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Así se vivió en Doha: una comunión de “jugadores hinchas” con un líder que ahora va por la gloria
Una noche inolvidable para los argentinos que están en Qatar (y para los que no también); Messi jugará su segunda final de un mundial, privilegio de unos pocos en la historia de la selección; quizás sea este su última copa del mundo, algo de lo que volvió a hablar hoy
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DOHA (enviado especial).- Ocho años tuvo que esperar Lionel Messi para volver a sentir la misma sensación. El capitán argentino está a las puertas de disputar la final de un Mundial, ese que ya anticipó que será el último y el que más quiere ganar. Tendrá el rosarino la oportunidad de jugar su segunda definición en una copa del mundo, un privilegio que hasta ahora tenían pocos compatriotas, como Maradona, Burruchaga o Ruggeri.
La imagen del banco de suplentes argentino define la comunión de estos jugadores hinchas que llegaron hasta el primer Mundial de Medio Oriente con un objetivo claro. De Paul, Di María, Paredes, Lautaro Martínez, Julián Álvarez, figuras titulares de este ciclo, pasaron los últimos minutos del partido abrazados al otro lado de la línea. Miraban una de las cabeceras del imponente estadio qatarí, movían sus brazos y saltaban al ritmo de “don Diego y doña Tota” que bajaba en forma de himno.
Fue una victoria clara y merecida. Mucho menos sufrida que la última definición con Países Bajos, que terminó con las pulsaciones aceleradas y un equipo que le agregó al juego que está desplegando en esta copa el plus del carácter. La Selección celebró en su segundo partido consecutivo en Lusail, estadio al que deberá volver el próximo domingo en busca de la copa del mundo, 36 años después.
Abrazados de área a área. Así caminó la cancha el grupo de jugadores conducidos por un cuerpo técnico que vivió como ellos este camino, pero que no pudo llegar hasta el último escalón. Hubo llantos de alegría, de emoción y una fiesta que seguirá hasta bien entrada la madrugada en la concentración de la Universidad de Qatar.
Esta fue la noche más fresca desde que estamos en Doha. Unos 18 grados afuera y cerca de 15 en las tribunas del estadio, donde el aire acondicionado sigue haciendo estragos en las gargantas de los miles de argentinos desprevenidos que creían llegar al calor del desierto.
Hasta que cayeron los goles, la Selección de Scaloni vivió el primer tiempo más incómodo de este Mundial. Perdida de posesión de la pelota y casi sin llegadas al arco de Livakovic. Pero esa primera media hora se borró con el pase profundo de Enzo Fernández, que dejó a Julián Álvarez frente al arquero. Cuarto penal para la Argentina en esta copa y el capitán que se anotó un nuevo récord con la celeste y blanca: el de mayor goleador histórico.
Fuera de Messi, esta noche hubo dos ovaciones bien marcadas. Una, para el héroe de los penales en los cuartos de final, Emiliano “Dibu” Martínez. La otra, para el delantero figura de este equipo que anotó por duplicado. “Olé, olé, Julián, Julián”, bajó desde las tribunas promediando el segundo tiempo, cuando el cordobés corrió toda la cancha para cortar un avance de Modric, la figura croata.
Una imagen que muestra la unión de este grupo. Cuando Álvarez dejó la cancha, saludó uno a uno a todo el banco de suplentes. Al final de la fila lo esperaba para darle un abrazo interminable Lautaro Martínez, el 9 al que el exjugador de River le sacó el puesto.
El fabricante de imposibles
Los argentinos que pudieron llegar a presenciar este Mundial saben que están frente a un jugador irrepetible. En la apilada por la derecha, Messi sirvió algo más que el 3 a 0. Volvió a ratificar a los 35 años y con toda la presión que se autoimpuso de llevarse su Mundial, que juega a algo diferente.
Otro gol que provoca de inmediato la unión con su gente. Como si esa tribuna que lo abraza representara a todo el país que lo celebra a miles de kilómetros de distancia. A esa montaña de camisetas celeste y blancas se sumaron también los suplentes, como Leandro Paredes que hacía unos minutos había dejado su lugar a Lisandro Martínez.
Más de 30 mil argentinos volvieron a gritar con fuerza “que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”. El gran capitán se refirió, después de consumado el pase a la final, a los tres pilares que sostienen su ilusión: su familia, el grupo y los argentinos.
“Le pedimos a la gente que confíe porque sabíamos lo que somos. Este grupo es una locura, vamos a jugar una final más y vamos a disfrutar de todo esto”, dijo emocionado. Esta noche, tras el partido, LA NACION le preguntó: “¿Leo, volvés a Newell’s?”. El 10 se dio vuelta y sonrió. No dijo nada. Sobre su futuro lo poco que se sabe es que, como él mismo dijo, posiblemente este sea su último mundial.
Los últimos quince minutos del partido fue una comunión de hinchas y jugadores. De jugadores y su hinchada. “Que salen a ganar, quieren salir campeón, que lo llevan adentro como lo llevo yo”, celebraban varios grupos de jóvenes, de padres, de madres y de hijos. Llegados desde la Argentina pero también desde varios rincones del planeta.
Solo quedó esperar el final del partido. Y sonó más fuerte que nunca en estas cuatro semanas en Doha el “que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”. Durante varios minutos, la decena de colaboradores de la Selección observaban con orgullo el festejo de los jugadores. Lionel Scaloni, que se emociona a cada paso, se fundió en interminable abrazo con su ayudante, Walter Samuel.
Mientras Messi se volvía a llevar el premio al jugador del partido y sus compañeros se metían al vestuario, los argentinos sacaron un nuevo pedido para sus jugadores hinchas. “El domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”.
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