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Argentinos de América: mitos y secretos a 35 años de una coronación continental histórica
La final de la Copa Libertadores está empatada. Es 24 de octubre de 1985 y en el Defensores del Chaco, de Asunción, la paridad parece inalterable. Hace una semana, Argentinos ganó 1 a 0 en el estadio Monumental gracias a un gol de Emilio Commisso. Apenas dos días atrás, América venció por idéntico resultado en Cali (tanto de Willington Ortiz). Y en esta húmeda noche en suelo paraguayo, escenario elegido para el desempate, el partido terminó 1 a 1. Otra vez Commisso para el Bicho y Ricardo Gareca para el club colombiano.
El Tigre no es el único argentino de ese plantel. En el arco está Julio Falcioni. Y con la camiseta número 10 hay un personaje que unos años más tarde será ídolo de Boca: Roberto Cabañas.
Los penales pasan. Y la final de la Copa Libertadores sigue empatada. Patearon ocho futbolistas y todos convirtieron. Gareca, Cabañas, Herrera y Soto para América. Olguín, Batista, Pavoni y Borghi para Argentinos.
Le toca patear a Antony De Ávila, que tiene 22 años y es futbolista profesional porque un cazatalentos del club colombiano lo descubrió mientras jugaba a la pelota con amigos en una playa de Santa Marta. La caminata es interminable. Si anota, deja a su equipo al borde de la consagración y le tira toda la presión a Mario Videla. Si falla, es match-point para los de la Paternal.
Vestido con un buzo azul Francia, shortcitos rojos y medias blancas, Enrique Vidallé lo espera con el pecho inflado y una seriedad que mete miedo, incluso para los cientos de miles de personas que desde la Argentina, y aún siendo hinchas de otros clubes, hacen fuerza para que el Bicho retenga la Copa que un año antes ganó Independiente. El arquero cordobés tiene 33 años y casi 13 en primera división. La experiencia le da más aplomo en un contexto donde los nervios, y el desgaste físico, juegan su partido.
El árbitro chileno Hernán Silva da la orden. Con los brazos en jarra, De Ávila da uno, dos, nueve pasos y con su pie diestro le apunta a la derecha del arquero. Vidallé le adivina la intención y desvía el remate a media altura.
Quique se pone de pie y apenas da un saltito. Sabe que su atajada será tapa de diarios, póster y leyenda solo si Mario Videla, el Panza, convierte y rompe de una buena vez esa maldita paridad que ya lleva 170 horas desde que comenzó la final de ida en la cancha de River hace 7 días. Vidallé lo mira fijo a su compañero. Le pide que lo defina.
Videla, con una parsimonia como si estuviera decorando un árbol de Navidad, acomoda la pelota en el punto penal. Camina hacia la puerta del área de espaldas al arco. De frente tiene a todos sus compañeros, salvo a Vidallé que espera el desenlace a su izquierda. A su derecha, fuera del campo de juego, el técnico José Yudica contiene la respiración. El Panza se da vuelta y mira fijo a Falcioni. También a decenas de hinchas de Argentinos, que se colaron y esperan ansiosos para meterse a la cancha a abrazar a sus ídolos. Videla da cinco pasos antes de impactar el balón con la cara interna de su botín derecho, que marcha con alegría hacia el palo izquierdo del arquero, que eligió el otro lado. La pelota rebota en la red, tirante, y vuelve a salir. Es gol. Es la gloria eterna.
El Panza corre a buscar la pelota. Pero le gana en velocidad un señor vestido con pantalones blancos y camisa azul, que luego sale corriendo con ese premio mayor y se pierde en el barullo. Rodeado en instantes de unos 50 hinchas, el Panza gira y se encuentra con el abrazo eterno de Vidallé, el gran héroe de la definición.
Carmelo Villalba, José Luis Pavoni, Jorge Pellegrini, Jorge Olguín, Sergio Batista, Renato Corsi, Emilio Commisso, Claudio Borghi y el capitán Adrián Domenech, que unos minutos después levantará la Copa Libertadores y encabezará la vuelta olímpica, celebran como pueden en medio de una marea humana que los lleva de un lado a otro, sin rumbo fijo. Argentinos Juniors es campeón de América por primera vez en sus 81 años de existencia.
