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Argentina-Bolivia. Pruebas, reencuentros y obligaciones: después de los honores, la selección se tiene que enfocar en crecer
Con la confianza a tope, el equipo de Scaloni recibirá al frágil conjunto boliviano para afirmar el camino a Qatar, pero especialmente, con el desafío de mejorar su funcionamiento
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Atravesada por las rebeldías de los clubes propietarios que custodian sus mercaderías, la pandemia por el Covid que siembra alarmas en todos los planteles hasta último momento, y grotescos reglamentarios de los que la Argentina tampoco ha sabido liberarse, las eliminatorias sudamericanas avanzan con un ritmo tan zigzagueante que nadie se atreve a confirmar cómo terminarán. Sin ir más lejos, entre tanto parches y asteriscos, esta noche la selección ya jugará el segundo encuentro con Bolivia (dese las 20.30, TV Pública y TyC Sports), mientras todavía no se enfrentó con Uruguay ni con Brasil.
Pero no será un partido más. No se tratará de una noche cualquiera: jugará el campeón de América en su país, y frente a algo más de 20 mil personas, una situación que interrumpirá 18 meses sin hinchas en la cancha en tiempos de aislamientos y protocolos. Argentina es campeón, el grito que estuvo atragantado durante 28 años. La deuda que lastimó a muchas generaciones de futbolistas. Después de la conquista de la Copa América anterior, en Ecuador 1993, la selección casi inmediatamente abrió su ruta eliminatoria rumbo a la Copa de EE.UU. ‘94 con tres cotejos como visitante, el último, una caída con Colombia que terminó un impactante récord de 31 juegos en la administración de Basile. Cuando aquel campeón regresó al país, y si bien venció a Perú en River, el clima ya no era festivo. Sobrevolaba el temor de no conseguir el pasaje al Mundial, un cupo que recién se aseguró en el repechaje.
Por eso la situación actual es bien diferente. Gobierna la esperanza y esta noche, desde las 20.30, los campeones recibirán merecidos honores. Pero lejos de alentar la relajación, ojalá se trate del primer paso hacia la superación. Para entusiasmar al público, claro, pero especialmente para crecer internamente. Los ajustes se hacen en el éxito. El ciclo de Scaloni se ha caracterizado más por una robusta personalidad que por el funcionamiento colectivo. El título potenció carácter y confianza, y de inmediato contra Venezuela se advirtió un equipo liberado y ágil. Brasil hubiese significado una mejor medida, pero entre todos –la AFA también– lo arruinaron.
Lo que no se puede permitir la Argentina es estancarse. Especialmente, porque todavía no despejó todas las incógnitas. La limitante de su falta de roce con rivales europeos le impide calibrar su auténtico potencial. Bienvenido el título continental, la consolidada renovación y la definición de un plantel base, pero si el ciclo encadena 35 partidos y apenas en una ocasión se midió contra un adversario europeo (Alemania 2-2, en Dortmund 2019), convendrá no alentar distorsiones. Afortunadamente, el cuerpo técnico lo sabe. No es su culpa. Pero atención, a la Argentina le queda mucho por demostrar: 31 de esos 35 encuentros fueron contra adversarios americanos, y los últimos 17 consecutivos, ante sudamericanos.
Nada quita que la selección acumula un invicto de 21 cotejos, el segundo mejor registro detrás de los 31 apuntados de Basile en los albores de los ‘90. Y esta noche la racha no tendría que detenerse, es más, el reencuentro con el público en vivo debería coronarse con una victoria. Bolivia, con su entrenador César Farías en un tembladeral, no se escapa de un sostenido derrumbe que suma años. Ejemplo: encadena 59 juegos sin victorias como visitante –50 derrotas y 9 empates– por eliminatorias, desde el 7-1 a Venezuela en 1993. Solo el delantero Marcelo Martins y su cruzada solitaria: paradójicamente, en dominios de Messi, Suárez o Neymar, él es el goleador de la ruta eliminatoria y suele vestirse de verdugo ante la Argentina. Claro, ha marcado el tanto decorativo en varias goleadas. El cercano 28 de junio, por la Copa América, la selección vapuleó 4-1 al conjunto del altiplano. “Es un rival difícil”, analizó ayer Scaloni. Políticamente correcto el DT, pero no, no lo es. La dificultad únicamente puede aparecer a partir de una oscura tarea albiceleste.
Camino a Rusia 2018, Perú fue al repechaje con 26 puntos. Si Argentina gana hoy ya tendrá 18 cuando ni siquiera habrá completado la primera rueda. No hay urgencias ahí camino a Qatar, por eso se trata de mejorar. Esta noche tendrá que asimilar una superficie desconocida –el nuevo césped ya le trajo algunos contratiempos a River–, probará a Juan Musso en el arco y probablemente ‘Papu’ Gómez disfrute de la titularidad. Tendrá poco público, pero cálido, a diferencia de la última vez en Núñez, en 2017, cuando sobró lugar. Con la confianza a tope, con el mejor del mundo y arropado por al menos una porción de simpatizantes que solo a partir de un título decidió perdonar. No a esta generación, sino a la figura selección que durante años trató con recelo o indiferencia. La Argentina no puede apurar los tiempos, es cierto, debe resolver lo que se le presenta. Lo que le toca. Obligada a no confiarse, porque las reales altas cumbres todavía no aparecen en su agenda.
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