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La coreografía de un consuelo: Barcelona venció a Alavés y es el tricampeón de la Copa del Rey
En el Vicente Calderón, venció 3-1 con tantos de Leo, Neymar y Paco Alcácer; Mascherano salió lesionado antes de los 10 minutos de juego
MADRID.- Al Barça se le hacía exagerado el festejo en la medianoche madrileña. Los jugadores recorrían el césped del Vicente Calderón repartiendo sonrisas sin euforia, posaban con sus hijos, le daban besos administrativos a la Copa del Rey. Era la coreografía de un consuelo.
El título que repite por tercer año consecutivo sabía a poco para un equipo de presupuesto multimillonario, construido para la gloria, y que esta temporada terminó opacado por el Real Madrid en la Liga y en la Champions League.
Pero la firma de un triunfo obligado ante el modesto Deportivo Alavés le dejó al Barça un destello de ilusión: la certeza de que para la reinvención a la que está abocado cuenta con la ambición y el talento inagotable de Lionel Messi.
El rosarino fue el dueño del partido. Sacó del letargo a un equipo espeso en la circulación y distraído en defensa. Parecía el único con camiseta blaugrana capaz de equiparar el entusiasmo casi amateur con que el rival -virgen en campeonatos- enfrentó la final.
Un gol fabuloso de Messi desde fuera del área abrió la cuenta a la media hora. Una asistencia inverosímil a Paco Alcácer después de desparramar a cuatro rivales adornó el 3-1 definitivo en el descuento de un primer tiempo para el recuerdo del 10 argentino. Tan desequilibrante en la gambeta como en la fría lectura táctica del juego.
Sus números del año contrastan con el desempeño gris de este Barça que abandona Luis Enrique. Hizo 54 tantos en 52 partidos -una de sus mejores marcas-, suficientes para ser el goleador de todas las competiciones que disputó (Cristiano Ronaldo todavía puede alcanzarlo en la Champions si convierte en la final) y llevarse el Botín de Oro como máximo anotador de las ligas europeas.
La era Messi se prolonga sin final a la vista, mientras los hinchas culés ruegan que resuelva cuanto antes la renovación de su contrato. Sumó su vuelta olímpica número 30 en el club, un récord del fútbol español que comparte con Andrés Iniesta y que sólo un puñado de leyendas supera en el mundo.
Ratificó, además, su condición de hombre de finales cuando tiene la camiseta blaugrana puesta: 26 goles en 25 partidos con un título en juego (un brutal contraste con sus números en la selección mayor, con la que perdió 4 de 4, sin marcar un solo gol).
El duelo con el Alavés de Mauricio Pellegrino no le ofrecía a Messi la adrenalina de una hazaña posible. Ni siquiera se habían llenado las gradas del Calderón en su última función como sede de un partido oficial, antes de la demolición programada para el verano europeo.
Era una noche de despedidas. Del estadio, de Luis Enrique, acaso de muchos de los históricos del Barça multicampeón cuyo destino podría estar en otra parte. Hasta el árbitro, Clos Gómez, dirigía por última vez antes de retirarse.
Las tribunas -vascos y catalanes, otra vez- repitieron el ritual de silbar el himno de España y despreciar al rey que pone nombre a la Copa.
Quedaba la duda de si el Barça sería capaz de sobreponerse a la apatía de una final sin épica. Pero Messi entró al Calderón con un nivel de concentración sobrenatural y decidido a maquillar la floja temporada de su equipo. Empezó recostado a la derecha y se tiró al centro cuando entendió que por allí podía desarmar el planteo táctico de Pellegrino. Acabó jugando por izquierda, como hacía tiempo no lo hacía. Corrió, recuperó, deslumbró con cambios de ritmo letales.
Su energía sacó al Barça del pozo en el que parecía haber entrado en el minuto 10 cuando Javier Mascherano tuvo que dejar el campo con un inmenso corte en la cabeza y, producto de la caída, una lesión en la rodilla de apariencia seria.
Cada vez que la pelota pasaba por él se aceleraba todo. En el minuto 30 Neymar le propuso una pared cerca de la medialuna del área, le sirvió la pelota limpia y él le aplicó un toque sutil con el pie izquierdo para superar por alto al arquero Pacheco.
El juvenil francés Theo Hernández -futuro jugador del Real Madrid- sorprendió de inmediato con un tiro libre descomunal que puso el empate. Pero antes del descanso otra jugada colectiva en la que Messi puso en posición de remate a André Gomes terminó en el 2-1. Lo hizo Neymar, en la boca del arco. El gol más fácil de su vida.
Enseguida el argentino bloqueó el puesto del jugador más valioso de la final con un zigzag fulminante con el que entró al área, dejó a cuatro rivales mareados y habilitó sin mirar a Alcácer, que por una vez no falló. Partido terminado.
En el segundo tiempo Messi siguió moviendo los hilos de un cuadro que contaba los minutos para terminar un año oscuro -en la cancha y en los tribunales-. El Alavés luchó con orgullo, incapaz de torcer el destino, pero con ganas de irse con la cabeza alta.
Llegó el final. Iniesta alzó otra copa. A Luis Enrique los jugadores lo revolearon por el aire. Sus nueve títulos en tres años callarán con el tiempo a quienes lo acusan de haber desarmado la máquina exquisita del Barça.
En su lugar asumirá, casi con seguridad, Ernesto Valverde, ex del Athletic de Bilbao. En la lista de posibles salidas se anota hasta el mítico Iniesta. Mascherano, Jordi Alba, Arda Turan, acaso Rakitic podrían dejar el club. Se habla de la necesidad de revivir la cantera de la Masía, de encontrar un nuevo cerebro en el medio, de modernizar el sistema.
Mientras tanto queda Messi para enfrentar la angustia de la refundación.
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Los números de Messi en la temporada.
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