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Andrés D'Alessandro, la irreverencia de los pibes de hoy, el retiro, la fama traicionera y la maldición de las redes sociales
Era sparring de la selección de Marcelo Bielsa a finales de los ‘90 y en cada práctica sufría la rudeza de Chamot, Vivas, Simeone y Pochettino... En River lo zarandeaban Hernán Díaz, Leo Ramos, Trotta, el paraguayo Sarabia... Cuando lo compró Inter de Porto Alegre, durante la primera semana se turnaban para cazarlo Bolívar, Indio, Magrao y Edinho... "Buscaban que reaccione, pero me las banqué todas. Los miraba, me dolía y seguía. Y así me los gané. Yo soy un loco, pero nunca podrán decir que soy un hijo de puta o un irrespetuoso..., siempre entendí de códigos. Porque también te ayuda una patada a tiempo", reflexiona Andrés D’Alessandro. Ya no es un pibe. Siempre será vehemente, pero el rebelde, el provocador, pertenece a otros tiempos. Se emociona con una frecuencia que ni se imaginaba y se sorprende cuando la entrevista escarba donde no lo esperaba. "Yo no juego al fútbol nada más..., ¿sabés las veces que espero que alguien me pregunte qué más hice que jugar al fútbol en los 11 años que llevo en Porto Alegre?".
En suelo gaucho lo distinguieron como ciudadano ilustre por su compromiso con la ciudad. ‘Lance de Craque – Um gol pelas crianças’, es un amistoso benéfico que ya suma seis años de acción. D’Alessandro es embajador en Latinoamérica del Instituto de cáncer infantil, una misión que confronta con el mundo comercial y veleidoso del fútbol. "Me gusta llevar a los pibes de Inter al Instituto y ahí les digo: ‘El día que ustedes tengan un problema porque no les llegaron los botines preferidos o se les rompió el auto, visiten el Instituto. La realidad está acá’. También llevé a mis hijos para que conozcan. Hoy se han perdido valores y sensibilidad. Y yo quiero que ellos descubran que la vida es mucho más que lo que ellos suponen. Probablemente nunca les vaya a faltar nada, pero hay cosas que se las van a tener que ganar". El tema lo conmueve. Él mismo ha tendido un puente de colaboración con el Hospital Garrahan. "Los números son tristísimos. La industria farmacéutica, por lo que menos se preocupa, es por la oncología pediátrica porque el 98% de los casos de la enfermedad se produce entre los adultos y solo el 2% entre los chicos. Entonces no invierten en el desarrollo de la medicación para los chicos..."
OBRIGADO! @dale10 agradece a todos que fizeram parte deste evento. Juntos fizemos o bem! #LanceDeCraquepic.twitter.com/idWdC3Twnl&— Lance de Craque (@lancedecraque) December 22, 2019
La pelota es una excusa. Lo atrapa la charla. Curioso, lleno de inquietudes, a 20 años de su aparición en Primera siente que el fútbol perdió pureza y naturalidad. Y desmenuza la transformación. "Uhhhh, el fútbol cambió mucho..., y yo también, claro. Debuté a los 18 años, aunque yo primero salí de las selecciones juveniles porque en un equipo como River era muy difícil jugar. Antes, antes... Hoy hay muchos menos jugadores buenos. Yo adelante tenía a Pablo [Aimar], al Muñeco [Gallardo], a Ortega..., era mucho más difícil. Por más que fueras bueno, tenías que esperar tu momento. A mí se me hizo un poco de lugar cuando se fueron Pablo y Ortega, pero había muchos chicos más, estaba Damián Álvarez también... El fútbol cambió mucho. Y todo lo que rodea al fútbol cambió mucho también.
–¿Cómo es eso?
–Las redes sociales, en un punto, son lo peor que le pasó..., y no solo al fútbol, al deporte... No, es más, es lo peor que le pasó a la vida del ser humano. Es el lugar de los cobardes, ¿viste?, estamos todos escondidos ahí..., es una carnicería. En mi época no había nada de eso, y cuando aparecieron, al menos yo, tuve que obligarme a hacer un gran equilibrio... No podía quedarme en el tiempo, no podés elegir ‘no voy a tener Instagram, no voy a tener Twitter, no le voy a poner WhatsApp a mi celular...’ Es un poco contradictorio: no puedo negar la evolución, pero a la vez trato de que las redes no se metan en mi casa, pero es muy difícil... Yo mucha bola no les doy a las redes sociales, tengo Instagram, y al Twitter lo uso solo para poner temas solidarios o a beneficio. Y lo maneja un asesor, no quiero saber nada, porque Twitter es mucho más basura que Instagram... Trato de controlarlo, pero es muy difícil porque las cosas te llegan de un modo u otro.
