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Argentina - Colombia: la selección, un equipo emocional que siente que se debe a su público
Sin varios de sus principales titulares, el equipo de Scaloni demostró en el 1-0 a Colombia que siempre se exige para dar lo mejor en compromiso y funcionamiento colectivo
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Este seleccionado argentino siente que se debe a su público. Si la clasificación al Mundial fue resuelta con una anticipación apabullante, al hincha igual hay que devolverle el precio de la entrada, y al que lo sigue por televisión no hay que aburrirlo para que se sienta tentado de cambiar de canal.
La Argentina transmite que es un grupo que se lleva bien, que celebra cada vez que se reencuentra en una convocatoria. Y de ese buen pasar y sentir quiere hacer partícipe al público. Anoche lo hizo con otra función triunfal, rebosante de profesionalismo y cohesión.
Mejor en el primer tiempo que en el segundo, la Argentina siempre le pone el cuerpo a la responsabilidad. Trabajó el 1-0 sin varios de sus apellidos más rutilantes, pero con el libreto que todos tienen aprendido: actitud positiva, colaboracionismo colectivo, la pegada puntual de Lautaro Martínez y la tenacidad para defender la ventaja conseguida.
Sin dejar de parecerse a lo que viene siendo, la Argentina de Scaloni estiró el invicto a 29 partidos, a dos del récord de Alfio Basile. Esta vez le tocó a Córdoba ser testigo de un equipo serio. Una asistencia que tuvo por único reclamo el ingreso de Paulo Dybala, a quien Lionel Scaloni le retacea minutos. En los 25 que tuvo, el delantero surgido de Instituto estuvo cerca de regalarles un par de goles a sus fanáticos. Hubiese sido la fiesta completa.
A la espera de los exámenes con los rivales europeos que espera Scaloni, esta Argentina se afianza en su idea, irresistible para casi todos los rivales de este continente. Sin fisuras ni distracciones sigue por la buena senda. No es un equipo de exhibiciones futbolísticas, pero hasta donde no llega su juego lo hace su corazón inmenso. Como se diría en la tribuna, “no te deja a pata”.
El gol de Lautaro Martínez
“Una alegría para la gente, para la familia. Seguimos con la misma mentalidad”, expresó al final Ángel Di María, la figura de un equipo en el que entre el más destacado y el más opaco no hay una diferencia abismal. Esa correlación de fuerzas entre todos es el motor de una Argentina que solo se detiene para festejar. Y vuelta a empezar..
Aunque le faltara la mitad de los titulares, la Argentina quiso ser un equipo un reconocible, estar a la altura de lo que viene construyendo desde hace más de un semestre. La cuota de concentración y compromiso está asegurada. No hay espacio para la dejadez ni la dispersión. Pueda jugar o peor, el seleccionado se planta para dar el presente.
La imagen que transmite desde hace un tiempo le impone respeto a los rivales. Colombia necesita varios puntos para acercarse al Mundial, pero su actitud desde el arranque fue de extrema cautela, máximo respeto por lo que tenía enfrente. Parada en un bloque bajo a partir de un esquema 4-3-2-1. Salió a esperar y la Argentina ejerció esa iniciativa con posesión que Scaloni reclamó como deuda pendiente en la conferencia de prensa.
El seleccionado movió la pelota con una tranquilidad que debía evitar que derivase en lentitud y falta de sorpresa. Siempre está el riesgo de que la comodidad para jugar lleve a la pereza. No es el caso de este equipo, al que siempre le suena el despertador.
Aunque haya viajado de apuro para sustituir a Paredes, Guido Rodríguez tiene el libreto aprendido. Desde el círculo central fue el primer distribuidor, con pases tensos y firmes. A Lo Celso le tocó hacer de De Paul y Papu Gómez se asociaba con todos en la media-punta.
Aun sin tanta profundidad, la Argentina mandaba con autoridad ante un rival que había puesto a James Rodríguez y Luis Díaz –reciente incorporación de Liverpool– más cerca de la línea de tres volantes que del único delantero (Borja).
Las numerosas bajas posibilitaron la vuelta de Lucas Ocampos, ausente desde junio y afuera del plantel que ganó la Copa América. El jugador de Sevilla necesita recuperar el lugar que ocupaba más asiduamente al comienzo de las eliminatorias. Siempre amenaza desde su tranco largo en dirección al arco rival. Fue el único que estuvo por debajo de un nivel promedio entre aceptable y bueno; necesitará recuperar confianza y aprovechar otra oportunidad, si es que le llega.
La salvada de Dibu Martínez
Di María estuvo cerca de calcar el gol que ya hizo ante Uruguay y Chile, con ese zurdazo cruzado desde la derecha. Esta vez salió apenas desviado. Ángel se movió con soltura y se sintió el líder que tomó la posta de su amigo Messi. La Argentina puede darse el lujo de jugar sin urgencias, de masticar más el juego contra rivales que se empotran en su campo.
Cada metro que cedió Colombia lo ocupó la Argentina en función ofensiva. Hubo movimientos en los que dos laterales, Montiel y Acuña, aparecían subidos hasta tres cuartos de campo. Con esa postura llegó el gol. Escaló Acuña y mandó un centro que no alcanzó Ocampos y Tesillo calculó mal para cortar. El resto lo hizo el instinto de delantero de Lautaro Martínez: control y definición de zurda del goleador del ciclo Scaloni (19 tantos).
Como a esta Argentina la define su sentido colectivo, en el primer tiempo no podía faltar la tapada salvadora de “Dibu” Martínez a los pies de Borja, en la única llegada de riesgo de Colombia.
En el segundo tiempo, el dominio estuvo más repartido. Nada que desestabilice a la Argentina, con la piel curtida para los diferentes momentos de todo partido. No pasó mayores apuros y pudo ampliar la diferencia. Al final, todos los jugadores se juntaron en el centro para festejar como hinchas, emocionados, en comunión sentimental con las tribunas.
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