Banana y Maldivas en el desierto: el paraíso escondido frente a los ojos de la Copa del Mundo
En el increíble complejo turístico creado frente a las costas de Doha el lujo desborda a cada paso
BANANA ISLAND.- Desde la bahía de Doha no se ve. Pero ahí está. Entre la bruma, escondida aunque se encuentre frente a los vastos ojos de la Copa del Mundo. Hay 11 kilómetros de distancia y no muchos la descubrieron. Basta cruzar la calle para esquivar el transitar desmañado de las hordas turísticas en Souq Waqif y llegar al puerto de Dhow. Allí se encuentra el cartel que señala: “Banana Island Terminal”.
El muelle permite ingresar a una construcción de tres salas contiguas en las que ya se percibe el lujo. Desde allí parten los botes. Apenas 25 minutos de navegación y del otro lado… el paraíso.
Banana es una isla natural (aunque todo lo que se hizo sobre ella es artificial), con una forma que da origen a su nombre. Una superficie rocosa y con pocos atractivos se convirtió en un complejo suntuoso en menos de 30 meses y se inauguró en 2015. Como casi todo en Qatar, vertiginoso y ostentoso. La constructora Urbacon ganó el concurso para el proyecto original de la cadena tailandesa Anantara, que tenía un objetivo que parecía imposible: replicar las islas Maldivas frente al desierto. Y ese desafío también lo cumplieron.
En esa especie de atolón se recuperaron las tierras, se hicieron escolleras, rompeolas, muros de muelle y un puerto para 30 embarcaciones y yates privados. También una formación externa en la parte cóncava, para proteger una playa de 800 metros. La isla tiene 1100 metros de largo y 117 de ancho. Y el lujo desborda a cada paso.
Agua turquesa, hamacas sobre el agua, sombrillas de paja, reposeras, palmeras, piscinas... Hasta carros de golf para recorrerla pese a que las distancias entre todo son muy cortas. ¿Cómo sobrevive sin más que agua salada a su alrededor? Tiene su propia planta de ósmosis inversa para potabilización y tratamiento de aguas residuales. También su propia generación de energía.
Los detalles están tan cuidados que las torres de comunicación y telefonía están encubiertas por estructuras que simulan ser palmeras gigantes.
Desde la llegada, un grupo de personas cantan y tocan bongos para dar la bienvenida a la gente. Las alternativas dentro son muchísimas. El descanso está asegurado: cuartos de relajación, desintoxicación y antiestrés, una sala de helechos de oxígeno, jardín botánico interior y piscinas de hidromasaje.
¿Deportes? Buceo, kayak, snorkel, surf en el simulador de olas, ciclismo, golf, tenis, tenis de mesa, voleibol… También hay un parque acuático para niños. Y entretenimiento: cine, bowling, simuladores de Fórmula 1.
Desde las propuestas gastronómicas, hay sabores de Oriente Medio, asiáticos y los clásicos de la cocina americana e italiana. En las excursiones de un día todo se puede elegir. Hasta está incluido un surtido de mar con langosta.
El más impactante de los restaurantes es el Arabian, con un prominente balcón sobre el agua que permite una experiencia inolvidable. A sol o a sombra: hay espacio para que todos elijan. Eso sí, en invierno, por la noche, puede soplar viento frío. Los empleados, increíblemente serviciales, acercan coquetas estufas de gas que acompañan las mesas y elevan la iluminación tenue.
¿Cómo se puede ingresar en la isla? O bien realizando una reserva en el resort, con 141 habitaciones, o en algunas de las casas o los bungalows sobre el agua, o en una excursión de un día que incluye acceso a los restaurantes, una actividad deportiva y sector de piscinas (150 dólares).
¿Los precios? Hay muchas variantes, pero la noche la habitación para dos personas, en el hotel, varías según la categoría, entre 350 y 480 dólares. El precio puede aumentar en momentos puntuales, como durante el Mundial de fútbol o en fin de año. Las suites para cuatro personas cuestan entre 1300 y 1900.
Y la gran estrella de la isla, los bungalows sobre el agua, el detalle que la asemeja a Maldivas: 2600 dólares (para seis personas) y 6300 por noche para diez.
Un detalle: las viviendas ubicadas en el lado convexo tienen una ligera ventaja, porque su horizonte es el Golfo Pérsico, desde allí se ve el amanecer: Los que alquilan casas en ese sector tienen, además, playas privadas. Las vistas hacia la otra orilla apuntan a lagos artificiales y piscinas, pero en el fondo está el aeropuerto y el puerto, detalle que para algunos “afean” la visual. De ese lado se observa el atardecer y se puede ver despegar y aterrizar los aviones.
Suele decirse que a los qataríes les gusta copiar lo mejor del mundo. Y como tienen dinero, jamás dejan de intentarlo. Tienen sus propias galerías Lafayette, su Little Venezia, sus estadios fabulosos para jugar un Mundial de fútbol… y su paraíso al estilo Maldivas.