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Ángel Correa, el chico que llevó una familia numerosa a Madrid, nunca se quejó y disfruta su mejor momento en Atlético
Siete años después de su llegada a Atlético de Madrid, el delantero argentino se ha convertido en imprescindible para Diego Simeone y el vestuario asume su trascendencia como jugador distinto y decisivo
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MADRID, España.– El yo de los futbolistas es jerárquico. Siempre están pendientes del rol que ocupan y el estatus que tienen en el equipo. Siete años después de su llegada al Atlético de Madrid como una promesa procedente del histórico San Lorenzo de Almagro, Ángel Correa se ha situado en el lugar al que aspiraba. Su entrenador lo arrima al área y sus compañeros aceptan la trascendencia y la jerarquía que ha adquirido. Todos consienten en señalarlo como el jugador más distinto por lo imprevisible de su fútbol. El vestuario del Atlético asiste desde la temporada pasada a una explosión que fue decisiva para la conquista de la última liga.
Con los dos tantos que marcó el domingo al Celta, Correa suma ocho en los últimos diez encuentros del Atlético. Entre ellos, el del empate en la última jornada en Valladolid que inició la remontada culminada por Luis Suárez para atar el título. Aquel zigzagueo, en medio metro entre tres defensores, y el punterazo ratonero desde la frontal con el que culminó la maniobra fueron todo un golpe en la mesa del futbolista que pretende ser y que Simeone le exige. “El de la temporada pasada fue tu nivel, pero tienes más”, le ha advertido el director técnico.
“Ahora juego más cerca del área”, se limitaba a explicar con su sempiterna media sonrisa en Balaídos. Acababa de embocar los dos goles de ejecución perfecta. En el primer golpeo mezcló potencia y colocación con el empeine externo, y en el segundo, la fuerza y la dirección justas para cruzar la pelota al rincón. Simeone no hizo una efusiva celebración de las suyas con el segundo tanto, pero agitó su mano derecha con admiración, con ese gesto que manifiesta “vaya barbaridad”. Y al momento lo cambió porque ya había cumplido con su tarea. Correa solucionó en el estreno ante el Celta la preocupación que su entrenador tenía con el gol con la mirada puesta en el estreno liguero. Le dio la contundencia que le inquietaba. Además, jugó más minutos que los que el propio Correa pensaba, que esperaba un inicio de curso más pausado. A una semana del comienzo del campeonato, con Luis Suárez en plena puesta a punto, y sin haber cerrado en el mercado el delantero que reclama, para el preparador argentino ya fue un alivio comprobar el estado de forma de Correa en el bolo con el Feyenoord. En la media hora que jugó hizo un gol y arrastró al equipo.
Para el delantero no ha habido un plan de integración tan rígido como el de los últimos internacionales en incorporarse al grupo por su participación en la Eurocopa o en la Copa América. Trippier, Luis Suárez y De Paul arrancaron en el banco. Una vez más, Correa fue en Vigo el mismo soldado fiel que aceptaba sin malas caras jugar en la banda derecha, aunque clamara en voz baja que Cholo le diera alguna vez 90 minutos cerca del área. Fueron tiempos duros tras una operación a corazón abierto. Aceptó ser peón con alma de alfil. Parte de la grada y de la crítica le reprochaba que las jugadas que imaginaba y ejecutaba a toda velocidad no fueran acompasadas con buenos controles, regates o disparos certeros. Su defensa fue no dejar de intentarlo.
Más maduro
Todo aquello estuvo a punto de provocar, hace dos veranos, su marcha al Milan. Sentía que podía jugar más minutos y el entrenador estaba dispuesto a sacrificarlo por Rodrigo Moreno. La operación se truncó porque el club italiano rebajó su oferta inicial. “No quiero estar, quiero jugar en el Atlético”, repetía Correa. Con todo, fue el jugador que más rendimiento le ha dado a Simeone en sus búsquedas de un cuarto centrocampista ofensivo (Gaitán, Vitolo, Carrasco, Lemar). El técnico no encontró otro que se sacrificara tanto. Además, con mayor o menor regularidad y cantidad, algún gol y alguna asistencia firmaba, aunque jugara fuera de posición. En la medida en que terminó por adaptarse, Correa también empezó a incrementar el volumen de acciones decisivas en ataque.
La temporada pasada ya jugó todos los partidos de liga y sumó entre todas las competiciones nueve goles y once asistencias. Lo favoreció el paso adelante dado por Simeone para que jugara cerca del área. “Está más maduro en el campo”, aseguran en el club. Fuera ya lo estaba, como cabeza de una numerosa familia humilde que se trajo a Madrid y de la que se hizo cargo desde que ganó su primer sueldo en el fútbol, con 10 años.
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