El festejo en la Argentina no solamente es de los hinchas del Bicho. La alegría es de todo un país, que se identifica con un equipo de ensueño, que juega un fútbol vistoso y efectivo. Con un nivel superlativo y que ganó con enorme autoridad el Metropolitano de 1984 y el Nacional de 1985. La conquista de América es una consecuencia natural de un trabajo pensado y elaborado, que inició Roberto Saporiti y continuó José Yudica. Nada es casualidad. Pasaron exactos 35 años y el reconocimiento a aquel grupo humano se mantiene indeleble.
#AAAJ [R] Conocé la nueva Camiseta Oficial 2 de la mano de @UmbroArgentina. Un homenaje a los 35 años de levantar la Copa Libertadores de América.#CuandoArgentinaFueDeArgentinos [R][R] pic.twitter.com/flVe1yXw7z&— Argentinos Juniors (desde [R]) (@AAAJoficial) October 8, 2020
El camino a la gloria
"Nosotros veníamos de ser bicampeones en la Argentina. Pero queríamos demostrar, y demostrarnos, que podíamos hacer algo importante a nivel internacional. Que no éramos sólo un equipo de cabotaje", compartía Adrián Domenech a LA NACION, en una entrevista realizada en 2010. Y amplía, con el máximo detalle: "Fue una copa durísima, porque a la ronda semifinal pasaba solamente el primero de cada Grupo. Empezamos perdiendo contra el Ferro de Griguol 1 a 0. Y después de eso viajamos a Brasil y les ganamos a Vasco da Gama 2 a 1 y a Fluminense 1 a 0. Luego le ganamos 3 a 1 a Ferro, y tengo la suerte de empatarle 2 a 2 casi sobre la hora un partido clave al Vasco. Y cerramos con un 1 a 0 al Flu."
La igualdad de puntos, diferencia de gol y cantidad de goles con Ferro provocó un partido desempate para conocer al semifinalista del Grupo I. El 11 de septiembre, Argentinos le hizo honor a Domingo Faustino Sarmiento y dio una clase de fútbol: el 3 a 1 fue inapelable.
El Bicho compartió el triangular semifinal A con Blooming, de Bolivia, e Independiente. Con dos victorias y dos empates, avanzó a la final. Con el Rojo protagonizaron un partido perfecto en Avellaneda. Fue victoria 2-1 para los de la Paternal, con actuaciones descollantes de Borghi, Batista, Bochini y Marangoni. Precisamente el número 5 local tuvo la posibilidad de empatar el juego con un penal sobre la hora. Pero Vidallé contuvo ese remate. Del otro lado, América de Cali dejó en el camino a El Nacional, de Ecuador, y a Peñarol.
Tras el 1 a 0 en Buenos Aires, el partido de vuelta en Cali fue imposible. Domenech asegura: "No había forma de que ganáramos esa noche". "Aquello fue una vergüenza. Nos anularon tres goles. Tendríamos que haber hecho un reclamo", se enoja otra vez Yudica, que confiesa: "La definición en Paraguay fue uno de los partidos más difíciles de mi carrera, porque nosotros no estábamos bien físicamente y eso me preocupaba mucho".
Tras el 1 a 1 en Asunción, Vidallé se vistió de héroe. "En la definición por penales me tenía fe. Sabía que uno iba a agarrar", recuerda Quique. Y comparte su plan: "Decidí tirarme en todos para la derecha, esperando que alguno de ellos se equivocara. Y tuve la suerte de que uno efectivamente se equivocó: la tiró para mi lado y se lo saqué. Algunos compañeros ya festejaban, pero faltaba que la metiera el Panza". "El único que podía patear ese último penal era Videla, por su personalidad. Lo de él era un caso muy raro. En los momentos más difíciles, él más tranquilo estaba", acota Yudica.
