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Argentina-Ecuador: en la miniserie de las eliminatorias, el primer capítulo de la selección supo crear misterio
Al fin y al cabo, las eliminatorias empezaron como habían terminado las anteriores: con un gol de Messi ante Ecuador. El zurdazo seco que estampó en la Bombonera fue una manera de entrar en los nuevos tiempos: alcanzó para ganar 1-0 un partido áspero, peleado, de más pierna que pie, una ventana al futuro inmediato. Adiós a la generación de estrellas: ahora a la selección la conduce el de siempre pero la empuja un grupo de muchachos con todo por inventar. Un destino, por caso: para llegar a Qatar habrá que trajinar por toda Sudamérica mientras se intenta fijar un estilo y una formación estable. Construir a partir de un triunfo siempre resulta un aliado. También un guiño: ganarle de local por la mínima diferencia a un rival en armado, lo que antes se hubiera olfateado con desconfianza, ahora es una buena noticia.
El mundo cambió en estos tres años, pero el hilo que une el pasado y el presente de la selección sigue siendo el 10. El contexto también es diferente: en aquella noche de Quito de octubre de 2017 reinaba la angustia, que Messi desanudó con tres tantos que sirvieron para obtener el pasaje al Mundial de Rusia. Ahora es el capitán de un barco repleto de navegantes nuevos, tanto que 7 de los titulares que se presentaron en la Bombonera nunca habían jugado en esta competencia: Armani, Montiel, Martínez Quarta, Tagliafico, De Paul, Ocampos y Lautaro Martínez.
La renovación que comandó Scaloni tuvo 21 partidos antes de este. Y algunos nuevos matices se advirtieron en un estadio vacío, pandemia mediante, que el aliento impostado en los parlantes intentaba animar. La voracidad por recuperar la pelota empieza a ser un rasgo distintivo. Se advirtió con nitidez ante cada pérdida: enseguida De Paul o Paredes saltaban a intentar recuperar, ayudados por el repliegue de los delanteros. Hasta Messi, el único exceptuado de esa obligación, participaba de esa tarea. Pero, claro, gestionar pelota, espacio y campo suele ser una empresa más compleja que el voluntarismo que se necesita para recuperar la posesión. Y en ese ítem, se nota que queda mucho margen de mejoría.
Argentina, impulsada por el gol anotado a los 11 minutos, trató de mantener las líneas en 40 metros todo el tiempo, incluso con la ventaja. Como Gustavo Alfaro, el DT debutante en Ecuador, no quería ofrecer espacios, el partido fue más de fricción y roce que de lucimiento técnico. Gruezo vigilaba a Messi de cerca, y Arreaga y Arboleda a Lautaro Martínez, un portento para jugar de espalda, siempre dispuesto al partido físico. Ocampos, la gran aparición argentina de un año a esta parte, no trastabillaba nunca. Tiene desparpajo: antes de la ejecución del penal (que Estupiñán, por torpe, le había cometido a él) le preguntó a Messi si lo iba a patear el 10, dispuesto él a tomar la iniciativa si hiciera falta. El futbolista de Sevilla se ubicaba siempre en el lugar que Messi iba dejando libre, en la derecha o el centro: parte de su aprendizaje es leer los movimientos del 10.
Ante ese bloque compacto que ofrecía Ecuador, hacía falta mucha movilidad para generar espacios y velocidad para ejecutar antes de que llegara una pierna visitante a interrumpir. El ejemplo lo daba Enner Valencia, el único delantero que Alfaro puso de entrada: fue amonestado en la primera parte de tanto ir a chocar contra el que traía la pelota. El partido avanzaba sin que el guión tuviera saltos, y así se hizo monótono. Argentina reclamaba imaginación ante un equipo que traía dos entrenamientos con el nuevo DT y un solo sobreviviente del histórico triunfo conseguido exactamente cinco años atrás en el Monumental, el primero en 74 años viniendo aquí: Alexander Domínguez, el arquero, también jugó en aquel 2-0 en el arranque de las eliminatorias pasadas.
El gol de Messi, de penal
Esa frescura ausente en la segunda parte Scaloni la buscó en Salvio, reemplazante de un fatigado Acuña. El incesante trajín empezó a cobrarse con errores: ni la selección mantenía la posesión con facilidad ni combinaba bien cuando tenía la pelota. Ocampos, tirado a la izquierda, buscaba reactivarse en la nueva posición. Le hizo de frontón a Messi en una buena combinación sobre la media hora, la acción más lúcida de ese tramo, que terminó con la pelota en el córner tras el remate del capitán.
El cambio de figuritas siguió con el ingreso de Alario por Lautaro (9 por 9) del lado argentino, aunque lo que ya no cambiaría sería el nudo, A Ecuador le gustaba eso de mantenerse apenas un gol abajo, por si una jugada de estrategia le permitía acercarse al empate. Y la selección, con Messi menos participativo, tenía menos luces. Las suficientes, al cabo, para atrapar los tres primeros puntos en el mojón inicial del camino a Qatar.
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