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Julio Falcioni en Banfield y Miguel Russo en Central: la pasión de la experiencia, todo un símbolo de la resistencia
En el Sur, Banfield superó a Rosario Central por 3 a 0; detrás de los 90 minutos, una historia: dos técnicos que luchan contra los molinos de viento
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El fútbol argentino suele despreciar la voz de la experiencia. Se nutre, en líneas generales, de las modernas camadas, la tecnología de los drones sobre el pizarrón. Entre otros rubros, por la cercanía con los intérpretes que tienen otros códigos de vida. El mundo se transforma de modo vertiginoso y el juego profesional es parte de ese paradigma. “No dirijo porque no me contratan, ¿qué querés que haga?”, advertía, con impotencia Mostaza Merlo, días atrás, en un programa de TV.
-¿Pero no te llaman?, le preguntaron.
-No, uno sale del circuito y es más difícil, ojalá pudiera dirigir, pero sé que entrar en el circuito es muy difícil.
-¿Crees que hay un prejuicio con la edad?
-Acá sí, acá como futbolista, cuando teníamos 30, 31 ya estábamos grandes, nos ha pasado a todos.
Mostaza tiene 73 años. Símbolo de River y de Racing (de uno y del otro lado del mostrador), sólo dirigió a Racing de Córdoba y Defensores Unidos, de Zárate, durante los últimos cinco años.
La referencia resulta todo un símbolo, ya que este lunes, en uno de los encuentros de la Copa de la Liga (Banfield superó a Rosario Central por 3 a 0, con goles de Sebastián Sosa, Juan Álvarez y Jesús Soraire), se citaron los dos entrenadores más veteranos de nuestro medio. Julio César Falcioni y Miguel Angel Russo (símbolos del Taladro y del Canalla) tienen 67 años. Superaron serios problemas de salud, dirigieron a gigantes en tiempos no tan lejanos (Independiente, uno, Boca, el otro) y mantienen el deseo inalterable por la profesión. Ganaron títulos, fueron finalistas de Copa Libertadores en Boca, tuvieron su impronta en el exterior. Y lo siguen intentando, un poco por el cariño que les tienen a las instituciones, pero, sobre todo, porque no se imaginan en sus casas. De hecho, Falcioni tuvo un paso fugaz como manager. No se sienten cómodos en una oficina.
De todos modos, nuestro medio no les ofrece una mejor recompensa. Cuando “salen del circuito”, como señala Merlo, quedan con un pie y medio afuera del círculo rojo. Desaparecen de escena. Creen que perdieron el deseo de entrenar, de enseñar. Pierden en la lucha ideológica con la juventud, el bello tesoro que se lo lleva puesto todo. Independiente cambió a Ricardo Zielinski (en octubre cumplirá 64 años) por Carlos Tevez, que a los 39 años es el segundo DT más joven de los 28 que conducen en el certamen. ¿El más juvenil? Está en Avellaneda, también: Fernando Gago, de 37 años.
“Es muy lindo mantener la vigencia como entrenador”, asume Falcioni. No hay que viajar demasiado y cruzar el océano, para vislumbrar que en las cinco principales ligas de Europa suelen haber entrenadores que cruzan la barrera de los 60 años. El Brasileirao, por ejemplo, es un espejo esencial: Ramón Díaz hace un mes y medio que dirige a Vasco da Gama, ganador, pícaro y desafiante como siempre. Este martes cumple 64. Más allá del Pelado, hay dos conductores que dirigieron en los mejores equipos del mundo. De talla Mundial. Wanderley Luxemburgo, a los 71, conduce a Corinthians. Empezó a dirigir en 1983, hace cuatro décadas: de la selección de Brasil a Real Madrid, para abajo, las pasó todas.
Luiz Felipe Scolari, el entrañable Felipao, va a cumplir 75 el próximo 9 de noviembre. Conduce a Atlético Mineiro. Su debut como DT fue un año antes que su colega y también las pasó (y las ganó) todas. Campeón del mundo, por ejemplo. En una reciente entrevista con la página oficial de FIFA, el gran hombre acepta algunas recetas. “En el aspecto emotivo no cambia nada (el paso del tiempo). Me cuesta aceptar que podamos perder, es de todo punto inaceptable. Son las emociones que viví hace treinta años y que se repiten hoy. Durante las competiciones, siempre hay ese momento de pánico, de estar pendiente de los resultados, de tener a los hinchas preocupados a veces y que de repente se enfaden un poco con uno. Y nosotros queremos agradar a la afición”, suscribía.
Decía que su familia prefería que estuviese en su hogar, cuidando a sus nietos. “Hace mucho tiempo que quieren tenerme en casa. Aunque los clubes también son mi casa. Pero los hijos quieren estar con su padre, y lo mismo ocurre con mis nietos y mi esposa”, contaba. Hay dos respuestas centrales que grafican la pasión por el oficio.
-¿Cuáles son los retos de estos nuevos tiempos para usted? ¿Qué ha cambiado desde sus primeros títulos?
-Ha cambiado bastante. La forma de trabajar, la forma en que los jugadores abordan las competiciones. Hoy puedo decir que las relaciones son mucho menos personales, no hay tanta implicación. El trabajo colectivo ya no es tampoco igual de importante a la hora de decidir partidos. Hoy en día hay muchos datos estadísticos, muchos métodos nuevos, situaciones que han evolucionado de tal manera en el aspecto físico y técnico que si uno no se adapta, no tendrá ninguna opción en una semifinal o en una final. Pero lo que percibo es que los planteles y los equipos lo viven de una forma un poco distinta a lo que ocurría en años anteriores.
-Entonces, ¿la mayor dificultad está en los factores de fuera del campo, el entorno?
-Actualmente es muy complicado controlar todos los factores externos. Influyen en muchos aspectos; afuera hay muchas secuencias que no conseguimos dominar, y muchas veces eso se refleja dentro de la cancha, en los entrenamientos. En mi opinión, esas secuencias externas no son las más correctas para los futbolistas y los equipos. El mundo actual, principalmente debido a la tecnología, está mucho más centrado en el aspecto individual que en cualquier situación de grupo.
Lo grupal, lo individual. El trabajo en equipo como factor esencial en el desarrollo y, desde allí, la aspiración del éxito. Lo que quieren todos, en definitiva. El partido terminó, Julio y Miguel se dieron otro largo abrazo. Y cada uno piensa en lo que viene: tácticas y estrategias para ganarles a sus próximos rivales. Al futuro. Allí es cuando viene al recuerdo una conmovedora imagen pública. Falcioni y Diego Maradona, el fútbol y la vida. El diálogo fue difícil de descifrar, pero queda esta maravillosa síntesis.
–Vos me atajaste dos penales en un partido, yo pateo como el culo (Maradona)
–[ríe Falcioni] Cuidate.
–Sí, vos también. Cualquier cosa que necesites estoy en Buenos Aires. Cualquier cosa, pero cualquier cosa que necesites.
–Gracias. Vamos, con ganas.
–Sí, con ganas.
–Cuidate, Diego…
–Sí, cómo no me voy a cuidar.
–Esto te da vida, el fútbol te da vida.
–Claro, esto es lo que nos da vida.
Y además, hubo un partido: un rocoso 1-1 entre Banfield y Gimnasia, que fue lo de menos.
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