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Ángel Di María cumplió su sueño: campeón con la selección argentina y con un gol para la historia
El delantero se había propuesto ganar un título con la albiceleste y lo logró; la relación con Scaloni y las exigencias en los encuentros vitales
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“Quiero ganar algo con esta camiseta. Voy a venir hasta conseguirlo o hasta que me echen. Nunca le voy a cerrar las puertas a la selección, voy a seguir viniendo hasta que me echen”. Se había convertido en una obsesión para Ángel Di María. Y un día se asustó, sintió que lo echaban. Que se había acabado la historia.
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Ángel Di María y Lionel Scaloni compartieron la selección, pero fueron rivales. La Argentina se despedía rumbo al Mundial de Alemania 2006 y José Pekerman no quiso correr riesgos en el último amistoso: la mayor contra el Sub 20, a puertas abiertas en el estadio Monumental. De un lado, un extremo izquierdo flaquito y escurridizo de Rosario Central, del otro un áspero defensor que entonces ya sumaba ocho temporadas en Europa. Las vueltas del fútbol, ¿no?
Con Scaloni ya como jefe, tuvieron que ajustar algunas diferencias. La desesperación por pertenecer le jugó una mala pasada a Ángel. No aparecía en las convocatorias y explotó en septiembre del año pasado: “No le encuentro explicación, es difícil de poder asumirlo. Sinceramente no tengo palabras, porque para mí la selección es lo único, es lo máximo. Si me rompo el ojete en cada partido, en cada entrenamiento, es difícil entender que estando en un buen momento no puede estar convocado”, reclamaba desde PSG. Scaloni guardó la calma pública. Jamás confrontó. Hasta saludó esa rebeldía. Un tiempo después, Di María volvió a la selección. Como uno más tenía que ser, sin muecas, sin privilegios. Sólo amor genuino e incondicional, el que entiende que también se puede ser importante sin jugar. O jugando menos. Y nació otra etapa en la selección.
Ángel ya está en Rosario. Con sus afectos, con la medalla de campeón. Jorgelina es su compañera de toda la vida. Sus hijas, Mía, es madrileña, y Pía, parisina. Pero los Di María no negocian su lugar en el mundo: Rosario. Jorgelina tuvo un activo protagonismo en las redes sociales en las últimas horas. Ella se encargó de mostrarle al mundo los mensajes que había intercambiado con su marido el viernes pasado. Jorgelina le vaticinaba que iba a entrar para convertir un gol de emboquillada, muy parecido al de la final contra Nigeria, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Y Ángel, probablemente con alguna pista desde la concentración de Río de Janierio, le respondía que eso podía suceder…, pero con él como titular. El resto, lo vimos todos.
Hasta el sábado, preguntarle a Di María por su mejor partido en la selección encontraba una respuesta muy sencilla. “Lejos, el que más recuerdo es el de Suiza, en Brasil 2014, por el gol, porque estábamos a nada de ir a los penales y porque pasamos a cuartos, eso fue inolvidable. Después…, siempre recordaré el debut, contra Paraguay, aunque no jugué mucho porque a Carlitos lo echaron y me cambiaron [Tevez vio la roja a los 15 minutos del primer tiempo, y en el entretiempo Sergio Agüero reemplazó a Di María]”, decía. Ahora, la respuesta es todavía mucho más directa: “La noche del Maracaná, claro, para toda la vida”.
No la pasó bien. Nada bien. “Mirá, he recibido muchas críticas, pero llegué a 111 partidos, llevo más de 12 años en la selección, creo que eso no lo logra cualquiera. Yo lo disfruto como la primera vez, porque en la selección no es fácil. Poder convencer a cada técnico de que yo debía estar en la selección no ha sido sencillo”. Llegó el reposo. Se alejan los demonios. “Yo fui el foco de muchas críticas, pero por mis lesiones. Porque siempre que jugué, creo que rendí. Hice grandes partidos en muchos momentos desde que estoy en la selección. Pero las lesiones y las molestias que me sacaron de algunas finales influyó. Influyó en la idea que se hizo la gente, la prensa; influyó en mí, desde ya, e influyó en mis compañeros también”, asume. Hubo muchas sesiones de terapia: “Psicológicamente me mataba pensar que ya no me daba para la selección. Me estaba matando todo eso y necesitaba descargar para volver a estar bien”.
Brasil le debía una. O dos. Porque en la Copa América 2019, fue él, como capitán en ausencia de Lionel Messi –furioso con la Conmebol– el que subió a recibir el premio por el tercer puesto. “El partido que no jugué es el que más me duele de mi carrera”, repetía. ¿A qué se refería? Al desgarro contra Bélgica y el Mundial de 2014 que se acabó en los cuartos de final, sin posibilidades de enfrentar a Alemania. “La carta del Real Madrid fue verdad y la rompí sin leerla. Si hubiésemos salido campeones, nadie hubiese dicho nada. Pero perdimos y me cayeron insinuando que me había borrado. Y más cuando, después del Mundial, jugamos un amistoso contra Alemania, allá, los goleamos y jugué muy bien, entonces fue peor, porque empezaron a decir que todo hubiese sido distinto si yo hubiera estado en la final…” Todo quedó definitivamente archivado.
“Pensé que la única manera de curar aquella herida del 2014 iba a ser en la Copa de Rusia, que sólo otra final del mundo podía estar a la altura. Nunca me imaginé que se podía presentar otra oportunidad en el Maracaná…, pero también sé que me la busqué”, se reconforta.
Di María tiene 33 años. Tenía 15 cuando entró por primera vez al predio de la AFA. Lo recibió Hugo Tocalli. Hoy, Martín Tocalli, hijo del exayudante de Pekerman, es el entrenador de arqueros. Ángel fue sparring de Roberto Ayala, también, en los tiempos de Pekerman. Con Walter Samuel, Di María directamente compartió la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Y Con Pablo Aimar, más allá de las dos temporadas en Benfica, únicamente una vez jugaron en la selección, pero se trató de una noche inolvidable: bajo el diluvio, la del agónico gol de Martín Palermo ante Perú. De compañeros, a jefes. “A veces jodemos, pero cuando entrenamos, está claro quiénes son los técnicos y quiénes los jugadores, esa es la realidad. Sabemos diferenciarnos muy bien”, confiesa.
Messi es un capítulo en su vida. “En momentos críticos de la selección, desde mi familia me han dicho: ‘¡Tranquilo, cómo te vas a poner así si lo tenés a Leo al lado! Si a él lo critican más que a todos ustedes juntos, lo matan en todos lados pese a que ganó todo, hay que seguir peleándola, seguir mirando para adelante…’ Tener la familia de tu lado es clave”, relata. Y vuelve al Maracaná, a la eterna noche del sábado 10 de julio: “Leo me decía gracias a mí. Y yo a él. Él me había dicho que ésta iba a ser la revancha por las otras finales”, cuenta. Y avanza sobre su amigo, o el ‘Enano’, como prefiere decirle. “Él tenía todo, ya había ganado todo, sólo le faltaba algo con esta camiseta e iba a seguir insistiendo hasta lograrlo. Ya era el mejor de la historia, no tenía que demostrar nada. Porque el ‘Enano’ es un extraterrestre..., y un cabeza dura también”.
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