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Asesinatos, extorsiones, terror: cómo el narcotráfico y la mafia se entrecruzan con las elecciones en Newell’s
Este domingo votarán los socios en el club rosarino, cuya barra brava tiene lazos con Los Monos; dos de los candidatos a presidente sufrieron amenazas a tiros; las facciones y las internas sangrientas.
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ROSARIO.– El sonido seco de la ráfaga de balas de una ametralladora rompió el lunes a la madrugada el silencio silvestre de Funes, una localidad vecina a Rosario. El portón y una pared de la residencia de Damián D’Amico, hermano de Cristian, actual vicepresidente y candidato a presidente de Newell’s, quedaron agujereados por trece tiros. El atentado encendió preocupación en el gobierno de Santa Fe, en medio de un clima de extrema violencia por las elecciones de este domingo en el club del Parque de la Independencia.
Disputarán la presidencia Ignacio Astore, Cristian D’Amico y Ariel Moresco, y la barra brava empezó a marcar la cancha con el único método que conoce Máximo Ariel Cantero, líder de Los Monos: la violencia. Según fuentes del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, este jefe narco controla tres facciones o “terminales” de la hinchada desde la cárcel de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires.
La llegada de Los Monos a Newell’s dejó solamente sangre. Hay temor de que los reacomodamientos políticos activen el sicariato para solucionar las tensiones internas en la barra, como ocurrió en 2016, cuando se produjeron cinco crímenes.
Ese año Cristian D’Amico fue baleado cuando iba en su camioneta junto a su hijo de diez años. Le dispararon más de diez balas pero ninguna hirió a él ni al niño, que había ido a practicar al predio de Malvinas. Otro dirigente del club, Claudio “Tiki” Martínez, había sufrido dos ataques a balazos en su departamento del centro de Rosario. Martínez, que era uno de los vicepresidentes, se alejó de la conducción política de Newell’s.
Uno de estos grupos que regentea Cantero fue el que atentó contra la casa del hermano de Cristian D’Amico, postulante, junto a José Luis Conde, por el Frente Rojinegro. La investigación apunta a que este ataque estuvo organizado por un hombre que tiene un extenso historial delictivo: Brian Sprío, alias “Pescadito”.
Este hombre fue condenado a 28 años de prisión por haber participado en el triple crimen de Villa Moreno, una masacre contra un grupo de chicos ajenos al mundo del narcotráfico que se produjo el 1º de enero de 2012. En agosto de 2015, dos años después de ser sentenciado, Sprío salió en libertad tras ser absuelto por el beneficio de la duda. En ese momento, según señalaron fuentes policiales, Sprío comenzó a hacer pie en la barra de Newell’s.
En los últimos meses se alió con un hombre apodado “Ojito”, que según fuentes del Ministerio de Seguridad es oriundo de Villa Gobernador Gálvez, donde maneja una red de búnkeres de venta de droga.
Sprío mantiene contacto fluido con Cantero. El cabecilla narco también da órdenes a otros integrantes de este sector que están presos en la cárcel de Piñero, a 25 kilómetros de Rosario, como Daniel Delgado, alias “Teletubi”, sentenciado a 21 años de prisión. Delgado está siendo juzgado junto a Cantero, acusado de haber organizado 14 ataques a residencias de jueces y edificios judiciales en 2018. También está preso otro que comulga con esta facción, Leandro Vinardo, conocido como “Pollo”, condenado a 13 años por otro asesinato narco. Estar en la cárcel no impide a esos convictos de tramar crímenes y atentados. Las celdas son oficinas del crimen.
A este sector, la conducción de la barra le sirve como una suerte de “marca”, según señala un investigador. Ellos dominan las extorsiones en el centro de Rosario, donde todos los viernes recorren cuevas financieras de la city rosarina para cobrar un “impuesto” paralelo a la venta de dólar blue, a la vieja usanza de la mafia napolitana. También realizan aprietes a dirigentes sindicales, como ocurrió con el gremio de los peones de taxis: en una causa judicial se detectó que Horacio Boix, ex secretario general de esa entidad, pagó a miembros de ese grupo satélite de Los Monos para que atentara contra seis dirigentes de una lista contraria.
