El cruce en Wembley por la “Finalissima” será el nuevo episodio de una saga repleta de antecedentes; protagonizaron una increíble seguidilla mundialista entre 1974 y 1990
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La Argentina nunca venció a Italia en un partido oficial. Pero eso no significa que los antecedentes sean malos. Es más, tras dos de esos partidos con los italianos, la selección se consagró campeona mundial.
El aval de la FIFA por la organización de la Finalissima convierte al partido en un match oficial. Similar a la Copa Artemio Franchi, que había tenido dos antecedentes: Francia le ganó a Uruguay en 1985 (2-0) y la Argentina veció a Dinamarca (5-4 en los penales tras empatar 1 a 1). Enfrenta a los campeones de América y de Europa.
Esta será la sexta vez “por los puntos” para la Argentina e Italia. Las cinco anteriores fueron en una increíble seguidilla mundialista entre 1974 y 1990. Cada uno de esos episodios dejó historias que vale la pena recordar.
Alemania 74: Una habitación sin número y 25.000 dólares para Polonia
Los pasajeros que ocupaban el cuarto piso del Holiday Inn de Sindelfingen, a unos 15 kilómetros de Stuttgart, habrán notado por esos días que había una habitación sin numerar. O, mejor dicho, que tenía papeles y cintas que tapaban el lugar donde debía estar. Cada tanto, los empleados del alojamiento, que no entendían la razón del asunto, quitaban la cobertura que impedía ver el 413.
Quebrado espiritualmente, Roberto Perfumo no salía de la cama. Por la habitación desfilaban compañeros para darle ánimo después del partido con Italia, que terminó 1 a 1… por un gol en contra del defensor. Los periodistas César Volco y Hernán Ceres, y el fotógrafo Oscar Conesa, de la revista Goles, se metieron en la intimidad realmente ese 19 de junio de 1974. Apenas horas después del partido. La nota que hicieron se ilustró con fotos de Houseman y Yazalde recostados al lado de Perfumo. Otra época... Le preguntaron por la falta de número en la puerta. El desdichado futbolista se descargó: “La mala suerte tiene mi nombre y apellido. Soy el único responsable de esto. Cuando la pelota pasó al lado mío la quise reventar con un zapatazo y mandarla afuera del estadio. Traía un poco de efecto y le pegué con el empeine y se la desvié a Daniel (Carnevali, el arquero). ¿Lo del número? No creo mucho en esas cosas… pero el 413 lo tapé un par de veces y me lo destapan. Lo que pasa es que tanto sacrificio y regalé todo... Ya me había pasado con Polonia”. ¿Qué le había pasado? A los 8 minutos del partido del debut también un error suyo terminó con el segundo tanto de los polacos, en la derrota por 3 a 2.
El plantel argentino atravesó por varios contratiempos. Rafael Aragón Cabrera, que comandaba la delegación, tuvo que oficiar de diplomático para conseguir que no se inicie una causa contra Roberto Telch. Había sido denunciado por una supuesta agresión a una camarera del hotel y el tema tuvo enorme repercusión en Alemania tras la publicación de la historia en el periódico Bild. Al final, la policía investigó, la fiscalía desestimó los cargos y el dirigente de River consiguió que le devuelvan el pasaporte del futbolista que por entonces jugaba en San Lorenzo.
Tras el partido con Polonia y en la antesala del encuentro con Italia, el DT Vladislao Cap le había confesado a Ernesto Muñiz, el cronista de LA NACION, que estaba destruido por los nervios. Estaba abriendo su cuarto paquete de cigarrillos del día y caminaba de un lado para otro. “¿Qué quiere que le diga? Usted vio lo que pasó: le regalamos el partido”. Y ante la consulta de hacer algún cambio para mejorar contra los italianos, se despachó: “¿A usted le parece que con sacar a uno y poner a otro soluciono algo? Atrás somos un desastre, no paramos a nadie. Lato se paseó por donde se le dio la gana”. Ni siquiera el minirecital que hicieron Ariel Ramírez y Jaime Torres para entretener a los jugadores en una visita levantó el ánimo del entrenador.
Aunque el equipo había jugado mejor contra Italia y Houseman había convertido un golazo, la selección estaba casi eliminada. Y esa idea se apoderó de todos los futbolistas el jueves 21 de junio. Poco antes de subir al ómnibus para viajar de Sindelfingen a Munich, donde se jugaría la última fecha del Grupo 4, los jugadores se enteraron de la postura polaca. El periodista de El Gráfico Héctor Vega Onesime le preguntó al delantero polaco Roberto Gadocha si íban a jugar los titulares contra Italia. “Depende de los argentinos”, le contestó. No fue el único aviso. El entrenador Casimir Gorski declaró: “Ese partido no lo va a ganar nadie”. El empate clasificaba a Polonia e Italia.
