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Argentina - Perú: en su noche menos lucida desde el Maracaná, la selección selló con suspenso medio boleto al Mundial
El 1-0 en un festivo Monumental, coronado con un gol de Lautaro Martínez, fue también la consecuencia de un juego sin brillo, pero que acerca al equipo a Qatar, cuando restan seis fechas de las eliminatorias
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“Tenemos que sacar 7 puntos”. Una semana atrás, el empate ante Paraguay en Asunción dio pie a una frase de Messi con más de matemáticas que de fútbol. El capitán sabía entonces, con el cuerpo todavía caliente tras aquel 0-0, lo que las dos paradas siguientes podían darle a la selección argentina: medio pasaje al Mundial de Qatar. Conviene darle valor ahora a ese mensaje, después de un triunfo apretado ante Perú en un Monumental exultante, la noche menos lucida del equipo desde que se graduó en el Maracaná en su consagración como campeón de América. Desde ese lugar se entiende, y no por un rendimiento más bien gris, el “¡dale campeón, dale campeón!” con que bramaron las tribunas al final de una noche fría. A esta altura, la identificación de los hinchas con la selección parece no necesitar certificaciones permanentes de letra y estilo. Más: hasta puede reafirmarse cuando para llegar al triunfo toca trabajar hasta el último segundo. Si contra Uruguay floreció el fútbol, ahora mandó el aguante, que ayudó a sostener un triunfo vital en la ruta mundialista. Y así, al espiar la próxima doble jornada de noviembre ante Uruguay (en Montevideo) y Brasil (en San Juan) se puede imaginar la posibilidad de abrochar la clasificación un año antes de la cita asiática.
Más que el viento que casi vuela Buenos Aires desde la tarde, fue el envión que flotaba en el aire desde la goleada a Uruguay lo que mantenía al público en un aliento constante. Porque después del esperable vértigo inicial, con un Di María haciendo ruido por izquierda, la selección fue perdiendo esa presión asfixiante sobre el nutrido mediocampo peruano. Mérito, en parte, de la fricción que propusieron los muchachos de Ricardo Gareca, que sucesivamente fue poniendo nerviosos a los locales. De Paul y Paredes, sobre todo, eran los más molestos ante cada roce de los visitantes, favorecidos por la pasividad de Wilton Sampaio, el árbitro: el brasileño necesitó que pasaran 40 minutos y 11 infracciones para sacar la primera amarilla (a Yotún).
En el positivo comienzo, en el declinar posterior y otra vez cuando la Argentina aceleró en el cierre del primer tiempo, la figura dominante fue la de De Paul. Pleno de confianza, el volante de Atlético de Madrid fue el todocampista que tanto le gusta a Scaloni: un cierre suyo evitó un mano a mano de Lapadula con Dibu Martínez, en un área, y una doble pared con Molina, que el cordobés continuó en un centro medido, propició el gol de Lautaro Martínez que abrió el marcador. Como ante Uruguay, la selección terminó el primer tiempo entre el toqueteo que suma pases y tiempo de posesión, aunque no redunde en jugadas de gol, y la excitación de la gente, entregada a este equipo desde la gesta del Maracaná.
En toda esa etapa, el ilustre, el que siempre aglutina las mayores ovaciones, pasó casi sin que se notara su presencia. No por repetido deja de resultar significativo ver tantos chicos en la cancha vestidos de Messi. La escenografía del Monumental lucía preparada para que el capitán agregara un dato estadístico menor en su palmarés, casi anecdótico: hasta esta noche de jueves, nunca le había anotado un gol a Perú en las eliminatorias (tampoco a Brasil), a pesar de acumular 27 tantos en la competencia (más que nadie). Y sigue sin hacerlo.
“¡Para ser campeón hoy hay que ganaaar!”. El grito, tímido, explicaba el momento del partido apenas un minuto antes de que Sampaio cobrara con acierto penal de Dibu Martínez a Farfán (el arquero lo barrió con su cuerpo): la selección había perdido dominio porque Perú, un paso más adelante en todas las líneas, hacía por fin culto de la buena técnica de sus volantes. Argentina no encontraba nunca la pelota y Scaloni no reacomodaba al equipo. El estadio jugó en ese minuto para Martínez, el arquero predestinado: había una energía que, quizás, influyó en Yotún, que elevó el remate.
Recién después, el entrenador refrescó el equipo con los ingresos de Guido Rodríguez (por Paredes) y Nicolás González (por Di María), a ver si los cambios reactivaban a la selección. El cansancio se notaba también en el tranco de De Paul, que ya tenía una marcha y media menos que en el primer tiempo: Argentina se parecía poco y nada a ese equipo desbordante de energía del comienzo. Así, el ingreso en los 15 minutos finales puso al estadio en vilo, expectante: todo el mundo (protagonistas incluidos) sabían que lo mejor de Argentina había pasado hacía bastante. Tocaba aguantar y esperar, en el mejor de los casos, una jugada que desatascara definitivamente el partido. Pudo haber sido ese cabezazo de Rodríguez que se fue gritando gol, enseguida invalidado por Sampaio. Hasta que llegó el esperado final. Y los abrazos de amable festejo.
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