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Argentina - Uruguay: Lionel Messi jugó de memoria, la función fue completa y la clasificación de la selección en la Copa América está encarrilada
El equipo dirigido por Scaloni jugó otro buen primer tiempo y marcó diferencias con el gol de Guido Rodríguez; después supo defenderse y no corrió grandes sobresaltos
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La Argentina necesitaba una función redonda, convincente. Se lo reclamaba el público. Pero, sobre todo, se lo debían ellos, el elenco y el director. Un triunfo con todas las letras: frente a un grande y sin mayores objeciones en cuanto a los modos y las formas. Hubo algunos buenos ensayos. Pasionales, sentidos, pero siempre alguien se olvidaba la letra poco después de la mitad de la obra. Y, entonces… a volver a repasar el guion, como si todo lo anterior no hubiera servido. El 1-0 frente a Uruguay tuvo un poco de eso, más allá de ciertos furcios o de minutos de silencio. Sirvió para construir en una Copa América en la que la etapa de grupos todavía permite el descubrimiento interno.
Las buenas insinuaciones empujaron al equipo dirigido por Scaloni a entregar comprobaciones directas. Aquel entrenador interino, hace rato confirmado, con un buen puntaje en las eliminatorias y, en general, con aceptación por el recambio, también las precisaba después de tres años en el cargo. ¿Cuáles? Que era posible sostener una idea más allá de 45 minutos, que de su inventiva podrían salir cambios decisivos e influyentes y que era capaz de encontrar sociedades eficaces sin perder la esencia individual de los intérpretes. Nadie sabe bien qué pasará por la mente del entrenador. Pero él, de a ratos, con marchas y contramarchas, aún parecía sentirse a prueba, como si las orejas le ardieran por el bullicio del qué dirán. O, tal vez en la misma dirección, por aquellos partidos a medio cerrar.
El gol de Argentina
Uruguay apareció en el camino como el adversario indicado para sentar una base después de tres empates consecutivos, entre la Copa y el camino a Qatar. Histórico, poderoso en el continente y con un ataque reconocido mundialmente, el conjunto dirigido por el Maestro Tabárez ofrecía un músculo poderoso como posible paso cerrado para la Argentina. Fue menos de lo esperado. El bloque granítico mostró fisuras. Y la delantera de los quilates perdió efervescencia en las pocas veces que trató de ganar terreno.
Había que ver cómo se las arreglaba Scaloni sin una de sus banderas, Paredes, ausente por un traumatismo, pero –llamativamente– entre los suplentes. Con Guido Rodríguez se aseguró un mediocampista con más quite, pero sin tanta distribución ni pegada, aunque depararía alguna que otra sorpresa. Después, en la planilla, los ingresos de Acuña y Molina insinuaban una búsqueda en los laterales frente a las intermitencias de Montiel y Tagliafico. Tan zigzagueante era la marcha que, en la zaga, Romero aparecía como un indiscutido con apenas un par de partidos. Por eso fue titular pese a que la lesión muscular no estaba del todo curada. En esas condiciones, enfrentarse con Suárez y Cavani resultaba todo un reto. Y, a larga, la misión estuvo cumplida. Hubo demasiadas modificaciones en un equipo cuyo entrenador se declaró conforme con el rendimiento apenas 48 horas antes. Curioso, pero productivo.
El déficit ofensivo se traducía en escasa contundencia frente a las situaciones de peligro creadas, como en el último encuentro frente a Chile (1-1). El punto a favor era que ya la dependencia de Messi no era absoluta. Al contrario, el N° 10 parecía una pieza dentro de un andamiaje que ya no lo buscaba como el salvador de un conjunto de voluntades errantes. El arco enarbolaba un manto rojo para Lautaro Martínez y, enceguecido, el atacante de Inter no tomaba buenas decisiones en el momento de cerrar las jugadas, como anoche, cuando desde una buena posición no pudo empujar de taco un rebote de Muslera tras un remate de Messi. Los tantos de los delanteros, sobre todo de jugada son una materia en veremos.
El gol de Guido Rodríguez, un mediocampista que rompió líneas y cabeceó un centro-asistencia de Messi, puso las cosas en regla y acentuó una tendencia. La Argentina dominaba el partido y Uruguay cubría espacios para defenderse. Tanto que, a veces, Suárez y Cavani corrían jugadores en campo propio. Messi controlaba mentalmente el juego, sin tantas intervenciones, mucho más pensante que veloz. Así, entre gambetas y despistes, le sirvió un remate franco a Molina, siempre una fuente de toque y descarga, que Muslera desvió con dificultad.
La Argentina no pasó grandes sobresaltos, pero sí corrió riesgos. Por ahora los segundos tiempos son un misterio: se retrasará por la ventaja, será una cuestión física o, tal vez, mental. Uruguay manejó los tiempos, pese a la impericia en la ofensiva. Eso siempre fue un riesgo. Y, vaya paradoja, el equipo celeste y blanco también defendió con todos en campo propio. No sufrió, pero supo reagruparse para achicar espacios. Cuando recuperó la pelota, pudo tomarse algún respiro. No es que haya estado contra la cuerdas, pero le costó salir de cierto asedio.
La situación para Scaloni y sus muchachos mejoró en el tramo final, ya con más dominio y sin tanto retroceso. La primera victoria en la Copa América se dio frente a uno de los adversarios más rocosos. En esa búsqueda de mayor continuidad en el juego, la Argentina puede darse por satisfecha. Quedará pendiente esa segunda parte de ratificaciones y más holgura. Por lo pronto, encarrilado hacia la clasificación, el trayecto de correcciones será mucho menos sinuoso.
¿Quién le quita la pelota a Messi?
⚽🧲 No intenten despegar a #Messi de la pelota #VibraElContinente CONMEBOL #CopaAmérica 2021 🏆 pic.twitter.com/U853E0JYeH
— CONMEBOL Copa América™️ (@CopaAmerica) June 19, 2021
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