Quique Wolff confesaría años más tarde que los jugadores decidieron entonces reunir 25.000 dólares para incentivar a Polonia. “Reunimos la plata de nuestros bolsillos y se la ofrecimos. Con un agravante: si nosotros no ganábamos por tres goles contra Haití y ellos cumplían y le ganaban a Italia, teníamos que poner la platita igual y volvernos a casa”.
El resto de la historia se conoce: Polonia ganó 2 a 1, Argentina venció por 4 a 1 y avanzó por la diferencia de gol. Aunque en la siguiente rueda la realidad volvió a golpearlo: 0-4 con Holanda, 1-2 con Brasil y 1-1 con Alemania Occidental.
Argentina 78: Aporte coreano en los premios y duro cambio de planes
Daniel Passarella, Osvaldo Ardiles y Leopoldo Luque fueron los voceros del plantel. Tuvieron decenas de reuniones con Alfredo Cantilo, el presidente de la AFA. Pero nunca llegaban a un acuerdo. El dirigente ofrecía 20.000 dólares para cada jugador si el equipo era campeón y ellos querían bastante más.
Ya había empezado el Mundial y la Argentina estaba clasificada para la siguiente rueda, pero el acuerdo no se cerraba. Hasta que se consiguió el 8 de junio de 1978, dos días antes del cruce con Italia en el cierre de la primera rueda. El monto final fue de 24.000 dólares por futbolista (lo mismo para César Luis Menotti, el doctor Rubén Oliva y el profesor Ricardo Pizzarotti). El resto del cuerpo técnico cobraría 20.000 y los utileros y auxiliares, 10.000.
Dicen que en un principio los jugadores pedían algo más, pero que la situación se destrabó gracias a “donaciones voluntarias” de empresarios que fueron más allá del dinero oficialmente entregado por la AFA.
El mismo día de sellar el trato, Cantilo se reunió con un patrón textil coreano: “El señor Poong”, dijo el abogado que conducía el fútbol argentino. Y aclaró: “En su agradecimiento con el país por lo que tanto le ha dado, donó un millón de pesos para los jugadores”.
Cantilo recibió el dinero en una reunión en el hotel Sheraton y se lo llevó a la concentración en el predio de la Fundación Natario Salvatori en José C. Paz. Ese monto, unos 1300 dólares según el cambio de la época, no era suficiente para torcer la negociación. Hay quienes sospechan que fueron varias las “donaciones generosas” de los empresarios. En el caso puntual del señor Poong, tras hacerse pública la noticia, desde el plantel se dijo que el dinero se donaría a una entidad de beneficencia.
Superadas las diferencias económicas, se jugó el partido con Italia. Ambos estaban clasificados, pero pusieron titulares por una sencilla razón: el primero del grupo se quedaba en Buenos Aires; el segundo, debía dejar su concentración y trasladarse a jugar las zonas semifinales a Rosario.
Un día antes del partido, un periodista de Italia le dijo a Passarella: “Franco Causio, Roberto Bettega y Paolo Rossi no van a jugar. Bearzot (Enzo, el DT italiano), los va a cuidar”. El argentino sonrió y le replicó: “Salir segundo no es negocio”. La charla con la prensa fue brevemente interrumpida para que los jugadores argentinos saludaran al almirante Emilio Massera y al brigadier general Orlando Agosti, que se acercaron a José C. Paz para desearle suerte a los futbolistas.
¿El partido? Tenía razón Passarella. Bearzot puso a todos. Es más, Bettega metió el tanto del 1 a 0 de los europeos. Y le provocó un gran trastorno. Debió abandonar su concentración y viajar a Rosario. Menotti había dicho que tenían todo listo para jugar contra Alemania, pero tuvo que cruzarse con Polonia, Brasil y Perú. “Para ser campeón el equipo tiene que ganar en cualquier lugar. Se perdió una batalla, pero no la guerra”, dijo el DT tras la que sería la única derrota de la selección en ese torneo. El del primer título mundial para la Argentina.
España 82. Un cachetazo a la suficiencia de Menotti
Como campeón mundial, toda la atención estaba puesta sobre la Argentina para el duelo del 29 de junio de 1982 ante Italia. El equipo se había recuperado de su derrota inicial ante Bélgica (0-1) y venció con comodidad a Hungría (4-1) y a El Salvador (2-0). Los europeos, por su parte, se clasificaron milagrosamente sin ganar un partido y con tres empates (0-0 con Polonia y 1-1 con Perú y con Camerún).
