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El homenaje eterno de Argentinos Juniors a su Diego Maradona inmortal
El club de origen del crack que habría cumplido 61 años este sábado le hizo honores en La Paternal; un amistoso con compañeros de la gesta de México y de su recordado equipo infantil
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De un lado, Cebollitas. Del otro, campeones de México ‘86. Un partido, en el centro de un homenaje. No estaba completo el recuerdo de Diego Maradona en su primer cumpleaños luego de su muerte sin que hubiera una pelota rodando por el césped. Y en Argentinos Juniors, ahí donde se puso a gambetear desde chico, llegó a primera y se lanzó en una carrera interminable hasta el infinito. Por eso, La Paternal amaneció ayer de festejo, con el crack presente en cada imagen, bandera, grito, recuerdo y canción, y fue sumando emociones durante el día alrededor del estadio que lleva su nombre, hasta llenar al atardecer sus tribunas habilitadas para un juego que fue tributo al ídolo. Un “Pelusa Eterno” que se ideó para que su recuerdo siguiera vivo para siempre.
Ese Pelusa lleno de potrero y barrio que eludió los infiernos camino al Olimpo deportivo habría estado celebrando los 61 si no lo hubiera sorprendido la muerte en la mañana del 25 de noviembre pasado. Para los argentinos, para el mundo del fútbol y, en especial, para los “maradonianos”, es algo que cuesta asimilar. Nunca se fue. Está ahí, en cada gambeta, en cada gol, como en cada uno de los dibujos sobre las paredes de la cancha, algunas de calles cercanas, y hasta en los tatuajes y las pelucas enruladas de quienes se acercaron a vivir el show desde cerca, con camisetas de varios modelos y un único apellido en la espalda.
Maradona es ese amor desmedido que trascendió las generaciones. No podía ser de otro modo, tratándose de Diego. Como aquel velorio que movilizó a un pueblo hasta la propia Casa Rosada en medio de las restricciones. Por eso, niñas del futsal llegaron desbordadas de entusiasmo para ser las alcanzapelotas y le cantaron el Feliz cumpleaños al 10 en el umbral de la puerta... 10. Ellas, que saben del astro por videos y las historias repetidas en las voces de los familiares y los profesores, se sentían en el paraíso.
Amelia viajaba en el último auto que logró pasar por Juan Agustín García antes de que la seguridad vallara la zona. Iba en un taxi. Imploró que no la desviaran camino al centro de la ciudad, rumbo a otro evento especial, la Noche de los Museos. El chofer hizo unos metros, se detuvo y del otro lado bajó su hija, con un perro bulldog que corrió hacia uno de los murales sobre esa calle, y logró sacarse unas fotos que la madre tomaba con su teléfono desde el asiento trasero del vehículo, asomando sus manos por la ventana, en medio de gente que iba y venía. “Pasamos por acá de casualidad, pero éste es un día especial y aprovechamos para un retrato con un marco muy atípico”, aseguró, mientras le pedían al conductor que avanzara. El viaje le costaría un poco más, pero las fotos no tienen precio.
Había fanáticos del Bicho y de Boca. Juntos. Unidos por un símbolo que vive en sus corazones. Hermanados por un día, cruzaban burlas futboleras apartándose por unos instantes de La Paternal y viajando con la mente a Mendoza, donde ambos equipos se enfrentarán el miércoles próximo por una semifinal de la Copa Argentina, a todo o nada. “Hoy somos todos de Diego”, decía Armando, que por la mañana hizo la fila bajo el sol, mientras en el lavadero de enfrente se encargaban de dejar impecable su camioneta, y que compró su entrada para viajar a alentar al equipo en tierra cuyana. Volvió varias horas después, caminando. “Le pusieron «Armando» por mí”, bromeaba este hombre de boina, con más de 70 años encima.
Las lágrimas de Galíndez, el utilero del seleccionado campeón, siguen brotando en cada recuerdo aún hoy. “Uno lo honra al ser parte de este reconocimiento, porque más allá de los títulos, Diego le dio el fútbol, el alma y la vida a la Argentina”, celebró Ricardo Giusti, el Gringo, compañero en la gesta de México 1986. El asistente de Carlos Bilardo y el mediocampista se dieron un abrazo en el ingreso, camino al vestuario. Minutos después llegaron los Cebollitas, que se formaron como un equipo sobre la calle mientras las cámaras apuntaban hacia ellos. “Rápido, que las rodillas no aguantan tanto”, lanzó uno de ellos, agachado, y las risas no se hicieron esperar. Adentro, por los parlantes del estadio, invitaba a jugar la voz de Maradona, y un video de homenaje hizo estallar a la gente. El partido estaba a minutos de comenzar. Sonó furioso Life is life, se sumó el grito de “olé, olé, olé, olé, Diego, Diego” y la cancha de puso a bailar. Una fiesta con un protagonista omnipresente, inolvidable, inmortal.
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