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Ángel Cappa: "No hay muchos futbolistas que sepan jugar al fútbol"
Quería entender qué pasaba en el mundo. Por eso comenzó a estudiar filosofía y psicología en el Instituto Juan XXIII de Bahía Blanca... Además, las rodillas le habían avisado a ese volante central de Olimpo que no podría confiar en ellas. Ángel Cappa dio clases en colegios secundarios hasta septiembre de 1976. Y se marchó. Con un compañero de militancia empezaron a recorrer Madrid en el exilio, y en una hojita llevaban anotados los nombres que les podían dar una mano. El primero fue Lautaro Murúa, el actor chileno, que lo puso en contacto con un señor que le encargaba resumir capítulos de libros en la Biblioteca Nacional. Más tarde Cappa vendió lámparas, llevó la contabilidad de una fábrica de muebles… "Mi lugar en el mundo es mi infancia, Villa Mitre, Bahía Blanca. Eso se lleva para siempre. Me siento muy cómodo en Madrid, mi mujer es madrileña y tengo hijos que también lo son. Pero mi lugar es ese, por cierto, un lugar que ya no existe, porque el barrio está, pero es otro", evoca.
Vaya sí lo marcó la infancia: fue entonces cuando eligió en qué equipo quería jugar. "Nunca olvidaré la primera lección que recibí en el fútbol. Jugaba en el baby, salimos campeones y uno de los partidos lo ganamos 17 a 4, pero el técnico nos dijo que habíamos sido un desastre. Ahí dije, ‘ahhh, mierda, entonces no solo vale ganar’. Por entonces, ese era un concepto general; por ejemplo, no se podía revolear la pelota. Se le daba valor al juego porque el juego te daba prestigio, seguridad. A través del juego encontrabas el placer y la belleza, que en otro lado era muy difícil porque la gente pobre no iba al teatro ni escuchaba buena música. Le tenías que dar la pelota a un compañero, de lo contrario te mandaban al arco". Filosofía en carne viva.
–¿Hacia dónde va el fútbol?
–Me voy a valer de Eduardo Galeano para responder: ‘El fútbol es un triste viaje del placer al deber’. Absorbido por el negocio, impregnado por los valores del negocio, el juego se dejó de lado. De todos modos, hay excepciones, pero en general el juego interesa cada vez menos. La gente, los periodistas y los futbolistas saben cada vez menos del juego. Se va a lo que se considera un trabajo, y ahí, lo único que vale es ganar. La gente es cada vez menos exigente, pero cuando aparece un equipo como el Racing del 98 o Huracán en 2009, la gente enseguida se identifica, quiere decir que esa sensibilidad está esperando estímulos.
–¿Quiénes son las excepciones?
–Me gusta el Ajax, que tiene una propuesta hermosísima, gente joven, sin experiencia todavía, y lamentablemente lo van a desmantelar. El Ajax tiene una línea de juego desde Rinus Michels, y de ahí no salió nunca. Ha tenido camadas regulares y muy buenas, pero nunca perdió su línea. Sigue un credo. Y también me gusta el Manchester City, a pesar de no tener grandes jugadores. Salvo de De Bruyne, Sané, el ‘Kun’ Agüero y David Silva, los demás son jugadores más o menos, a lo sumo son buenos, pero nada más.
Vive a unas 15 cuadras del estadio Bernabéu. Disfruta debatir de fútbol en Radio Onda Cero. Nada de redes sociales: "¿Para qué? ¿Para contar qué pienso desayunar? Nooo, son estupideces. Bueno, que cada uno haga lo que prefiera, yo solo no participo", aclara. ‘También nos roban el fútbol’, fue su ¿último? libro. "Tengo un montón de apuntes que no me animo a empezar, porque pienso: ‘¿y para qué?’ Empiezo y me desanimo, pero seguramente lo haré", confiesa. Mientras, por estos días lee algunas obras que le regaló su autor, el catedrático Atilio Borón.
–Si el fútbol es de los jugadores, ¿cuál es el auténtico valor del técnico?
-El entrenador es muy importante, y cada vez más porque no hay muchos futbolistas que sepan jugar al fútbol. El entrenador tiene que enseñarles, nada menos, cómo se juega a este deporte, y a partir de ahí, ayudarlos a ser cada vez mejores, a que entiendan cada vez más el juego, a que perfeccione la técnica. Después, que despierte un compromiso colectivo a favor del juego. Y también, que invite a respetar lo que significa el fútbol, respetar lo que hicieron los grandes jugadores y los grades equipos. Nosotros debemos ser herederos de todo eso, lo que no quiere decir que siempre salga bien, porque el rival juega y porque hay jugadores a los que no les da el cuero.