En su lucha eterna por el estilo futbolístico, en la conferencia previa al encuentro, a Menotti le recordaron que la Argentina llevaba 25 años sin vencer a Italia… y se despachó con un monólogo en contra del juego italiano: “En el Mundial pasado nos superaron sin mostrar condiciones. Y en el amistoso en Roma (N. de la R.: 2-2 en 1979) no nos cobraron un penal que nos hubiera dado la victoria. Italia es la misma de siempre. Muy bien atrás, con una perfecta sincronización sin la pelota. Con ella, mal. No tiene variantes para hacerla circular. No hay rivales débiles y tienen peligrosidad con el cabezazo de Grazziani. Rossi es peligroso, pero está demasiado bajo (N. de la R.: luego sería el goleador del Mundial con 6 tantos). Italia es el equipo más desequilibrado del grupo. Del medio para adelante tiene poco. Espero que jueguen, que no tiren la pelota a la tribuna y hagan tiempo. No lo hicieron con Camerún porque les dio vergüenza. Me agradaría que Italia defienda un poco más el espectáculo y no tire la pelota lejos”.
Después, dejó su pronóstico del grupo y hasta se animó a bromear: “Estamos para ganarlo. Tengo los informes de (Roberto) Saporiti y de (Cayetano) Rodríguez, que vieron a Italia y a Brasil. Tengo un baúl con carpetas, así que los partidos ya están ganados”.
¿Qué había dicho Saporiti? “Ellos se van a preocupar por tirar la pelota lejos, hacer tiempo y esperar. Con el empate estarán satisfechos. Están acostumbrados a moverse atrás y salir de contrataque. No tienen variantes, pero pueden complicar. Todos hablan de Brasil, pero el partido clave es con Italia. Si Argentina consigue una victoria tendrá un despegue”.
El equipo argentino no se “hacía querer” en las relaciones públicas. Los futbolistas argentinos, al llegar al aeropuerto El Prat, en Barcelona, no quisieron hablar y fueron calificados de soberbios. Los cronistas le preguntaron a Julio Grondona por qué no respondían preguntas y tenían un trato tan descortés con la prensa internacional. El presidente de la AFA respondió: “Es algo que dispuso el preparador físico”.
Italia ganó 2-1 con goles de Marco Tardelli y Antonio Cabrini. Passarella descontó de tiro libre. Peor sería después, con Brasil (1-3 y eliminados). Pero tras de esa primera derrota en la segunda rueda, la prensa italiana le cayó a Menotti. “Usted dijo que Italia era un equipo sin equilibrio y hoy vimos a un equipo argentino lento en ataque y permeable en defensa. ¿Qué opina ahora?”. Ofuscado, el entrenador respondió: “Sí, lo dije. Y el periodismo italiano pensaba lo mismo antes de esta tarde. ¿O un resultado va a hacernos cambiar los conceptos?”.
México 86. El día que Batista se quiso volver a la Argentina
Ni siquiera el debut exitoso ante Corea del Sur le dio calma a ese equipo en México. Aunque se dijo mil veces que el grupo tenía una combustión interna que lo puso varias veces al borde del estallido, algunos detalles se olvidan o pasan por alto.
Mientras la preocupación se centraba en Daniel Passarella y sus problemas estomacales, había rumores de que Carlos Bilardo podía cambiar al arquero. Pero cuando confirmó que Nery Pumpido iba a ser titular contra Italia, Daniel Islas explotó: “El técnico está muy equivocado. Soy superior a Pumpido y lo sabe todos los que saben de fútbol. Todo el mundo está de acuerdo en que el mejor soy yo. El único que no se da cuenta es Bilardo”.
Y como si eso no hubiera sido incendiario, trató de cerrar con un supuesto tono conciliador: “Este no es el momento de discutir, así que no tengo otra alternativa que aceptarlo. Pero después del mundial voy a poner las cosas en su lugar con Bilardo”.
No era el único futbolista que atacaba al entrenador. Si se lo escucha hablar hoy, pocos lo harán con tanta devoción por Bilardo como Sergio Batista. Pero las relaciones intensas suelen tener esas cosas.
Ese empate 1-1 entre la Argentina e Italia tuvo particularidades: fue el único encuentro que no ganó la selección en todo el mundial, el único en el que empezó perdiendo (gol de Altobelli, de penal, por una mano de Burruchaga) y el que abrió la cuenta goleadora de Maradona con una conquista brillante.
Después de ese match del 5 de junio de 1986, pero antes antes de la gesta histórica, los sacudones no cesaban. Pese a que se jugó un gran partido y la Argentina mereció ganar, el mediocampista estaba desencajado cuando habló con la prensa a la salida del vestuario: “Sigo por mis compañeros. Nada más. Si fuera por él (por Bilardo, a quién ni siquiera quería nombrar), ya me había vuelto a la Argentina. Estaba para jugar los 90 minutos. Me sentía bárbaro. Creo que había jugado bien y había corrido mucho. En el entrentiempo, sólo me preguntó cómo me sentía y le dije que muy bien. ¿Cómo hizo en cinco minutos del segundo tiempo para interpretar que estaba cansado para hacer el cambio?”.
