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Antonio Mohamed: “No miren mis goles en YouTube, pregunten qué clase de persona soy”
Saluda con naturalidad a cuanta persona se cruza. Tiene unos lentes de sol grandes y una gorra con el escudo de Huracán en la mano derecha y el celular en la izquierda. Paso rápido y una sonrisa que contagia. Cuenta que tiene una rodilla, la derecha, que lo tiene loco porque se le acumula ácido úrico y le advierte a uno de sus asistentes que si al día siguiente aparece el sol: "Voy a lagartijear en esa reposera". Tan natural como siempre, Antonio Mohamed recibe a LA NACION, no anda con formalismos y no lo detiene el lujo de la concentración del Globo en el Howard Johnson de Ezeiza. Simplemente, un tipo del fútbol que tuvo "suerte".
Invita unos cafés y pide un agua mineral. Parece eléctrico y está pendiente de todo lo que sucede a su alrededor. Sonríe, nunca deja de hacerlo. Es amable, se ocupa por no dejar de serlo. Su único objetivo, repite en más de una oportunidad durante los 40 minutos de charla, es que lo recuerden como una buena persona. El Turco, a los 48 años, dice también que su esencia de Villa Soldati está intacta. Y algo de razón tiene porque no hay señales de aquel jugador extrovertido de Boca y la selección argentina; tampoco hay ínfulas del técnico campeón con Tijuana, América e Independiente. Cuenta sin demasiadas vueltas qué pasó con su frustrada llegada a Boca de la misma manera que siente que el mundo del fútbol está abarrotado de palabras sin sentido. Habla de meditación y también de cómo cambió desde la muerte de su hijo Faryd (falleció en un accidente en Alemania en 2006). No tiene filtro: eso también es parte de su esencia. La charla se produce días antes de la muerte de Norma Matijevich, su madre, a quien menciona más de una vez.
No duda en decir que no va a cambiar mucho en este arranque en Huracán, que apenas puede poner mano. "Es que por lo general uno llega a un club para arreglar lo que estaba mal, pero en este caso el proceso con Alfaro era bueno, entonces, por ahora no voy a cambiar demasiado. Por lo que vi del equipo estamos en condiciones de competir en cualquier escenario", dice Mohamed, que admite que lo motiva saber que su debut será en el clásico ante San Lorenzo, este domingo, por la Superliga.
–En un ambiente tan intenso como el del fútbol, ¿Cómo se hace para no cambiar la esencia y no usar una careta?
–Me vine de España porque querían que no sea yo mismo.
–¿Cómo es eso?
–Claro, querían que sea estructurado, que piense qué declarar, que esté atento a qué pueden decir los demás... Yo siempre me manejé con respeto, siento que no tengo enemigos en el fútbol, que tengo rivales. Entonces, no voy a cambiar. A mis hijos les dije desde chiquitos: No miren en Youtube mis goles, pregunten qué clase de persona soy. Cuando suban a entrenarse con la primera, vean a los utileros o a los doctores y pregunten cómo soy como persona. Si me agrandé porque me fue bien, porque gané plata o porque jugué en la selección. Pregunten si sigo siendo la misma persona y si trata a todos por igual, al barrendero, al que abre la puerta en la Quemita o al presidente del club. Soy así, no le veo otra vuelta. Me gusta la plata como a todos, me gusta ganar como a todos, me gustan las cosas que les gustan a todos los hombres. No tenés que andar de traje y corbata todo el día para ser un tipo respetuoso.
–Sacando el amor y la gratitud, ¿Por qué volver a Huracán, a esta altura de tu carrera?
–No había necesidad económica, porque los últimos 10 años me fue como nunca imaginé en mi vida. Desde 2010 a 2018 me fue excelente. Así que de plata no se trata. Tengo hijos más grandes, mi vieja está complicada de salud, así que dije clavo bandera acá y listo. Pensaba que si era Boca agarraba, sino iba a descansar; incluso, les dije a todos los de mi cuerpo técnico mi idea. No tenía pensado agarrar Huracán, pero qué iba a pensar que el entrenador del Globo se iba a ir al club con el que yo tenía casi todo arreglado. Porque ya había hablado con Boca y estaba muy cerca. Estaba en Cancún de vacaciones esperando el llamado de Boca para firmar, pero arregla Burdisso [Nicolás] y se da vuelta todo. Y quién iba a pensar que era Alfaro el elegido por Boca y yo iba a quedar en el medio con Huracán sin entrenador… Cuando ellos me ofrecen venir acá no podía decir que no. Y por qué no me iba a regalar esta chance de dirigir al Globo en Primera y en la Copa Libertadores.
