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Ángel Clemente Rojas cumple 80 años: “Todavía me pongo nervioso cuando juega Boca porque quiero que gane siempre”
El gran ídolo disfruta de su presente como presidente de la Mutual de exfutbolistas y cuenta el insólito motivo por el que se bajó del Mundial de 1966
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Recorrer junto a Ángel Clemente Rojas unos 50 metros por los pasillos de la Bombonera una tarde cualquiera puede demandar más de media hora. No porque el ídolo camine despacio, sino porque cada dos o tres pasos alguien lo abraza, le da un beso o le pide una selfie. La mayoría de esas personas no lo vieron jugar, pero saben muy bien quién es. Y el gran Rojitas accede a todo con una sonrisa, porque se siente bendecido de recibir tanto amor.
Se lo ve rozagante y feliz de llegar (aunque se niegue a creerlo) a los 80 años. Es, para muchos, el máximo ídolo de la historia xeneize y él infla el pecho cuando alguien se lo dice. Por ejemplo, una guía que le muestra las instalaciones a un grupo de estudiantes, que justo se lo encuentra muy cerquita de la estatua que lo inmortaliza en el templo xeneize. Rojitas agradece tanto cariño, pero también deja en claro que nada fue gratis y que él hizo todo lo posible para ganárselo.
Sobre este presente saludable y mucho más, Rojitas comparte con LA NACION un viaje por diversos momentos de su vida, en los que la emoción y la risa están a flor de piel, con un aire mágico sobrevolando la Bombonera, como cuando tiraba sus gambetas y giraba su endiablada cintura sobre el campo de juego.
- ¿Cómo te encuentran estos 80 años?
- Yo te quisiera decir una cosa, ¿cómo me ves vos?
- Impecable.
- Impecable yo también te digo entonces.
- ¿Y cuál es el secreto? ¿Hay alguna fórmula para llegar bien a los 80?
- Sí. Hacer las cosas bien, nada más. No tenés que descajetarte. Yo en algún momento lo hice, pero un día dije “se terminó” y se terminó. Hasta acá llegamos, ¿me entendés lo que te digo nene? Y estoy bien, estoy bien. No salgo, no hago cosas que me hacen mal. A veces fumo, ¿viste? Pero nada más. Y el buen humor y la alegría. Siempre. Jamás tuve problemas con la gente. Jamás. Siempre los traté a todos bien. ¿Vos viste lo que fue recién con los pibes? Bueno, eso es siempre así.
- ¿Cómo vas a celebrar tu cumpleaños?
- Me hacen un reconocimiento. Yo me pongo a pensar que cumplo 80 años y no lo puedo creer, te lo juro. Podríamos salir una noche a celebrar, ¿no? Pero no. Se acabó la noche, mi amor. Hay que cuidarse.
- ¿Por qué te decían “El Pelado” de chiquito?
- ¿Cómo sabés eso? Nosotros éramos de una familia muy humilde, muy humilde. Me cortaban el pelo y quizás por seis meses no me cortaban el pelo porque no había plata para ir a la peluquería. Me cortaban muy cortito para que dure más. Y los vagos de la esquina donde nací allá en Sarandí me miraban y me decían “Pelado”, “Pelado” y me quedó.
- ¿Y en qué momento decidiste ser futbolista?
- De pibe, de mocoso. Pantalones cortos. En la época, cuando uno era jovencito, había 200.000 canchas, nene, 200.000 clubes, todos con cancha en esos tiempos. Y aprendí en eso. Empecé a ir con chicos más grandes que yo, en el potrero, después al baby fútbol con los pibes. Y fueron cosas muy lindas en mi vida eso, en serio te digo. Y tuve la suerte de jugar muchos años de pibe, hasta que me llegó esto. Me llegó Boca.
- ¿Es verdad que fuiste a probarte a River?
- Si. Pero, ¿sabés por qué fui? Porque me llevó mi padrino. Llegamos con el tren a la cancha de River. Y yo quería jugar igual, a mí no me interesaba porque era un mocoso y no sabía nada. Voy a ver al tipo que me estaba esperando, pero mi padrino se había olvidado una solicitud, que en ese tiempo tenías que llevar para probarte. Y me tuve que ir. ¡Si no por ahí me quedo en River!, ¿me escuchas lo que te digo? Andá a saber lo que pudo haber pasado eh. Y de ahí me voy a Boca.
- ¿Cómo fue esa prueba en Boca?