Técnicamente no fue sino hasta los 14 minutos del segundo tiempo que Bilardo mandó a Julio Olarticoechea a la cancha en lugar de Batista. Pero el hombre de Argentinos Juniors estaba furioso. No paraba de hablar: “Las razones hay que preguntárselas a él. Contra Corea pedí el cambio (N. de la R.: también lo reemplazo Olarticoechea) porque no daba más, pero hoy estaba muy bien. No sé qué pasó. Nunca me dijo nada. Antes de dar la formación del equipo me preguntó cómo me sentía; le respondí que perfectamente. Igual me sacó. No sé qué tiene conmigo. Me da mucha bronca, pero mucha. Pero tengo que seguir por mis compañeros. Repito. Por él, me iría de vuelta ya mismo”.
Apenas un día después se disculpó, habló de arrepentimiento y dijo que Bilardo lo entendió.
¿Qué dijo el Doctor? Lo explicó el 6 de junio de 1986 en su columna en LA NACION: “Mientras me hacían una entrevista para la TV italiana, me enteré sorpresivamente de las declaraciones de Batista, quien objetaba el hecho de que lo hubiese sustituido. Me callé y esperé el momento justo para hablar con él. No dije nada en el viaje y tampoco cuando llegamos. Luego sí, hablamos largo y tendido; le expliqué una vez más lo que quería de él. Batista es un gran ser humano, recapacitó y comprendió que el técnico es el que manda y decide. No hago cambios por capricho sino para el beneficio del equipo. No interesa ni Batista ni Bilardo, sino la selección de mi país”.
Italia 90. El partido que desató la locura
La semifinal con Italia no tiene espacio que no haya sido analizado. El gol de Claudio Caniggia y la versión original del arquero que se convirtió en héroe a cargo de Sergio Goycochea es una de las jornadas más emocionantes de la historia del fútbol argentino.
El partido en Napoles llevó a Maradona a meterse en un terreno tan estratégico como peligroso. Partió a un país en dos. “Ahora que Italia juega acá consideran a los napolitanos italianos, pero ¿el resto del año?”, declaró. Y su gente, un pueblo que aún lo venera, le respondió. Alguna vez lo contó Julio Olarticoechea: “Habíamos jugado contra Unión Soviética en el San Paolo. En las ventanas de los edificios y de las casas colgaban banderas italianas. Pero cuando volvimos para la semifinal, los napolitanos las habían sacado por respeto a Diego. Increíble. Después, el partido fue épico. Sacamos del Mundial al favorito. Fue un golpe durísimo para ellos”.
Pero no terminó ahí. Esa guerra y los “trucos” argentinos siguieron incentivando una polémica interminable tras esa semifinal. En la noche del jueves 5, dos días después del partido, camarógrafos de la red O’Globo, de Brasil, filmaron un tumulto en la puerta de la concentración. Se veía a Maradona agredir a un encargado de seguridad. Maradona explicó lo ocurrido: “Fue una provocación. Mi hermano (N. de la R.: Raúl, más conocido como Lalo) me pidió salir a dar una vuelta en la Ferrari T-40 y el que estaba en la puerta lo vendió, porque sabía que no tenía registro. Después le fui a pedir explicaciones y me insultó. Bueno, ya todos saben lo que pasó. Prefiero no hablar del tema, que ya quedó solucionado con el pago de la multa”.
Los argentinos, pese a la irregularidad que fue documentada, consideraban que era una venganza por la eliminación. Dino Viola, presidente de Roma, defendió a los empleados de Trigoria. Y amenazó con demandar a Maradona después de la final. El embajador argentino en Roma, Carlos Ruckauf, advirtió: “Maradona tiene inmunidad diplomática, por haber sido designado embajador deportivo”. Así era. Unos días antes, había recibido el nuevo pasaporte en una ceremonia en la que estuvo el presidente de la Nación, Carlos Menem.
“Bilardo nos despertó con golpes en las puertas en cada habitación para mostrarnos lo que había pasado”, recordó hace algunos años Goycochea. El entrenador argentino llevaba una bandera argentina cortada, destrozada. Era la que estaba en el mástil de ingreso al predio de Trigoria. Les dijo que habían sido los italianos.
“Nos volvimos locos, era el condimento para motivarnos, nos queríamos comer crudos a todos”, explicó Goycochea. Aunque Oscar Ruggeri, 32 años después reconoció en el documental de HBO sobre Bilardo: “La cortó él. Los que lo conocíamos desde el 83 nos volvimos a dormir, porque sabíamos que era él que hacía eso para levantarnos”. Todo, por un partido de fútbol. Por la selección…
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