–"El maestro no enseña nada, ayuda a aprender al alumno", ha dicho usted. ¿Quíén ha sido su mejor aprendiz?
-Dar nombres..., es muy difícil. Prefiero contar algunas experiencias. En el Racing del 98, después de un táctico, vino Pablo Michelini y me dijo ‘Ángel, no entendí algo, a ver si me lo aclara’. Y se fueron incorporando paulatinamente todos los jugadores sin que los llame nadie. El ‘Mago’ Capria, Latorre, Úbeda, el ‘Chelo’ Delgado, y empezaron a hablar; hablaba uno, el otro, hablaba yo, volvían a hablar ellos… y cuando terminamos, les dije ‘mañana no daré la charla técnica porque hoy la dimos entre todos’. Y ese fue uno de los días más felices de mi carrera como entrenador.
–No es frecuente que el futbolista se involucre tanto.
-He tenido suerte. Cuando al jugador le hablás y le tocás la fibra, reacciona. Le decís, ‘yo quiero que juegues para que seas feliz, yo soy un compañero tuyo, y solo como tengo más experiencia, trato de ayudarte’. El jugador eso lo celebra. En el Huracán de 2009 yo tenía que echar a varios jugadores del entrenamiento, porque no se iban nunca. A Bolatti lo tenía que echar, por ejemplo. Como a Redondo, en Real Madrid, lo mismo. Y el máximo placer es cuando los jugadores te sorprenden y te superan. En Sudáfrica íbamos ganado un clásico 1-0, de visitantes; faltaban 20 minutos y hago un cambio: pongo a un volante y le digo, ‘juntate para tener la pelota, esto ya está resuelto’. Entró, el juego lo llevo a no darme pelota e hizo dos goles. Fue genial, yo me sentí muy bien, esa es una gran satisfacción, quiere decir que el jugador fue asimilando y creciendo y supo leer lo que el juego le permitía hacer.
–¿Sigue el fútbol argentino?
–No con frecuencia, solo de vez en cuando porque acá no lo dan. Entonces, en ocasiones voy a buscar los partidos a Internet, pero caen a las 2 o 3 de la mañana. Igual, estoy al tanto de una nueva camada de entrenadores, Coudet, Beccacece, Heinze, que están dispuestos a arriesgar. Porque todos esos que dicen que son valientes, que ponen huevos y la tiran a cualquier lado, es precisamente porque tienen miedo de arriesgar. Miedo de jugar. Y jugar es tomar riesgos. Me alegró muchísimo que Racing y Defensa hayan intentado jugar bien al fútbol para definir el título.
–Cuando viene a la Argentina y toma contacto con el fútbol, ¿cuál es su primera sensación?
–Mi fútbol es el argentino, yo me formé allí. No me siento ajeno, aunque viva lejos. Si me dan a elegir ser campeón con Huracán, como estuve a punto, o serlo con Real Madrid, que lo fui, a mi me llena más ser campeón con Huracán. Porque es mi fútbol, yo me siento parte de ese fútbol. Pero eso no me impide ver todos los desastres que han hecho los dirigentes argentinos durante años… El otro día leí que Menotti cobró una deuda después de 15 años. ¿A vos te parece normal, a vos no te parece que ahí hay complicidades de muchos? Y eso lo hacen para que te desanimes; hay clubes que tienen 30 juicios y no se terminan nunca. También veo la infraestructura, las canchas, los calendarios y las trampas que nunca se resuelven ni investigan en el fútbol argentino. Porque muchos viven de ellas.
–Se despide de la selección una generación que no ganó títulos. ¿Teme que la nueva camada cargue con esa presión?
–No, los nuevos no tendrán nada que ver con lo que ocurrió antes. Y esta camada que se retira ha llegado a tres finales, por eso no creo que todos los argentinos piensen que son unos perdedores. Son algunos periodistas, que hablan a los gritos y dicen ‘yo quiero ganar, lo único que importa es ganar’. Frases vacías, como si lo único fuese ganar, y no es verdad. Claro que es importante, pero no solamente. Pero la sociedad capitalista nos ha transmitido esos valores: el valor del beneficio rápido a costa de lo que sea, a costa de romper el planeta, a costa de que la gente se cague de hambre. No importa. Yo estoy con Xavi Hernández, que dice ‘a mí me duele más fallar un pase que fallar un gol’. Eso quiere decir que le da más valor al juego que al resultado. Yo no digo que tenga más valor, pero por lo menos tienen el mismo valor.