- Me lleva también mi padrino, pero ahí si llevamos la solicitud. Me mandan a jugar y yo tenía unas zapatillas Flecha, ¿viste? Una vergüenza… ¿Sabés quién era el técnico? El Nano Bernardo Gandulla. “Vaya y pida una pecherita”, me dice. Se me caían las medias. Me pone y hago tres goles. Y quedo en Boca, nene. Mi vieja y mi viejo tienen que venir a firmar unas planillas, me sacan unas radiografías y ahí empiezo.
- ¿Qué recordás de las primeras concentraciones?
- Me quería morir nene. Temblaba, yo temblaba. En serio te digo. No tenía ropa. ¿Vos sabés lo que es entrar al hotel Nogaró en el centro? Estos concentraban ahí y yo en zapatillas. El técnico era Adolfo Pedernera, no me olvido más. Y me dice “Vaya al conserje y fíjese que le diga el hombre en qué habitación está. Va a estar con Rattin”. Cuando me dijo “Rattin” no lo podía creer. Cuando entré a la habitación me quería morir. No sabés lo que era eso. Y estuve con él hasta que se retiró del fútbol. Dormí toda la vida con él. Íbamos a Europa, íbamos a Madrid, al interior, a La Candela y yo siempre con el Rata. Me adoraba. Fue un grande conmigo. Muy grande. Me orientó en muchas cosas, me aconsejó. Y tenía razón en todo. Una cosa maravillosa. No me despegué nunca de él.
- ¿Dónde te sentías más cómodo en la cancha?
- En el medio, arrancaba del medio para adelante. De 8 arrancaba, pero iba y venía. No tenía problema. Aparte con los laderos que tenía al lado jugaba de taquito. Lo tenía al Muñeco Madurga, que fue un fenómeno. Después vino Savoy, de Independiente, el 10. Mamá querida. Salimos campeones con ese equipo. Después vino uno morochito de Colón, Medina. Pero Madurga fue un fenómeno. ¡Novello! ¿Sabés qué jugador fue?
- ¿Con qué jugador te sentiste más cómodo jugando?
- Toda mi vida con el Beto Menéndez. Jugábamos de memoria, antes de agarrar la pelota ya sabía lo que iba a hacer yo y lo que iba a hacer él.
- ¿Y el mejor equipo que integraste?
- Fueron todos. El del 69 fue el más grande para mí. Pero se ganaron muchos campeonatos por la fuerza que tenía Boca, cómo metía. Aparte que los contrarios lo respetaban a Boca. ¡Y ganamos varios campeonatos eh!
- ¿Tu mejor gol?
- Hice muchos. Pero el mejor fue el primero, porque no te lo olvidás más. Fue contra Gimnasia, en el 63, en mi quinto partido con la camiseta de Boca.
- ¿Cuál fue el mejor técnico que tuviste?
- Adolfo Pedernera. Un campeón del mundo. Grande como jugador y como persona.
- ¿Ganabas buena plata?
- Te podías comprar un auto, una casita. Se podía vivir bien.
- ¿Por qué le dijiste que no al Real Madrid?
- Por pelotudo.
- ¿Cómo fue eso?
- Eso fue en el 66 en Casablanca, Marruecos. Fuimos con Boca a jugar una copa importante, creo que se llamaba Mohamed o algo así. Ganamos la semifinal y nos toca la final con Real Madrid. Empatamos 1 a 1, pero ellos ganan la copa por diferencia de gol. Ellos tenían un equipo de la puta que los parió. Di Stéfano no jugaba, pero tenían un equipazo. No sabés lo que eran. Y bueno, en el medio de ese torneo nos dan una noche libre y nos vamos con el Rata a tomar algo. Yo no tomaba y el Rata tampoco, pero nos metimos en un boliche. ¿Sabés lo que era para llevar a Rattin a un boliche? Estábamos con una piba que no se le entendía un carajo. La cuestión es que nos fuimos a dormir como a las 6 de la mañana, boludeando ahí en el boliche.
- ¿Entonces?