–Te escuché decir que el entrenador está sobrevalorado, sin embargo, hay una sensación de que los técnicos son la clave de casi todo, ¿qué te pasa con eso?
–Hay mucha sanata. Que los drones, que la basculación… Basta de eso, la basculación es hacer recorridos, las transiciones son contragolpes. Pelota al pie y al que sabe jugar al fútbol. Hoy si no decís basculación, transición y no sé cuántas cosas más parece que sos un burro… Todos tenemos nutricionistas, todos usamos GPS… Si me preguntás cuántos kilómetros recorre un jugador yo lo sé, porque yo laburo con información porque hoy el jugador te la pide. Entonces, no necesitás estar de traje todo el día. Eso es inseguridad, sentirte menos, eso lo noto mucho, una alta dosis de inseguridad. Y hay una gran cantidad de entrenadores que se manejan con periodistas para que realcen su trabajo. Lo mejor que puede hablar de mí son los jugadores y cómo juega mi equipo. Lo demás es todo sanata.
–¿Pero hay un contexto que te obliga a ser más profesional que cuando vos eras jugador?
–¡Pero sin duda! Nosotros nos escapábamos de la concentración, hoy un jugador no lo piensa y si lo quiere hacer, sabe que queda prendido fuego a los dos minutos. Si se escapa uno, le sacan una foto y se acabó. Y no te llega por el periodismo, te llega por cualquier otro lado y antes que salga en los medios. Hoy Sacachispas se entrena como Barcelona porque está toda esa información, después está la calidad de los materiales para hacerlo, las estructuras, el talento de los futbolistas. No me vengan con chamuyos de hacer creer que el fútbol es una ciencia.
–Pero hay entrenadores que son talentosos, ¿a vos no te gusta hablar con otros colegas para conocer sus métodos para manejar un grupo?
–Sin duda, porque la clave es saber manejar el grupo. Ahí está todo. Me gustaría hablar con Pellegrini [Manuel], con Coco Basile, tomando un whisky en La Raya… Porque después las ideas tácticas que vos tenés no las podés desarrollar adentro de una cancha porque no te responden los jugadores. Ante la más mínima duda delante de los jugadores estás listo.
–Entonces, todo se trata de convencer.
–Pero hay varias maneras de convencer: desde el conocimiento, desde el puesto que ocupás, desde lo que transmitís…
–Hoy nadie dirige con el nombre.
–Totalmente, porque si el jugador advierte que no sabés nada, te dan salida. Hoy no das vueltas las cosas así nomás y mucho menos si tenés que dirigir un equipo con figuras.
–Dijiste en una entrevista que ir a dirigir a Europa era un trampolín o un tobogán, ¿Qué resultó?
–Primero fui parte de lo que es el Celta en los últimos 10 años. Hoy está más abajo de lo que lo dejamos y así va a estar creo que un par de años largos más, por cómo piensan. Se me fue el encanto de ir a Europa, no fui al lugar que debería haber ido, ellos no llevaron al entrenador que pretendían y fue un cruce que no funcionó. Tener que ir al palco oficial en traje, salir a hablar con ese uniforme… No iba conmigo. Nunca me sentí cómodo. En Celta quise proponer algo diferente y para ellos era comer en cuero en un restaurante de lujo, demasiado caretaje. Me hacían sentir así. Eso hizo que se generase una distancia hasta que en la fecha siete me echaron y estando en la mitad de la tabla. Si le ganábamos a Real Madrid quedábamos sextos, perdimos y quedamos 12°… Ahora está 14° a dos puntos del descenso y así va a seguir y no va a cambiar. Es un equipo que recibió 200 goles en tres años y no quieren cambiar. Es un club vendedor, pero que te lo digan de entrada, porque no fueron claros. Querían un técnico que siempre juegue de la misma manera y les dije que yo no era ese entrenador, que estaban equivocados. Y cuando se los dije buscaron la manera elegante para decirme chau.
–¿Para poder tener éxito en tu cargo necesitás tener jugadores inteligentes?
–Mirá, todo el juego pasa por la cabeza. Si no estás bien de la cabeza no podés competir. Si vos sos capaz de sacar los malos pensamientos de la cabeza funcionás, si no es muy difícil. Si te hace mal lo que dicen de vos los demás, estás listo. Cuando en el fútbol te infectan la cabeza estás listo. Yo tengo coaching en mi cuerpo técnico, ahora no acá, pero siempre tuve. Hago meditación. Muchos piensan que la meditación es esto (cierra los ojos, levanta las dos manos y une el dedo pulgar con el índice). No, la meditación es enfocarse por 5 minutos en algo para sacar los pensamientos que no corresponden.
