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Así fueron la repercusiones que tuvo la renuncia de Blatter en Estados Unidos
Conocé qué hicieron ayer la fiscal estadounidense Loretta Lynch y el presidente norteamericano Barack Obama
Washington.- La seguidilla fue así. Primero, una suave palmada en la espalda, como un modo afectuoso de llamar la atención; luego, una risa contenida y finalmente, la idea que explicaba todo: "Bueno, a partir de ahora podrían pasar a decirle soccer, ¿no?"
La broma del colega norteamericano a quien esto escribe sintetizaba la idea generalizada que reinaba ayer en esta ciudad y que se contaba de distintas maneras.
Para algunos, la broma expresaba la convicción de que, a partir de ayer, con el sintomático destrone del patriarca Blatter, el fútbol internacional quedaba en deuda –y por mucho tiempo- con los Estados Unidos, el país donde se lo juega poco y, cuando se lo hace, no se le dice fútbol sino, precisamente, soccer.
Para otros, los que vivieron esa carencia futbolística como el pesar de un hincha cuyo equipo nunca llega al campeonato, fue una suerte de venganza. El tanto mejor marcado después de años de sed. Un gol atípico, pero de esos que quedan en la memoria por lo sorpresivos y por lo a fondo que van en la red.
Unos y otros tenían su razón. El golpe más certero contra el sospechoso gobierno internacional del fútbol vino desde afuera, desde donde no se lo esperaba y de la mano de quien tampoco se hubiese pensado: una mujer, la fiscal general Loretta Lynch.
¿Cómo vivió esta fiscal negra de 56 años lo que podría considerarse su día de gloria? Como a ella le gusta: lejos de las luces y de los focos de la televisión, concentrada en los expedientes y trabajando.
Paradójicamente, la noticia de la renuncia del patriarca Blatter la encontró lejos de esta ciudad y cerca de su víctima. Estaba en Alemania, en un plenario internacional de ministros abocado a un tema mucho más doloroso. Mucho más que crucial que el del dinero sucio que persigue la ambición sin escrúpulos.
Ayer, Loretta Lynch, junto a sus pares de países europeos, trabajaba en alguna respuesta de fondo al drama de la corriente humana de inmigrantes que huyen de la pobreza y que busca refugio en un continente poco dispuesto a recibirlos.
Dicho de otra forma, su primer gol internacional la encontró trabajando y lejos de los micrófonos.
"Si esto ocurre conmigo, es que cualquier cosa es posible", dijo hace poco más de un mes, cuando juró como fiscal general, la primera de raza negra en el país. Lo dijo luego recordar su origen humilde, cuando su abuelo la subía al lomo de una mula para que pudiera "ver más lejos". La frase volvió a probar ayer su valía.
¿Cómo pasó ayer el día Barack Obama?, el presidente del país de donde se salió el disparo que hizo tambalear al sistema. Lejos del fútbol, abocado a una legislación de seguridad que lo tiene a mal traer y, paradójicamente, cerca del fútbol.
Uno de los pocos momentos de solaz que tuvo ayer en la Casa Blanca fue para recibir a un conjunto de béisbol, el deporte que aquí sí es pasión y que muchos comparan con una suerte de "ajedrez, pero con pelota", por lo cerebral y escaso de contacto entre jugadores que parece a simple vista.
Ni Loretta –como ya se la conoce en los países futboleros- ni Obama parecieron vivir un día de esos de brazos en alto y saludo al cielo, jugando a ser un pájaro que quiere levantar vuelo desde el césped. Eso es otra cosa, eso es el fútbol.
En la tierra del soccer, la noticia no llegó a esos extremos pero sí generó una rara sensación de felicidad. Un burbujeo interior, una satisfacción contenida. La idea, tan grata aquí –como suele serlo al ser humano, en general- de que se tiene razón de que se está en lo cierto.
Y la paradoja de que el disparo más curioso no salió del fútbol, sino del soccer.
Para lo demás queda la política. "A la Casa Blanca no le toca opinar sobre quién debe presidir o no la FIFA", dijo su vocero, Josh Earnest, cuando los periodistas preguntaron. Otro tanto se repitió en el Departamento de Estado, donde la vocera Marie Harf desechó, de paso, presiones o sugerencias políticas en tal sentido.
Puede que no. Pero, en todo caso, así como en los campeonatos la caída de uno significa el ascenso de otros, aquí la caída de Blatter tuvo un inesperado sabor a victoria internacional en el terreno más impensado de la diplomacia. Ocurre que Blatter tuvo siempre el respaldo explícito del primer ministro ruso Vladimir Putin.
Lo ocurrido ayer fue, por elevación, un golpazo a las apetencias de Moscú. Tal vez por eso, en la Casa Blanca, hasta los que no entienden de fútbol estaban ayer un poco más sonrientes.
Todo, gracias al inesperado tiro libre de Loretta, la fiscal que no sabe de fútbol pero adora su trabajo.
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