"En el medio de la vuelta olímpica veo que entre toda la gente aparece mi vieja. Y yo les grito: ´¡Tengan cuidado con mi viejita. Me la van a romper toda!´. Cuando se me acerca me abrazo con ella y me pongo a llorar. Fue un momento increíble", rememora Domenech.
Vidallé le confesó a LA NACIÓN: "Yo no le di la trascendencia que tenía en ese momento. Era una copa más. Porque nuestro equipo salía a ganar lo que fuera". Pero su reflexión sigue vigente: "Es muy difícil ganar una Copa Libertadores para un club como Argentinos. Esto no es Boca o River. Y lo mismo pasó con la Interamericana. ¿Quién se enteró de que Argentinos la ganó en Trinidad y Tobago? Nadie".
El mito cuenta que después de ganar esa Interamericana (1 a 0 a Defence Force, con gol de Armando Dely Valdés), disputada el 10 de diciembre de 1986 en Trinidad y Tobago, el plantel argentino preguntó dónde estaba el trofeo correspondiente al campeón. Y los organizadores dijeron que no existía. A lo que, según relatan varios integrantes de aquel plantel, compraron una Copa en una casa de trofeos para que Enrique Vidallé la recibiera antes de retirarse, algo que ocurrió 10 días después.
El sabor agridulce de una final histórica
La conquista de América le permitió a Argentinos medir fuerzas con la poderosa Juventus, de Italia, que entre sus filas contaba, entro otros, con el francés Michel Platini y el danés Michael Laudrup, entre otras figuras. La final Intercontinental se disputó el 8 de diciembre de 1985, en Tokio, Japón.
El partido fue un canto al fútbol. Terminó 2 a 2, con pasajes de altísimo vuelo y un golazo de Platini que aún no se sabe por qué fue anulado. La Vecchia Signora recién pudo celebrar luego de la definición por penales.
"Está considerada la Intercontinental más bonita de la historia porque fueron 120 minutos de gran nivel", destacó Platini en una reciente publicación de la revista de cultura futbolística Panenka, que puso ese encuentro como uno de los 100 imperdibles de la historia. El francés agrega: "La verdad es que no conocíamos nada de Argentinos Juniors. En aquella época era difícil tener acceso a vídeos y más con un rival de otro continente. Intuíamos que era un gran equipo porque eran los campeones de América. Realmente, había grandes jugadores, algunos que ganaron el Mundial al año siguiente, como Borghi o Batista, pero no los conocíamos. En aquella época los equipos sudamericanos tenían un nivel mucho más alto que hoy y nosotros pudimos romper una racha de siete años sin que un europeo ganara la Intercontinental."
"Fue el partido que más sufrí en mi vida. Faltaban nueve minutos y estábamos 2 a 1. Nos mirábamos con el médico y decíamos ‘Ya está con nosotros´. Pero cuando nos empataron, sentí que ya no la ganábamos más", lamenta Yudica.
Vidallé, que en la definición por penales le detuvo un remate a Laudrup, analiza: "No es nada fácil llegar a jugar en Tokio. Pero yo no pude disfrutar esa final, porque quería ganarla. Tal es así que no la vi nunca más en mi vida, ni la pienso ver. Todavía me da bronca".
En un gesto infrecuente, y en reconocimiento al fútbol desplegado por Argentinos, Platini, que intercambió su camiseta con Vidallé, le pidió a sus compañeros que para recibir la copa se pusieran la casaca del equipo de la Paternal. Por eso, en las fotos de la primera Copa Intercontinental que ganó Juventus, se ve a los jugadores del equipo italiano con la casaca roja.
Pese a la derrota, Domenech destaca: "En las estadísticas van a estar siempre los nombres de los campeones. Pero no todos están en la historia. Y nosotros, pese a perder con Juventus, estamos en la historia. Porque todos los partidos, los que ganamos y los que perdimos, los jugamos respetando el estilo histórico de Argentinos Juniors, que está bien lejos de querer ganar a cualquier precio. Y esa fue la clave del éxito de esa etapa".
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