- A las 9 estábamos durmiendo y golpean la puerta de la habitación. El Rata me pide que abra la puerta y era un asistente de Alberto J. Armando, el presidente de Boca, que me lleva a la suite donde él estaba con su señora. Temblaba como una hoja. “Pase”, me dice Armando. Yo pensé: “Este me va a meter en la silla eléctrica”. Y me dice: “Vos haceme un favor, ¿querés jugar al Real de Madrid? Porque ellos te quieren”. “¿Si quiero jugar al Real de Madrid?”. Le digo. “Sí. ¿Querés o no?”. Y le dije que no. “Bueno, váyase”. Y me volví a la habitación. El Rata me preguntaba qué había pasado. Cuando le cuento me empezó a putear. “¡Hijo de puta! ¿Cómo no vas a decirle que sí?”. Si no, me compraba el Madrid. ¿En serio te digo eh? Porque cuando Armando me pregunta yo le digo: “¿Qué voy a hacer yo en España?”. Fui un boludo. Pero son cosas de pibes, yo tenía 22 años, un pendejito. En ese momento no pensé. Me hubiera llenado de plata.
- ¿Cómo era tu relación con Armando?
- Me adoraba. Me dio todo, todo, todo.
- ¿Cómo fue jugar aquella final de la Libertadores del 63 contra Pelé?
- Un fenómeno. Un campeón. Un grande. Son grandes. El que nace grande, muere grande, nene. ¿Me escuchas lo que te digo?
- ¿Por qué crees que con tu calidad no jugaste tanto en la selección?
- Te voy a explicar. Primero, había muchos jugadores que jugaban muy bien. Pero no sé por qué yo no jugué en la selección. Quizás había un técnico que no me quería. Yo fui en el 66, a Londres, al Mundial. Yo era titular. Yo me quería venir porque era todo un quilombo total, lo querían matar al técnico nuestro y yo me quería venir. Entonces le digo al Rata que me quería volver a Buenos Aires, Primero se enoja y me reta, pero al final lo convenzo y me dice: “Bueno, mañana cuando vamos a practicar, errale a la pelota, tirate al suelo y empezá a gritar”. Y hago eso y grito “¡Aaaaaay”, y me revuelco. Y no tenía un carajo. Ahora no me acuerdo cómo se llamaba el médico, que chupaba vino a lo a loco, era medio alcohólico. Cuestión, que me empezó a revisar. Me pone hielo y me lleva a un sanatorio de Inglaterra. Me hacen estudios de todo tipo y yo no tenía nada. Entonces, el doctor nuestro dice: “Lo tengo que operar”. ¡Y yo no tenía nada!. Entonces le digo al Rata: “Ubaldo, ¡este tipo me quiere operar!”. “Jodete”, me respondió. Entonces el médico empieza a escribir no sé que cosa y era un papel donde decía que debían operarme, pero que la intervención tenía que ser en Buenos Aires. Y con ese papel me rajé de Londres. Cuando llego había 200 periodistas esperándome. Cuando salgo de Ezeiza estaba hasta Armando. Voy al médico de la AFA y me dice: “Hay que operar”, pero al final no me operaron.
- ¿Entonces te hubiera gustado jugar más en la selección?
- Sí. Me hubiera gustado porque el titular era yo. ¿Sabés quién jugó en mi reemplazo? Sarnari, un 8 de River que era medio pelo. Y jugó todo el campeonato. Pero lo mío entonces era Boca. Boca, Boca y Boca.
- ¿Para los pibes que no te vieron, ¿cómo jugaba Rojitas?
- Rojitas fue un grande. Un grande del fútbol. Tuve la suerte de venir a Boca a los 11 años y jugar en la Primera a los 16. En ese tiempo mirabas para el costado y tenías a Rattín, a Marzolini y todos los mejores. Yo era un mocoso y me puse a la par de ellos en poco tiempo, muy poco tiempo. Y así me empezó a querer la gente de Boca. Y les cumplí a todos, porque gané campeonatos, hacía goles… Era muy importante, ¿me entendés lo que te digo? Fue una cosa muy linda, muy linda.
- ¿En dónde jugarías hoy en la cancha? ¿En qué posición?
- Como jugué toda mi vida. En el medio, parado de 8, de volante por derecha. Y arrancar un poquito de más atrás también para hacer goles, ¿me entendés lo que tengo? Porque yo era jovencito nene. Rompía el viento yo. Fui un grande, como fueron los Rattín, los Marzolini. Y fueron cosas maravillosas de la vida. Jamás en la vida me voy a olvidar de Boca.
- ¿Serías un buen socio de Messi? ¿Cómo se distribuirían?
- Nunca le tuve envidia a nadie, nene. Yo me creí que era el mejor. No te digo de Messi, porque Messi en ese tiempo no jugaba. Esto es algo que nunca dije: en mi época no había ningún jugador que fuera mejor que yo. Yo era bravo, nene, era bravo. Yo jugué 11 años en la Primera de Boca eh. Hay que jugar 11 años seguidos en la Primera de Boca sin parar eh, ¿me escuchas lo que digo? Y las cosas me fueron bien, maravillosamente bien. La gente me adoraba, y me adora todavía. Fueron años muy lindos, muy lindos.
