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Aire para los pulmones: la selección espantó la angustia y vuelve a respirar
PORTO ALEGRE.– Camina Argentina por los bordes de la Copa América, todavía del lado de adentro. Le costó demasiado sufrimiento evitar volverse a casa tras la primera ronda, un golpe que hubiese sido difícil de asimilar para un plantel compuesto mayoritariamente por futbolistas sin roce en estas competencias. Son los tiempos que empiezan a correr: si antes no era suficiente con Messi y el grupo de históricos que alcanzó tres subcampeonatos consecutivos, ahora hay que aceptar que entrar de última a los cuartos de final es una moneda que no hay que despreciar. Así las cosas.
El gol de Lautaro Martínez
La selección le ganó a Qatar un partido "límite", como había definido el capitán la situación que se vivía. Tan tenso fue el escenario que ambientó la tarde en el majestuoso Arena do Gremio que por largos tramos no se escuchaba una voz de las aproximadamente 30 mil argentinas que le dieron un marco albiceleste a esta hora crucial. Fue necesario llegar a los 36 minutos del segundo tiempo, el instante en que Dybala giró y buscó a Agüero para que el 9 definiera por fin como el que suele ser en Manchester City, para que se descomprimiera tanta presión. Se gritó en la cancha, claro, y también en las catacumbas de los vestuarios, allí donde los auxiliares de la selección habían preferido apagar televisores y radios. Se suda adentro, se la pasa mal afuera, un signo de angustia.
Tanto se masticó el temor a la eliminación que ahora habrá que tramitar el desahogo y ver si a partir de un aire nuevo este equipo consigue arrancar, edificarse como tal. Era difícil pretender regodeos estilísticos en este contexto, claro. Ni será fácil verlos con tres o cuatro entrenamientos más, tampoco. Para llegar a Río de Janeiro, allí donde espera Venezuela, Scaloni jugó una apuesta que había mantenido en el campo apenas 23 minutos ante Paraguay: tres delanteros definidos y una línea media que no iba a tener explosión. Tratar de tener la pelota y desdoblarse en el retroceso, una segunda parte del plan difícil de cumplir para futbolistas como Lo Celso, por ejemplo. Una propuesta cuyo éxito dependería en buena parte de la dinamita que pudieran descargar los tres elegidos. Salió bien, o al menos lo suficientemente bien como para pasar de página.
Corre Agüero, enchufado. Presiona Lautaro Martínez, atento. Y conduce Messi. Como en los dos partidos anteriores, la selección fue de más a menos en el primer tiempo. Incluso antes del gol a los tres minutos había generado dos situaciones claras para abrir el marcador. Con Saravia y Tagliafico adelantados, la línea de volantes se hacía de cinco hombres, una cantidad que Qatar no podía defender. Era agresiva la selección, una actitud que sostuvo incluso después de que Martínez tomara el mal pase de Alrawi en la salida y definiera de zurda. Basculaba Paredes, siempre dispuesto a iniciar, y Messi lanzaba dardos desde la trinchera del medio campo: retrocedía para colgar pelotas a las espalda de los defensores centrales, ideales para los perfiles del doble 9 que plantó Scaloni.
Un sprint de Messi, que le cedió a Agüero un pase que el delantero no hizo bueno –definió de zurda y afuera– fue algo así como la capitulación. Iban 21 minutos entonces, y el campeón asiático dejó la timidez y los errores del principio para dar un paso al frente en la cancha. Un equipo reconocible, pese a su escasa experiencia ante rivales que tienen –aunque no más que eso– el cartel de Argentina. Era interesante el juego por las bandas, con dos laterales –Correia y Alhaydos– activos en ataque, que llegaban en diagonal al área. Los últimos 15 minutos de la etapa tuvieron un guion escrito por Qatar: monopolizaban la posesión con el manejo criterioso del zurdo Afif y se acercaban al área cada vez más. Les faltaba determinación para pasar de la elaboración al peligro de gol.
Después vendría esa segunda etapa en la que a los qataríes les quedó muy lejos Armani, como si eso que habían insinuado se hubiera desvanecido en el entretiempo. A Argentina le costó otro buen rato advertir que debía volver a la letra que había escrito de entrada. Ingresó Acuña, un equilibrio mejor para el desbalanceo inicial, y de a poco se acercó la definición. Llegó cuando Agüero cambió sus errores en el mano a mano por ese derechazo que le alivió las piernas al 9 y el alma a la selección.
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