“Con la pandemia y la prohibición de público el manejo de la barra no era rentable. Entonces, los interesa controlar la tribuna sólo a aquéllos que tienen otros negocios ilegales, sobre todo en el centro de Rosario”, afirmó un funcionario que investiga el entramado de narcos y barras. En el gobierno manejan información de que este sector movilizará el domingo con cinco colectivos a votantes para que elijan a Astore, que frente a las autoridades rechazó esta semana tener algo que ver con estos barras. También él, ex médico del plantel, fue víctima de amenazas y atacaron su auto el fin de semana pasado.
Como consecuencia de la crisis de la pandemia, se apartó del primer plano de la barra de Newell’s uno de los testaferros del líder de Los Monos: Aldo Sosa, conocido como “Gatito Chemea”, un empleado de planta permanente de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe, según confirmó para LA NACION. La otra facción, liderada por Sprío y “Ojito”, hizo pintadas en el centro de Rosario en las que se ligaba a Sosa con el vicepresidente D’Amico. “No a la presidencia narco-Chemea”, decían los grafiti.
Sosa, de 48 años, cobra 180.000 pesos mensuales como empleado del estado santafesino, al que ingresó hace 30 años como ordenanza. En mayo pasado su casa, ubicada en Arijón 590 bis, de la zona sur de Rosario, fue allanada y él quedó detenido durante unas horas. Tiene relación directa con Cantero.
El fiscal Matías Edery ordenó allanar el domicilio en busca de documentación y, sobre todo, de los teléfonos que usa Sosa, sospechoso de tener relación con el crimen de un ex jefe de la barra de Newells y narco, Marcelo Medrano, que fue ejecutado el año pasado.
Según el expediente que tramitó el juez federal Marcelo Bailaque, Sosa aparece en los registros como propietario de 90 por ciento de un BMW 120D que usaba Cantero cuando estaba en libertad. El mismo porcentaje posee en una embarcación, La Venenosa, que fue adquirida por el mandamás de Los Monos. Y figura como accionista del barco El Pajarito –nombre en honor a Claudio Cantero, alias “Pájaro”– que ambos habrían adquirido en 2012, entre otros vehículos.
Cuando la policía allanó su casa en 2015 encontró, según declaró Sosa el 25 de abril de 2019, “alrededor de 200 y pico de boletos de compraventa de automotores”. “Ésos son todos los vehículos que yo fui comprando y vendiendo. Yo tengo trabajo, soy empleado de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe con una antigüedad de 28 años y tengo un sueldo de 75.000 pesos mensuales [hoy, aquellos 180.000], más aguinaldo, más créditos del Banco de Santa Fe que he sacado. Con eso justifico las operaciones”, afirmó. El juez le creyó.
El tercer sector en pugna es el que encabeza Matías Pera, otro ex convicto, que fue condenado a cinco años de cárcel por haber atacado a balazos un bar de la zona oeste de Rosario. Este hombre rubio, de cuerpo tatuado y marcado por su trabajo en el gimnasio, maneja la zona de los “parrilleros” del club del Parque de la Independencia. Pera se propone como el único que puede garantizar la paz en el club. Sin embargo, los hinchas tienen fresca aún la imagen de cuando este hombre de 39 años bajó en 2010 a trompadas de la tribuna al entonces jefe de la barra Diego Ochoa, alias “Panadero”, hoy preso por haber ordenado el crimen del histórico cabecilla de la barra Roberto “Pimpi” Caminos. Pera también tiene el aval de, y contacto con, el líder de Los Monos. Hace dos semanas hubo una reunión en un bar en el centro de Rosario de hinchas de ese sector, que mantuvieron una comunicación por videollamada con Cantero, pese a que éste está preso en Marcos Paz.
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