- ¿Te animás a armar un equipo ideal de tus compañeros?
- Tuve grandes compañeros en todos esos años, pero había un arquero que era un fenómeno, un fenómeno, y ahora no me acuerdo su nombre. Ya te digo, nene...
- Jugaste varios Superclásicos contra River. ¿Qué significaba para vos jugar esos partidos?
- Era muy importante. Cuando jugás el clásico lo estás mamando 10 días antes, una semana antes. Son cosas muy lindas.
- ¿Era el partido que te gustaba jugar o era uno más?
- Me gustaba jugar y me gustaba ganar. Yo salía a la cancha y le quería ganar siempre a River. Igual en todos los clásicos grandes, ¿me entendés lo que te digo? Pero qué bronca que no me puedo acordar de ese arquero… ¡Errea! Ahí me acordé. Néstor Errea. ¡Qué arquero, mamita querida!
- Armamos el equipo entonces.
- Errea, Simeone, Silvero, Orlando y Marzolini; Ángel Rojas, Rattín, el Beto Menéndez; Pianetti o Oreste Corbatta, Sanfilippo y Gonzalito (Alberto González).
- ¿Hay algún superclásico que recuerdes con especial el cariño o algún gol que has hecho?
- Recuerdo que jugué muchos clásicos, nene. Muchos. Tuve la suerte de hacer varios goles. Fueron muchos años de jugar en la primera de Boca, ¿me entendés? Los Boca-River los jugábamos a muerte. Y en la época que me tocó jugar a mí creo que fuimos mejores que ellos.
- ¿Es verdad que a la salida de un superclásico te atacó la Gorda Matosas? ¿Te lastimaron?
- ¡Si! Después de un clásico en el Monumental, creo que por el año 67. ¡Me agarró en un pasillo cuando iba para el micro y la Gorda me cagó a paraguazos nene! Brum, brum, brum, me daba. ¡Me rompió la cabeza! Terminé internado en el Hospital Santa Isabel, ahí en Flores. Venía con otras personas. Me lastimaron un pie, me lastimaron todo, hasta el corazón. ¡Me querían incendiar el auto!
- ¿Qué recordás de la tarde de la Puerta 12?
- Fue una cosa muy dura para todos. Porque yo vi la gente cuando la subían, la traían de la tribuna de River y pasaban por la puerta del vestuario nuestro. Y traían a la gente ya muerta y pasaban todos por el vestuario, ¿entendés nene? y ahí los ponían a los finaditos, los ponían en la pista de atletismo, es una cosa que es una locura, hermano, es una locura, aparte puedes pensar si eran tu papá o en un familiar, ¿me escuchas lo que te digo? Bueno, eso, fue una cosa muy fea que te queda en la retina de por vida. Ahora me gustó lo que me preguntaste sobre Puerta 12 porque no lo hizo nadie. Ya se olvidó la gente de todo.
- ¿Te seguís acordando de eso?
- ¿Cómo no me voy a acordar si yo vi todo? Fue un desastre. No sé cuántas personas atendieron en el Argerich. No sabés lo que fue. Ir con los jugadores, estar con las familias. Era una cosa de locos, hermano. No se podía ver. Una locura. No sé cuánta gente falleció. Eso sí que no me acuerdo. Yo sé que fueron muchos los muertos.
- Esa tarde, antes del partido, le robaste la boina a Amadeo Carrizo
- (Se ríe) ¡Me mandaron los más grandes! Yo era un nene y corría de lo lindo, y entonces fui y le saqué la boina, que supuestamente la tenía como cábala para que no le hagan goles. Me corrió por toda la cancha. Pobre… Después sentí vergüenza y lo llamé por teléfono para pedirle disculpas. Amadeo fue lo más grande que yo vi como arquero. Y, además, un señor. Un fenómeno. Cuando falleció fui a despedirlo. Amadeo fue un gigante.
- ¿Quién fue el jugador que más te deslumbró?
- Me gustó mucho Ernesto Grillo. Era de Independiente y después vino a Boca. Jamás olvidaré el gol que le hizo a los ingleses en la cancha de River. Fue el jugador que más se me metió en mi retina. Aparte, ¡qué amigo! Eso es lo que vale, nene.
