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Azar y fanatismo de un club cordobés: el River que juega con los colores de Boca
BELL VILLE, Córdoba.– Son jugadores de River y usan los colores de Boca; hay hinchas boquenses, pero juegan para River. Lo que parece un juego de palabras o una broma, es moneda corriente en Bell Ville (Córdoba), donde hace 95 años unos pobladores no se ponían de acuerdo con el nombre del club que querían fundar. Es que había millonarios y xeneizes por partes iguales y ambos querían homenajear a su pasión. Pusieron dos papelitos en un sombrero. El primero que saliera, sería nombre; el segundo color de la camiseta. Así nació el River de camiseta azul y oro. El nombre completo es Club Atlético y Biblioteca River Plate.
A 210 kilómetros al sudeste de la capital cordobesa, Bell Ville es la "capital nacional de la pelota de fútbol" porque allí se fundó en 1931 la primera fábrica de pelotas de la Argentina: Dale Más. Con 45.000 habitantes, tiene cinco equipos de fútbol (dos de 100 años de antigüedad). "Acá es todo humor; nadie pierde la amistad por un partido", dice a LA NACION Aldo Arguello, extécnico de River y encargado de la coordinación del área de fútbol.
René Mangini, presidente de River, comenta que no hay actas de los ’20 que expliquen cómo se creó el club, sino que se rearmó la historia por los testimonios de familiares de los fundadores. Recuerda que, hace unas décadas, los expresidentes de River Plate, Antonio Liberti, y de Boca, Alberto J. Armando, se acercaron a la institución y ofrecieron "ayudarlos", darles indumentaria y algún aporte para que cambiaran nombre y camiseta. "Asamblea mediante se decidió que no; la historia es importante y ganó".
Del River de camiseta azul y amarilla salió Adelqui "Chiqui" Cornaglia, exjugador de Rosario Central. Argüello menciona que los clubes santafesinos usan la zona como "cantera" y que los cordobeses recién se sumaron ahora a buscar jugadores por la región. River de Bell Ville juega en la B de la Liga bellvillense, que agrupa a 25 equipos.
"Tenemos cuatro o cinco chicos con muy buen futuro, pero claro, en el fútbol pesa la suerte", describe Mangini, y anota a Ignacio Córdoba, volante de creación; Elías Gómez, que juega de 5 o 6, y a Axel Beatri, delantero. "Claro que soñarán llegar al fútbol grande, a Boca o a River, pero acá no hay tirantez; son compañeros, se cargan, se hacen chistes y ahí termina la rivalidad".
La buena convivencia llega a la comisión directiva. Mangini es de Boca y la vicepresidenta, Alejandra Barzabal, de River "de los dos lados". Ella se sumó a la conducción después de pasar toda la vida en el club, con su padre y hermano, y yendo a ver jugar a su novio, "ahora marido". ¿Cuándo se decidió? "Como la entidad estaba deteriorada, sin cancha propia porque se había concesionado, vimos que hacía falta gente joven, un cambio".
Agustín, su hijo de 16 años, es arquero de River e hincha de Boca. "Cuando era chiquitito no entendía mucho el tema y preguntaba. En el pueblo nos reímos, es folklore". En el club admiten que la gente que no lo conoce entiende que están haciendo una broma y no creen que la dualidad de nombre y camiseta sea verdad.
LAS BROMAS SIGUEN
A días del duelo futbolístico más importante de la historia -la final de la Copa Libertadores que enfrentará a River y Boca- el ritmo en el club bellvillense no se altera, aunque vinieron a hacerles entrevistas de cadenas internacionales. En su web intentan resumir su realidad con una frase: "Un club dividido, pero unido".
"Tenemos 250 chicos en la escuela de fútbol, somos parte de la vida de la ciudad. No vamos a cambiar colores y nombre. Los River y Boca porteños son parte del fútbol mundial; acá es otra cosa", insiste Mangini. El millonario de Bell Ville salió campeón una vez en su historia y sus directivos están contentos porque construyeron una nueva sede y tienen cancha propia, "a la que le falta un poco, pero podemos jugar".
Ni el domingo de la primera final ni el próximo sábado habrá alguna reunión especial. Como en los pueblos, los jóvenes van poco a la sede social de los clubes, concesionaron el salón para restaurante, así que "cada uno lo verá donde quiera; tenemos hinchas de todos los clubes, se convive, con la cargada lógica de algún partido y un lunes duro para el que perdió".
Mangini reconoce que "no tenemos muchas pretensiones en el fútbol; peleamos las clasificaciones, pero no gastamos. Acá nadie vive de la pelota; todos trabajan o estudian". Las bochas son el orgullo del River cordobés: José Donato Ghío, el "Maestro", se consagró campeón mundial en Montevideo en 1957. Era bochófilo del club donde todavía se hacen dos torneos anuales de los que participan jugadores de todo el país.
Salvo por estos días, cuando trascienden los límites de Córdoba por la pelea futbolística de sus "parientes" porteños, la vez que más cerca estuvieron de ser conocidos en el país fue cuando Juan Ramón Verón, el campeón de la Copa Intercontinental 1968 con Estudiantes de La Plata y padre Juan Sebastián "la Brujita" Verón , estuvo a punto de dirigir a River. El sueño quedó trunco.
Por ahora, luce otro distintivo: en el mundo de habla hispana no hay ningún club que una nombre y colores de rivales. No hay un Barcelona que entre con los colores del Real Madrid en la cancha; para ver algo así hay que venir a Bell Ville, donde los de River se calzan la camiseta de Boca y se abrazan cuando marcan un gol.
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