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Argentina -Países Bajos: el día después de una noche ardiente y bochornosa
El equipo nacional aceptó un juego peligroso y respondió a las burlas de los jugadores de Países Bajos
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DOHA (Enviado especial).- El día después. Amaneció nublado en la capital qatarí. Ideal para evitar el picante sol y bajar la fiebre de una noche de temperatura baja y sentir ardiente. El día después de tanta locura, de tanto desorden. De emociones exaltadas. El día después, para los que tienen la dicha de recordarlo, es el que permite repasar la alegría del éxito y sonrojarse por los errores de los desbordes.
La foto que generó una polémica, la de los nueve jugadores argentinos de campo que estallaron en el festejo tras el tanto de Lautaro Martínez es, como siempre, un recorte de la realidad. Muestra mucho, pero no todo. De todos ellos, 7 (siete), giran sus cuerpos hacia los neerlandeses para gritarles la victoria. Solamente dos emprenden el festejo: Enzo Fernández y Lionel Messi.
Messi corrió hacia la derecha. Las cámaras lo deben haber mostrado, claro, si lo siguen todo el tiempo. Mientras todos se lanzaban sobre el autor del gol, Lautaro Martínez, el capitán corrió solo. Unos 40 metros. Mientras todos iban hacia un lugar, Messi iba para el otro, a abrazar al arquero Emiliano Martínez. Hasta en esos detalles insignificantes es distinto. No teme ir a donde cree que es correcto. Aunque la “manada” disponga otra cosa. Correr solo hacia el lado contrario es toda una muestra de determinación.
Messi fue un ejemplo para la selección argentina durante muchísimos años por su comportamiento, más allá de los resultados siempre esquivos en la selección. Tuvo algunos deslices en los últimos dos o tres años, pero puede seguir siéndolo. La defensa de aquel, del que perdía, era mucho más compleja ante una opinión pública que valida al exitoso y descarta al perdedor. Justificarlo en el triunfo es lo fácil. Cuestionar lo malo en la victoria es ahora lo difícil.
Ese Messi que no pensó en los rivales y sí en su alegría por el triunfo es tan genuino como el otro. El que se plantó ante Louis Van Gaal y Edgar Davids para hacerles, al estilo Riquelme, un “Topo Gigio”. Una señal sencilla pero muy desafiante: “Hablen ahora”.
Se comportó mal el entrenador de Países Bajos. Van Gaal fue hiriente con sus dichos antes de los cuartos de final. Menospreció a Messi al punto de decir que la Argentina juega ciertos tramos de los partidos con diez jugadores porque él no cuenta a la hora de defender. Incluso cuando tiene una porción de razón (no toda), hubiera sido más noble decirlo de otro modo. Pero el DT de Países Bajos necesitaba generar una reacción, en sus jugadores y en los argentinos. Son estrategias deportivas. Búsquedas de motivación. “Me faltó el respeto y le faltó el respeto a la selección argentina”, se descargó más tarde el capitán de la selección.
Se comportaron muy mal los jugadores de Países Bajos. Se burlaron después del empate con los futbolistas argentinos y tuvieron una actitud pretendidamente intimidante durante la ejecución de los penales. Hasta en grupos de a cuatro se fueron encima de los pateadores para tratar de amedrentarlos, de asustarlos. Salieron sin dudarlo del lugar en el que deben permanecer reglamentariamente. Lo hicieron para tratar de buscar elementos extradeportivos que volcaran en su favor esa pulseada anímica. Una bravuconada. Los árbitros, que por su accionar seguramente ya no volverán a dirigir en este torneo, trataron livianamente el tema. Los dejaron hacer.
¿Acaso no hemos visto ese tipo de actitud en algún jugador argentino? Emiliano Martínez contra Colombia en la Copa América de 2021. Exactamente lo mismo. Aunque aquello se le celebró masivamente al “nuestro”, había sido tan cuestionable como lo que ahora promovió el rival. La victoria es totalizadora. Esconde las miserias y cancela al que no se sube al éxito sin pensarlo.
Toda acción provoca una reacción. No la justifica. En caliente, la “emoción violenta” puede atenuar a los siete que les gritaron el gol a los neerlandeses. El día después se los permitirá reflexionar. Hay que pensar que otros árbitros no serán tan benevolentes (y malos) como Mateu Lahoz, y el equipo puede perder jugadores con facilidad por no tener la frialdad que los momentos candentes también necesitan.
Hay quienes dicen, a modo de dogma: “Es fútbol. Los que no lo entienden nunca jugaron al fútbol con esa presión”. Todos merecen un día después para pensarlo mejor. La mayoría de los que enuncian la máxima, probablemente tampoco lo hicieron. Por las pruebas expuestas, hasta parece que convendría no serlo.
Messi estaba tan enojado que incluso cuando ya habían pasado los festejos con la hinchada, y se dirigió a la zona de entrevistas con la TV, volvió a la carga con Weghorst, autor de los dos goles, que al parecer le pidió la camiseta. “Metétela en el o…”, le espetó, según relató el periodista de la Cadena Cope Ricardo Inclán. El jugador neerlandés, al parecer, intentó entablar un diálogo para calmar los ánimos. Le habló en inglés. “No te entiendo”, le dijo el argentino. Luego, soltó la frase que se hizo vertiginosamente famosa: “¡Andá pa’ allá, bobo!”. Ya se convirtió en un latiguillo que la cultura popular acuñará por décadas y hasta se escribirá en remeras.
Mientras Messi comenzaba su entrevista, Weghorst quería aclarar las cosas. Habló en inglés con Sergio Agüero, que también prometió conversarlo más tarde. Lautaro Martínez también se acercó. El otro Martínez, Lisandro, le pedí que lo deje, que no le hable más: “Nosotros somos más equipo”, lo desafió, con las pulsaciones todavía aceleradas.
Algunos actos fueron bochornosos. De ambos equipos. “Pasó de todo esta noche. Hay cosas que no deberían pasar en una cancha. Se habló mucho antes del partido y nos faltaron el respeto”, reconoció Messi. Es tiempo de apreciar lo bueno y de reconocer lo malo. No hay acto más valiente que el de la disculpa. Sería más corajudo que un triunfo en penales después de tanta angustia. Ojalá lo recuerden. El momento para hacerlo es el día después.
En la charla con la TV en la cancha, con la adrenalina que aún inundaba el ambiente, Messi fue muy duro con el árbitro Mateu Lahoz. “Si decís lo que pensás, si sos sincero, te sancionan. La FIFA tiene que rever esto, no pueden poner un árbitro que no está a la altura”. Veinte minutos más tarde, más calmo, en la conferencia de prensa, recortó la última oración y dijo sólo lo de la sinceridad y la sanción. Hoy, el día después, con más oxígeno y luego de un reparador descanso, diría: “Prefiero no hablar de eso”. Ese, ganador o perdedor, suele ser el mejor Messi.
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