- Siempre fuiste muy cariñoso, ¿cómo era tu vínculo con…
- (interrumpe) Sigo siendo cariñoso nene.
- Verdad. ¿Con Maradona cómo te llevabas?
- Diego me adoraba, me adoraba su papá. Y yo a él.
- ¿Con Carlitos y con Román tenés una linda relación?
- Por supuesto. Con todos nene. Nunca tuve problemas con nadie. ¿Sabés por qué? A mí me quieren todos. Si me preguntás por qué, yo no lo sé. Pero a mí me quieren todos. Todos. ¿Con cuántos futbolistas jugué? ¿Con 100? Me quieren los 100. Nunca tuve problemas con nadie. Voy a cumplir 80 años, sigo estando en Boca, ellos me quieren, los jubilados me quieren. Es una cosa muy importante en la vida. Me parece a mí, no sé.
- ¿Hubo algún momento difícil en tu carrera?
- Siempre tenés problemas, siempre tenés algo. Invicto no podés salir. Quizás lo más fuerte fue cuando a mi mamá la mató un tren, cuando yo recién empezaba a jugar. Fue jodido, todavía no se puede superar. Tengo el pensamiento de mi vieja que no está. Por ejemplo, ahora me dijiste esto y me dan ganas de llorar. Mi vieja fue grande, grande.
- ¿A qué se dedicaban tus viejos? ¿Qué hacían?
- Mi viejo se llamaba Clemente y laburaba en una fábrica muy grande de pintura, la Pajarito. Y mi vieja, Lidia, le lavaba la ropa a la gente, a los vecinos. Éramos muy humildes.
- ¿Qué recordás de los años posteriores a Boca?
- En el 72 me fui a Perú a jugar a Deportivo Municipal, la pasé bárbaro. Después vuelvo a Racing y más tarde a Nueva Chicago, porque yo era amigo de Herminio Iglesias, que era el Intendente de Avellaneda y después iba a ser el gobernador de la Provincia. Y allá en Chicago estaba Paulino Niembro, el papá del periodista Fernando Niembro. Fuimos con el Beto Menéndez a arreglar los papeles. Yo les había pedido 10.000 dólares para darle algo al Beto, que no andaba bien. Y no me los dieron. ¿Sabés cuánto me dieron? 500 dólares. Le di 300 al Beto y me guardé 200 yo.
- Y después te vas a Lanús.
- En Lanús salimos campeones de la B. Muy jodido. El técnico era José María Silvero, me llevó él. Pero ya estaba grande. Y después dije basta, basta.
- ¿Cómo asimilaste el retiro?
- Bien. Sabía que me había portado bien, que las cosas me habían hecho bien. Pero hay en un momento en que te cansás. Las concentraciones, salir al interior... Yo iba con Boca y me volví loco.
- ¿Cómo era el vínculo tuyo con la hinchada?
- Bárbaro, grandes, me querían, me amaban, y a veces iba cuando no jugaba, iba con la barra. Iba con la barra, me ponía una peluca para que la gente no me conozca, pero me conocían igual. Y me gustaba, me gustaba, quería mucho a Quique, a todos. Había una banda que era impresionante: el Lechero, Gorosito, Manicomio. ¿Sabés lo que eran? Y fui mucho, mucho tiempo con la barra, pero también les compraba alguna trompeta, a veces algún bombo. En serio te digo.
- ¿Cómo te llevabas con Quique, el jefe de la Barra?
- Quique fue mi hermano. Yo iba a todos lados con Quique. ¿Sabés cómo te cuidaba? Cuando me fui a jugar a Perú yo tenía un Peugeot blanco nuevo. Le digo: “Tomá, esto te lo regalo, para vos”. No me lo agarró. Si es otro te arranca la llave, la mano. Él no. Me adoraba. Íbamos al campo, a General Villegas, por aquellos lados, y era estar siempre con él, a mí me quería mucho.
- ¿Te gustaba ir a los partidos con la barra?
- Sí, me encantaba. Iba con la peluca. ¿Si no iba así cómo iba a hacer? Si me conocían todos.
- ¿Cómo viviste la final del Nacional 76?
- ¿El día del gol de Suñé? Salí de acá de la Bombonera con ellos. Yo les daba mi camioneta. Me la rompieron toda de tantos que subieron. No sabés la gente que fue a Avellaneda. Impresionante. Y el regreso fue una fiesta total.
- ¿En el partido homenaje que te hizo Boca en 2002 tuviste un problema cardíaco?
