Central, el conjunto de los ascensos meteóricos no exentos de polémicas y sospechas (porque esto no es de ahora), ingresó en el campo de juego para increpar con vehemencia al referí del partido, Jorge Baliño, al que empujó ante una batahola general. Ya lo había insultado durante el partido, razón por la que fue expulsado.
Pero volvió a ir sobre el referí porque su indignación era enorme. Y al retirarse, emocionalmente tocado, los libros quedaron de lado y le dio paso al Sava visceral. “Siento ganas de llorar. Tengo ganas de no dirigir nunca más”, dijo ante el primer micrófono que se le cruzó. Angustiado. Conmocionado. Sintiéndose despojado en medio de la lucha de su equipo por evitar el descenso. Sonó como cualquiera de los argentinos que hoy elige Ezeiza como salida para un futuro mejor, estafados por la ineptitud, la desidia y la decadencia dirigencial.
El VAR, o quienes dirigen al VAR para ser precisos, volvió a hacer de las suyas. Retomemos el hilo de una cuestión a la que nos referimos en ocasión a la polémica por el gol anulado a Matías Suárez en el último River-Vélez por la Copa Libertadores. El VAR sirve. Podrá gustar o no su utilización, pero sirve. Es un progreso. Se sabe de su utilidad en el rugby, en el hockey, en el tenis, en el polo, en el básquetbol. Si en el futbol despierta sospechas, quejas airadas, fastidio y percepción de despojo, el problema no es la tecnología, sino los vicios del fútbol. Desde los que pretenden un “VAR a medida” hasta los que lo utilizan con un criterio particular y arbitrario.
Se presagiaba que el VAR en la Argentina podría traer más problemas que soluciones. No por la tecnología, que se entiende que es más eficaz y certera que mil Baliños juntos, sino por el uso discrecional de la herramienta. Y más allá de los aciertos que hubo desde que se puso en vigencia y también de las decisiones más discutibles, Barracas Central entra en una categoría diferente al resto por una cuestión de percepción. Es el equipo del presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia. Las quejas, las polémicas, no son de ahora, como se sostiene. Puede haber exageraciones, sí. Como también hay certezas. En los últimos años sobraron las controversias en derredor de este equipo. Cada fin de semana en las redes sociales circulaban videos de decisiones arbitrales (u omisiones garrafales) en los que mayoritariamente se favorecía al equipo de los Tapia. Las quejas quedaban en la anécdota de lo que “todos dan por descontado”, pero ante lo que “nadie hace nada”. Sucede que los dirigentes de los clubes son los mismos que, otro día, levantan la mano sin preguntar para avalar las decisiones del presidente de la AFA. No hay mucho misterio.
El VAR, con Jorge Baliño como ábitro, ya había favorecido a Barracas Central en ocasión del partido con San Lorenzo: una acción con posible penal a Adam Bareiro no fue revisada y se le anuló mal un gol a Jeremías James. Fue en este mismo torneo, a principios de julio (ayer nomás, diríamos), y también en la cancha de All Boys. En esta oportunidad puede inferirse que claramente vio “otro partido” respecto del que se observó en el VAR. Porque en rigor, a primera instancia no vio nada de lo que luego terminó sancionando o modificando. En el primer gol anulado a Patronato hay despeje de un defensor y un roce en una suela de un jugador visitante: se consideró ese factor para validar la posición adelantada del jugador de Patronato.
El otro gol anulado, que le daba la victoria por 2-1 al visitante, trajo en simultáneo la sanción paralela de un penal en la acción previa para Barracas Central. Baliño quedó petrificado frente a la jugada, delante de sus ojos, a tres metros. Durante tres segundos se quedó mirando fijo cuando ya la pelota había salido de la zona. Vaya a saber qué pensaba en ese instante. Después, ante el llamado del VAR, vio un foul fantasma, dio penal para Barracas y, claro, anuló el gol de Patronato. Antológico. Fue un acierto, sí, la expulsión de Castro por planchazo a un rival. Casi una patada de taekwondo que Baliño no advirtió.
Lo peor de todo fueron las posteriores declaraciones de Federico Beligoy, exreferí, encargado de las designaciones arbitrales, por radio La Red: “Las tres decisiones tomadas por el VAR están bien sancionadas. Hay desinformación periodística”. Porque Baliño puede no ver en la cancha, y en todo caso será un resorte de la entidad que lo elige para dirigir un partido dilucidar si está capacitado o no para hacerlo. Pero Beligoy observa reiteradas veces la acción con decenas de cámaras y se equivoca hasta con las repeticiones. Cabe preguntarse, sí, por qué volvió a designar a Baliño para un partido de Barracas Central como local cuando ya le habían pifiado feo con San Lorenzo.
Puede darse la situación de que no haya acciones premeditadas de favorecer al club del presidente de la AFA, y que existan referís que quieran ser demasiado generosos por decisión propia, sin necesidad de que se lo pidan. Puede que no exista nada de esto y que todo sea obra del destino. Lo cierto es que situaciones anormales como las de este martes pueden llevar, además de lo deportivo, a connotaciones indeseables, como todos los desbordes que se vivieron al finalizar el encuentro. Con jugadores forcejeando con la policía, demoras en la salida posterior de los vestuarios, intervención de una fiscalía. Disparatado todo.
Fue muy extraño ver a Facundo Sava totalmente desorbitado. Nadie pide que le regalen penales ni fallos. Sí que haya mayor justicia. Sintió que no la tuvo y muchos coinciden con él. Porque justicia deportiva es lo que precisamente sigue sin conseguirse del todo. Cinco años transcurrieron desde la instrumentación de la tecnología en el fútbol en Sudamérica. La percepción de equidad no aflora natural y nítidamente por estos pagos. Antes se sospechaba de los fallas humanas. Ahora se sospecha de las fallas humanas al servicio de la tecnología. En un país donde todo es mirado de reojo, la primera indicación seria de un presidente debería ser “equidad exacerbada para los partidos de mi equipo”. Ser y aparentar, que le llaman. Pero se privilegia un fútbol bajo sospecha. Con o sin sistema.
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