–¿Lo entusiasma la era de Lautaro Martínez, Lo Celso, Paredes o Pezzella...?
–Esos jugadores que nombrás tienen nuestra esencia futbolística, pero necesitan de una idea para que se integren. Hasta ahora el fútbol argentino no ha demostrado cuál es la idea, esa idea todavía está en el aire. Y no hay que buscarla en ningún libro: es nuestra idea. Si hay un camino trazado y hay un respaldo, seguramente esos jugadores van a rendir. Insisto, primero hay que tener una idea clara, sino la nueva generación también se va a perder.
–¿En España le preguntan con sorpresa sobre Scaloni como entrenador de la selección?
–A mí nadie me lo ha preguntado, no sé si lo sienten o no, pero nadie me ha dicho nada. Ellos nos ganaron 6-1 hace poco, entonces para ellos, Argentina..., nos miran como si estuviéramos un escalón más abajo. No le dan importancia a la selección, sí a los jugadores argentinos, la selección ha perdido muchísimo prestigio en los últimos años.
–Su diagnóstico sobre la selección…
–Debe reencontrar un estilo y desde ahí, construir. Fijate Holanda: perdió tres finales del mundo y nunca se traicionó. Siempre retoma su estilo, sabe dónde reencontrarse. Perdió con Alemania siendo la sensación en el 74; perdió con Argentina pegando un tiro en el palo en el último minuto, y perdió con España en 2010, pero antes del gol de Iniesta la salvó Casillas. Y sin embargo, nunca los supera la frustración, siempre vuelven a la fuente. Y eso debe hacer la Argentina: volver a las fuentes. Encontrar nuestro estilo, nuestro modo de jugar. La crisis ha hecho que se pregunten, ‘¿cuál es nuestro estilo?’ Es increíble, eso lo sabemos todos. O también se preguntan ‘¿qué es jugar bien?’ Entonces tenés que llamar a Kant, Aristóteles o Platón para saber qué es jugar bien. ¡Y todos sabemos qué es jugar bien!
–¿No tener un estilo lo ha condicionado a Messi para no poder potenciarse?
–Desde luego, él pertenece y responde a una escuela en Barcelona. Y así, siempre es más sencillo, más natural. Fijate: LeBron James jugó nueve finales de la NBA y ganó tres, nada más, y ahora ni entró en los playoffs. Y son cinco nada más..., y juegan con la mano, quiere decir que necesitás un equipo por más que te llamés LeBron James. Si no tenés un equipo ni una línea de juego, es muy difícil. Messi puede aportar toda su magia porque es un grande a la par de los más grandes de la historia, pero lo que no puede es resolver lo que el equipo no sabe resolver.
–¿Y por qué cree que vuelve si las condiciones nunca están dadas?
–Eso quiere decir que él no se entrega, no se resigna y no se rinde. Y eso es maravilloso. Él se propone intentarlo otra vez y otra vez hasta que pueda.
–Pese a ciertas mirada recelosas...
–Pero esos son la minoría… No se puede evitar. Y porque también hay periodistas que son hijos del sistema, y piensan que diciendo eso ganan rating, la gente los escucha más… Pero al final se van quedando aislados porque no tiene sentido...
–¿Está en la mesa con Maradona, Pelé, Di Stéfano y Cruyff?
–Sí, sí… él ya es uno de los grandes de la historia. Yo no comparo ni me interesa quién fue mejor, pero por supuesto que está ahí, pero hace rato que está ahí. Hace cosas maravillosas. Las maravillas que hicieron todos esos que nombrás, también las hace él. El está entre los grandes de la historia, cada partido suyo es un placer. Y se sostiene hace una década, es increíble. Es una suerte poder disfrutarlo. , y como todos los grades, te hace disfrutar y te enseña porque siempre descubre algo nuevo. El repertorio de jugadas y de goles de Messi es infinito. Porque Cristiano Ronaldo te hace más o menos los mismos goles, y por eso es muy respetable y admirable, pero este pibe todos los días te hace un gol diferente.
–¿Los potenció enfrentarse?
-Posiblemente… Pero no son comparables. Cristiano Ronaldo es un goleador descomunal, aplastante, contundente, tremendo, y Messi es un jugador mucho más completo. No solo más lindo, sino más completo. Y ahí se vuelven incomparables.
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