- Sí. Una arritmia. Al minuto. Pero fue todo mentira, la inventé yo. Entré y salí. Me hice el que me dolía algo y me fui. Le agradecí a la gente y me fui. Inventé todo eso porque lo organizaron mal. No me gustó y me fui.
- ¿Qué cambió de tu época a la actual?
- La plata cambió nada más, nene. El dinero cambió, amigo.
- ¿Cuánto valdría Rojitas hoy?
- Y sería muy lindo hablar con la gente de Boca y preguntarle a ellos. Con la hinchada, con la gente. Yo no te lo puedo decir.
- ¿Hay algún jugador de la actualidad que se parece a vos?
- No, yo no puedo hacer eso. Nunca le tuve envidia a nadie. Quedamos así y es mejor.
- ¿Te gusta el fútbol actual? ¿Te gusta ver el fútbol de ahora?
- Si tenés paciencia, sí. Si no, no.
- ¿Te pone nervioso cuando juega Boca?
- ¿Y cómo no me voy a poner nervioso? ¡Soy de Boca nene! Yo quiero que Boca gane siempre. Y Boca a veces juega mal. Entonces me pongo nervioso.
- ¿Siempre fuiste de Boca?
- Fui de Boca y soy de Boca. Boca me dio todo, incluso hoy. Si ya mi etapa había pasado. Esto lo inventó todo Macri cuando arranca en el 95. Pero nunca lo quise. Me llevaba a jugar por diferentes localidades de la provincia. “Vaya a jugar usted, señor”, le dije una vez.
- ¿Qué es Boca en tu vida?
- Todo. Boca es todo. Porque me dio todo, gracias a Dios y la Virgen. Pero me dio todo porque me lo gané. Si no te lo ganás, no te dan nada. Yo le di todo a Boca y Boca lo reconoció. ¿Me entendés lo que te digo?
- ¿Y la Bombonera?
- A morir conmigo. ¿Me escuchaste lo que te digo? A morir conmigo.
- ¿Te gusta venir a la Bombonera?
- ¿Cómo no me va a gustar, nene? Yo nací acá. Vine a los 11 años acá, tenía pantalones cortos. Y ahora soy el presidente de la Mutual de exjugadores, que es un cargo muy importante para mí. Tengo mi oficina. Aparte, ¿sabés lo que es muchacho? Y perdóname si me voy para otro lado: vos no tenés una idea de los jugadores que había cuando yo quería jugar en primera. Yo los miraba y decía: “No puede ser viejos, son todos fenómenos, todos”. Y de golpe, pum: a jugar con ellos. Y no paré, no paré, te lo juro por la tumba de mi madre, no paré. Venía, venía, traían a Valentim, traían a este o al otro, y jugaba yo. Fue una cosa muy linda, porque era muy jovencito. Yo rompía al viento. Y en poco tiempo, en muy poco tiempo, fui ídolo.
- ¿Qué se siente tener tu propia estatua?
- Sí, es una cosa muy linda, todo es lindo, nene, todo es lindo. Cuando vos haces las cosas bien, es porque te lo ganaste.
- ¿Cómo vivís esta etapa ahora, rodeado de la familia, el cariño de la gente?
- Vivo tranquilo, vivo tranquilo, estoy con mi familia, estoy con mis amigos. Y estoy bien. No soy millonario, pero no me falta nada nene.
- ¿Qué consejos le darías a los que quieren ser jugadores?
- Desearles lo mejor, que se cuiden. Enseñar a jugar no se le puede enseñar a nadie. Todo mentira el que dice lo contrario. Se nace, nene. El que es fenómeno, nace así.
- ¿Quién fue Rojitas?
- Una buena persona. Un grande. Un gran jugador. Jugador de Boca, que fue lo más grande que me pasó en la vida. Es verdad eh. Y es muy difícil jugar en Boca. La gente te exige mucho. Si venís a la cancha te das cuenta de la gente, de la gente maravillosa. ¿Y sabés lo que es lindo también? Que te quieran. Lo principal es que te quieran también. Y yo agarré años muy lindos, muy lindos.
- La última…
- ¡Hace tres horas que me estás diciendo que es la última, maestro! (se ríe y guiña el ojo). Mentira nene. ¿Sabés que esto que estamos haciendo es muy lindo? Te agradezco mucho, de verdad.
- ¿Cómo te gustaría que te recuerden?
- Me gustaría que me sigan amando como me amaron toda la vida. Nada más.
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