–¿Cómo llegaste a la meditación?
–Porque cuando fui al América de México a dirigir todo lo que se decía me afectaba mucho. Me crucé con un argentino allá, Marcelo Schetjman (el coaching de América de México), que me dijo: "Lo primero que tenés que saber es que vos sos un mortal y un boludo como cualquiera. Ahora si vos te la creés porque sos el técnico de América y venís con un coche importado al entrenamiento, no te sientes conmigo a hablar. Y lo segundo es que tenés que saber es que a vos no te putean, insultan a la silla. Te echan a vos, te vas por la puerta de atrás y no se da cuenta nadie. Sos un boludo más que camina por la calle. Técnico de Boca, de la selección o de América y es lo mismo". Y es verdad. Después arranqué con la meditación para poder enfocarme y sacar todo lo que me hacía mal. Por eso llego a las conferencia de prensa relajado, sabiendo qué voy a decir y sin ningún tipo de cassettes.
–¿Te confundió el fútbol?
–Sí, me pasó varias veces. Creía que me las sabía todas. La última que me pasó fue cuando vine a Huracán en 2013, pensaba que ganaba con la chapa, de ahí me fui a América. Y seguía todavía con esa boludez de creer que era mejor que todos. Y había sido nada más que campeón en Tijuana y me había ido muy bien en Independiente. Fue peor ese momento que cuando era jugador. Pero encontré quién me enfoque y me haga ver la realidad. Y cuando me fui de América por la puerta de atrás me acordé mucho de él [por Schetjman]. Me llamó al otro día y me dijo: "¿Te acordás lo que te dije cuando nos vimos la primera vez en México? Bueno hoy están hablando ya de otro entrenador y vos fuiste campeón hace dos horas".
–El manejo de grupo lo mencionaste como un puntal para cualquier proceso, ¿es el trabajo más complejo para cualquier conductor?
–Es lo más difícil de todo. Tenés que ser un tipo muy preparado. Para llegar a un liderazgo supremo hay que tener mucho recorrido. No es fácil lograr que un grupo acepte tu propuesta como la forma más adecuada para alcanzar un objetivo. No es simple conseguirlo, tenés que dar el ejemplo, demostrar que sabés de lo que estás hablando.
–¿Qué es ganar para vos?
–La verdad que ganar era una obsesión cuando era más joven. En un momento pensaba que lo único que importaba era el resultado. Hoy me parece que lo más trascendente es disfrutar el camino para alcanzar el éxito. De esa forma tenés más chance de ganar. Me ha pasado de ganar, festejar e irme a mi casa a las 2 de la mañana caminando solo porque al día siguiente tenía que seguir laburando. Me puse a pensar y no había disfrutado nada del proceso, eso fue lo que me pasó en el América. ¿De qué me sirvió el título? ¿Para aparecer en las primeras planas? Además, yo necesito que me quieran para ganar, no ganar para que me quieran. Por eso cuando tengo la posibilidad de elegir estoy en Huracán, porque me quieren y me respaldan. Pero hoy no me obsesiona ganar.
–¿En el fútbol argentino hay más miedo a perder que ganas de ganar?
–Está cambiando un poco todo eso, pero sí, todavía predomina el miedo. Hay que sacar los empates en el fútbol, de esa forma se van a solucionar muchas cosas.
–¿Cuánto queda del pibe que iba al Instituto Cristo Obrero, en Villa Soldati?
–Visitaba a mi mamá. Estuve en estos días por Soldati, cargué nafta en la esquina del colegio, me quedé mirando el lugar y recordando la cantidad de partidos que jugué en esas canchitas. Quedan algunos rasgos de ese pibe. Pero como estoy en Huracán, cerca del barrio, es como que siempre estoy. No se va a ir nunca de mí la esencia del pibe de Soldati.
–Si yo le daba una hoja a ese chico de Soldati para que escribiera qué esperaba para su futuro, ¿habría escrito todo lo que sucedió después?
–Ni loco. Igual, a mí me cambia mucho la vida la muerte de mi hijo. Yo no sé si hubiera dejado la rebeldía y el ir contra el sistema todo el tiempo. Desde ese golpe me volví más pensante, sin ser careta. Me puse mucho más en el lugar de la otra persona. La familia, los amigos, valorar lo que uno tiene, eso es lo que pongo en mi lista de prioridades. Prefiero que me recuerden por haber sido buen tipo, que por haber jugado bien a la pelota. Yo les digo a mis jugadores en broma: "A ustedes lo único que les va a quedar es la que guarden (y se toca el bolsillo derecho delantero de su pantalón) y los amigos. Nada más. El que llega a grande sin amigos, se muere viejo y solo".
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