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Auténticos y rufianes, se equivocaron todos: el fútbol argentino (siempre) puede estar peor
La ausencia de equipos argentinos en el tramo decisivo de los torneos continentales no es una señal, es una consecuencia lógica del estado de la cuestión
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Una vez, la AFA descubrió un “vacío legal” en sus propios reglamentos e inventó un partido desempate entre Boca y Vélez para definir al último clasificado a la Copa Libertadores. Eran los últimos días de 2013, y el escándalo por la improvisación indignó a todo el mundo del fútbol. Se dijo, incluso, que más abajo no se podía caer. Si hasta algunos conductores de TV, que administran sus enojos con criterios de lobystas de la City, golpearon mesas con cara de circunstancia. “Qué malos son… y qué malo soy”, podía leerse entrelíneas. Unos y otros, auténticos y rufianes, dirigentes e hinchas, protagonistas y observadores, coincidieron en el error: las cosas todavía podían hacerse peor. No lo asevera este ignoto cronista: lo dicta la ventaja que da el tiempo transcurrido.
No es que la historia sea irreductiblemente circular. En el caso del fútbol argentino, se trata de una línea que se desliza por una pendiente y nunca cambia de sentido. Delicias del archivo, de cuando a la prensa extranjera todavía le llamaba la atención lo que aquí pasaba: “La ‘locura’ ha echado raíces en la Liga argentina, desnortada por los continuos cambios de formato, perdida en busca de una identidad. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) dictaminó la semana pasada el aumento de equipos para la competición en 2015, pero todavía debe decidir cómo hará digerible ese bocado tan pesado: si en un torneo largo a una vuelta de febrero a diciembre o a la europea, a partir de mitad del año”. Se puede leer en el diario español El País, en un artículo publicado… en 2014. Sin temor a autoplagiarse, bien podrían volver a ponerlo en página hoy mismo.
La eliminación de River de la Copa Libertadores en cuartos de final el miércoles (y de Rosario Central de la Sudamericana en la misma instancia, un día antes) volvió a poner en eje el estado catastrófico de nuestro fútbol. Es, como buen ejercicio periodístico, una mirada oportunista, pero en el buen sentido. Las huellas de las derrotas internacionales deben rastrearse, antes que nada, en el terreno doméstico. Y la primera, o la principal, es la falta de un campeonato estable, competitivo y atractivo.
Son demasiados años de lo mismo: cada año (a veces cada semestre) viene con un formato nuevo, otras reglas y cantidad variable de clubes, solo si nos atenemos a la primera división. ¿Cuántas ligas de Sudamérica y Europa -dos vidrieras idóneas para comparar precios- tienen, como la argentina, 26 equipos? ¿Cuántas tendrán 28 el año próximo? ¿Cuántas completarán dos años seguidos sin descensos? ¿Cuántas decidieron vivir 16 meses -de marzo de 2020 a julio 2021- sin disputar su principal torneo? ¿Cuántas tienen un sistema de clasificación a los torneos continentales que no son la propia tabla de posiciones? La respuesta a todas las preguntas es un sobreentendido: ninguna. Porque ninguna, y eso no invita a nadie a golpearse el pecho por estas tierras, se parece a la argentina.
No se trata de caer en el lugar común (parcial, injusto) de decir que todo lo de afuera es mejor. Ahí están los europeos peleándose entre ellos por una Superliga para clubes de chequera extra grande que murió antes de nacer. Más acá, los propios brasileños crean cada tanto burbujas financieras que inflan clubes con estrellas y al tiempo se pinchan y dejan heridos por todas partes. Pero aquí y allá, en Uruguay y Dinamarca, hay un respeto por la previsibilidad que viene de la mano de la organización, dos elementos concatenados y necesarios. Entre nosotros, impera la cultura del “vamos viendo”. Como en aquella ocasión retratada al inicio de este artículo.
Mirar el futuro inmediato no ofrece una perspectiva mejor, precisamente. En estos días, los recurrentes rumores sobre la salida por la fuerza de Claudio Tapia de la AFA volvieron a posarse sobre su sinuosa figura, alentados por voceros oficiosos del Gobierno nacional, que va y viene con el asunto. Tapia divide su tiempo entre escapar de esa amenaza, tratar de apagar el fuego amigo que le disparan desde los clubes que antes lo respaldaban y otra predilección, menos conocida: enviarles cartas documento a periodistas. Qué mejor entonces que anticipar una respuesta a la misiva por llegar ya desde estas líneas, con el bonus track de una respetuosa sugerencia: ya que este sábado Boca y Patronato se enfrentan por el Torneo 2021, ¿por qué no matar dos pájaros de un tiro, darle doble valor al partido y que sirva también para la Copa Argentina, en la que deben cruzarse con fecha “a confirmar”? No digan después que este diario no aporta ideas.
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