–¿Te enojás menos que antes?
–Choqué mil veces y choco muchas veces, pero prefiero chocar y no condicionarme. Otra cosa no me sale, a veces intento..., pero no soy yo. Hasta mi último día voy a ser yo, y no es que voy peleándome con la gente, pero exijo respeto. Le puedo caer bien a algunos y a otros no, pero yo pido respeto. Y me refiero al futbolista, el que jugó 20 años al fútbol. Ése, el respeto se lo ganó. No es fácil jugar 20 años.
–¿Qué hay que tener?
–Es que cambiaron tantas cosas... Antes, con condiciones ya jugabas, y ahora no, solo con condiciones no te alcanza. Obviamente los técnicos siempre van a buscar a aquellos que tengan buen pie, pero si hoy no estás bien físicamente se complica el engranaje. Si uno se queda parado, se complica todo. Al estar hoy el fútbol muy parejo, si vos no corrés, sobrecargás a un compañero. Yo pienso así, y muchos de los que fueron contemporáneos míos también, pero porque tenemos otra cabeza. Y si te ponés a pensar, de los enganches de mi época, ninguno jugaba parado... Si querés, el más estático era Román, pero con él, la pelota volaba. El falso lento. Hoy el fútbol te demanda una preparación atlética que hace 20 años no era necesaria, y 20 años antes, mucho menos. Por eso digo que el fútbol cambió, cambió muchísimo. Por ejemplo, hay jugadores de antes que hoy no podrían jugar, y hay jugadores actuales, con mejor preparación física pero menos recursos, que antes no hubiesen jugado porque si bien se jugaba más parado, ese fútbol demandaba más calidad.
–¿Los grandes futbolistas de la historia hoy jugarían?
–Sí, sí, ellos, sí. Incluso, y tal vez parezca una irrespetuosidad, pero con nuestras herramientas hasta hubiesen sido mejores. Lo que no sé es si se hubiesen acostumbrado a tomar tantos remedios, a tener una nutricionista, a no poder tomarse un vino antes de jugar y tener que entrenar la neurociencia... Por eso, en cierto modo me angustia que la generación de hoy no aproveche todo lo que tiene a su alcance. Los cuerpos técnicos son un batallón de especialistas a su servicio, y no todos se dan cuenta de que están para ayudarlos.
–¿Y por qué no se dan cuenta?
–Hay de todo. Algunos no lo aprovechan porque no se dan cuenta en el lugar que están, y también porque la cabeza de los jóvenes se deslumbra muy rápido. Tienen acceso a todo muy rápidamente... Hoy está todo muy fácil: un empresario, dos o tres partidos buenos y ya está.
–Imaginate como entrenador el día de mañana. ¿Cómo te llevarías con un... D’Alessandro? Rebelde, contestador...
–A mí me encantan esos jugadores... Si yo no hubiese sido un calentón, por ahí no llegaba. Y hoy, entre la mayoría de los técnicos y el jugador hay otra cercanía. Antes no, vos le ponías cara y fuiste. Ahora el técnico sabe que la cabeza del jugador es más difícil, que viene con otros problemas de afuera y ya no solo con problemas de campo. El técnico hoy, muchas veces, tiene que ser un padre. No es fácil ser técnico, porque lo más difícil ahora es gestionar.
–¿Vos cuándo creés que maduraste como futbolista?
–Afuera te hacés más profesional, entendés finalmente tus obligaciones. O te quedás afuera. Los clubes pagan mucha plata y lo mínimo que tiene que ser un jugador es un buen profesional. Yo discutí mil veces con los entrenadores, teniendo razón y no teniendo razón, y no sé si los jugadores tenemos derecho a pedir explicaciones..., pero sí debemos cuidar las formas. Mantener un equilibrio, no mezclar las cosas, saber que el fútbol son momentos y saber que no sos imprescindible. Pero todo eso lo aprendí con el tiempo. Claro, ya tengo 38 años y mi protagonismo en Inter son momentos. Lo entendí, pero no fue de un día para el otro.
–¿Hiciste terapia?
–Con todo respeto, yo soy mi mejor psicólogo. No es de necio, pero siento que no necesito a nadie que me diga ‘tenés que hacer esto o lo otro’. Trato de no equivocarme, pero siento que alcancé la madurez para no volver a hacerlo si me equivoco. Pedir disculpas no me parece mal, muchas veces lo he hecho... No, no. No hay mejor psicólogo que yo.
–¿Estuviste a la altura del fútbol europeo?
–Estuve cinco años y medio en Europa..., y me podrían haber quedado. Estuve por ir al Barcelona, en 2001/02, y por cosas del fútbol, de empresarios, no se dio... Nunca lo entendí, pero bueno. En su momento eso me complicó un poco mi carrera, esa confianza que depositaba en el tipo que trabajaba conmigo.... Barcelona hubiese cambiado totalmente mi carrera. ¿Me hubiese gustado jugar en equipos grandes? Sí, pero no me quejo. No puedo reprocharle nada al fútbol. Fui un gitano bien entendido, me adapté sin problemas a Alemania, a Inglaterra y desde ya, a España. Yo siempre meto el pecho. Siempre supe que el fútbol me podía llevar a cualquier lugar. Mi hija Martina nació en Inglaterra, Santino nació cuando estaba en San Lorenzo, y el más chiquito [Gonzalo] es brasileño.
–En abril cumplirás 39 años. ¿Asoma el retiro?
–Ni lo pienso, me siento jugador. Voy a jugar por lo menos un año más, y no digo que voy a dejar, pero a esta edad nunca se sabe, entonces prefiero objetivos a corto plazo. Tal vez, indirectamente me voy preparando; por ejemplo, el curso de técnico ya lo hice. El vestuario te da muchas experiencias, pero siempre es bueno leer, aprender, cultivarse. Cuando me retire, voy a viajar durante 6 meses para visitar, ver entrenamientos y partidos. Todo lo que no pude hacer como futbolista..., ir a ver un partido de Champions League, por ejemplo, porque no tuve la suerte de jugarla. Llevar a mis hijos a ver la Champions, algo que, por el fútbol, ha quedado totalmente postergado.
–¿Muchas concesiones hiciste?
–Sí, sí, dejé mucho, me perdí un montón de cosas. Desde que el fútbol me llevó a Europa, supe que mi familia quedaba a 15 mil kilómetros. Pero desde que elegí esto, desde muy chiquito, me dije ‘voy hasta el final, pase lo que pase’. Nunca se me cruzó por la cabeza no ser jugador de fútbol. Eso sí, me gustaría dejarlo yo al fútbol, no que el fútbol me deje. El día que deje será por una cuestión mental, no física, porque hace años que empecé a cuidarme de una manera diferente para poder correr al lado de un pibe de 20 años. No puedo ser ordenado en el fútbol y desordenado en mi vida, no, tengo que ser jugador de fútbol las 24 horas. Tanto cuando tengo la camiseta como en mi casa o en un restaurante.
–Hablás de gestión. ¿Manager puede ser mañana una salida?
–Me gusta, me gusta... No lo tengo claro aún. Hoy lo hago, entre comillas, porque entre los cuatro o cinco líderes de Inter gestionamos a un grupo de 35 pibes con personalidades y hasta idiomas diferentes. Tenemos que controlar que se entrenen bien, hacerles entender que somos un equipo, que si uno no corre complica a todos. No soy el padre de nadie, pero todo eso lo hago. A veces te pasás un poco de la raya...
–Y los pibes te lo marcan...
–Sí, los pibes hoy no se guardan nada. En mi época, llegaba a alzar la voz y me la ponían en la práctica, me rompían. Hoy, los pibes, a veces te miran de costado. Y hay cosas que no acepto: no tolero que un jugador llegue tarde a entrenar. Le digo: ‘Le estás faltando el respeto al club, a los funcionarios, a tus compañeros, al técnico, a vos mismo...’ Eso desgasta, pero hasta mi último día les voy a seguir inculcado de qué se trata ser un profesional. Nosotros ponemos multas, pero vos le tocás el bolsillo a un pibe que ya tiene plata y no pasa nada. No le duele. Porque no entiende que no es la plata, sino el respeto y el compromiso. ¡Cómo vas a llegar tarde si el utilero llegó tres horas antes para que vos tengas todo listo! Te esperan con la fruta cortada, con el yogurt y el omelete, ¿y vos llegás tarde? Es difícil, muy difícil hoy con los pibes.
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