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Amadeo Carrizo, una leyenda del arco: "En un mano a mano con Messi me iría muy mal"
Del debut de Armani en River a la titularidad de Romero en la selección, la leyenda del arco deja su sello; sobre Leo, distingue: “Está tres segundos antes que el resto de los jugadores”
Se despide el fotógrafo de LA NACION. Amadeo lo acompaña hasta la puerta de su casa y no reprime el comentario cuando descubre en qué se traslada. “¡Te vendo la mía. No vas a andar con esa cucaracha!”, lo provoca. Y amplía: “La mía es una Kymco 500, modelo 2006, apenas tiene 1000 kilómetros. Está impecable”. ¿Amadeo Carrizo anda en moto? Hasta no hace tanto, sí. “Mi familia me paró el carro. La moto es peligrosa, pero es linda…”, cuenta y se le ilumina la cara con un gesto pícaro que busca complicidad. “Pero no, no. Tomé conciencia. He razonado que a esta altura de mi vida tengo que cuidarme”. A esta altura de su vida…, los 91 años, dobla la apuesta: “Y también tengo mi auto… Lo que pasa es que debo ir a renovar el registro y me preocupa el examen de la vista porque te ponen esas letras chiquititas… Si en la calle vos no te topás con letras, los que se te cruzan son autos, son camiones. ¡En el examen poneme autos, no letritas!” Amadeo Carrizo contagia vitalidad.
Sus manos no se quedan quietas un instante, como si no se hubieran enterado que hace casi cinco décadas dejaron de trabajar. Nada de dedos retorcidos, apenas el meñique derecho dibuja una ligera joroba. Se enfunda un par de guantes, de los últimos que usó en su carrera, y una electricidad se apodera del comedor de la casona de Villa Devoto. Ya no es el comedor…, es el área grande. “¿Cuál es el objetivo del fútbol? Llegar al arco adversario…, donde espera el pobre arquero. Es un poco ingrato el puesto porque sufrís las consecuencias de los goles, porque aparentemente sos el culpable de los goles. A la noche uno se da cuenta en la almohada… ‘¡Qué tonto!… Tendría que haber reaccionado de otra manera’. Y uno se critica: ‘Espero no repetir esto la próxima vez’. Es la manera de mejorar, de seguir aprendiendo”. El relato es todo en presente. Amadeo todavía ataja. ¿Quién dijo que se retiró en 1970? Las leyendas son eternas, no tienen edad, no le deben explicaciones al tiempo.
–Amadeo, ¿atajaría en el fútbol de hoy?
–Creo que atajaría de sobra [suelta una carcajada]. El puesto de arquero no ha cambiado nada. Al contrario. Veo partidos en el que la pelota llega dos veces al arco. Y eso ya es beneficioso para el arquero, que no está siendo vapuleado constantemente para que le marquen.
–¿Cuánto valdría hoy Amadeo Carrizo?
–… 20 pesos. Algunas veces, por fanfarronear un poco o por ser un poco sobrador, me han convertido algún que otro gol pavo.
–¿Le gusta el fútbol actual?
–Hay muy buenos jugadores, pero no me satisface del todo. Quiero ver a esos grandes jugadores, pero muchas veces los anulan con las artimañas que hay ahora, las faltas que interrumpen y eso no me gusta. Antes el juego era un poquito más pausado. Ahora se corre mucho, se marca estrictamente y con todo eso se pierde la vistosidad del juego. Antes había jugadores que se conocían de memoria, y así se formaban los grandes equipos, con el trabajo de varios años juntos.
–Ahora los jugadores se van rápido a Europa. Ya nadie juega 20 años en un club, como ocurrió con usted…
–Es cierto. Quizá sea la razón por la que no se llega a conformar el gran equipo. A Europa van, pero de Europa no vuelve nadie… El dinero hace todo… [frota el pulgar con el índice derechos, como contando dinero]. El Barcelona es un gran equipo porque desde hace años juegan juntos. Así se forman los grandes equipos.
–Y pensar que después de 20 años, a usted, River lo dejó libre…
–Me sorprendió. Ya era mayor, es cierto, tenía 40 o 42 años, y era raro ver a futbolistas de esa edad. Pero si cometía un error, entonces la culpa era también de la edad. Si me hacían un gol tonto, o aparentemente tonto para el que mira, la edad, la edad… Lógico que me dolió cuando me lo dijeron. Fue en Suipacha 574, que era la sede de River. Me citaron para decirme esto, todo muy elegante. Y yo les dije que creía que podía seguir un poquito más, pero que de todas maneras lo comprendía. Y les dije también a los dirigentes que para mí haber estado 23 años en River había sido el honor más grande. Y tuve que aceptarlo, aunque me quedaba resto y lo pude demostrar durante dos años en Colombia: en Millonarios me vieron en un gran nivel.
–Y ahora es el presidente de River…
–Presidente no, presidente honorario. Es muy distinto. Ese es otro alto honor que me dio el señor Rodolfo D’Onofrio, como un reconocimiento a tantos años defendiendo el arco de River. Porque el hincha de River me quiere. Siente algo por mí. Después de un gol que podía ser atajable, nunca escuché del hincha de River un insulto hacia mi persona. Y mirá que tenés 20 mil hinchas atrás del arco, ¿eh? Siempre había un silencio total. Y a veces, cuando iba a buscar la pelota adentro, yo pensaba: ‘Me parece que este me lo comí yo [carcajada]’, y ellos no me decían nada. Ni un ‘andate viejo’, ni un insulto. Nada. Y eso se los agradezco. Yo siempre traté de ser compañero. Si recibía un gol y era culpa de un compañero, jamás lo iba a señalar. Porque ahora hay arqueros medios boludos, que apenas les hacen el gol están así como señalando… ¡Qué pelotudos… Agachá la cabeza y aceptalo! O no digas nada y listo. Cuando recibís un gol es culpa de todos.
–¿Todavía se pone nervioso cuando juega River?
–Me pongo nervioso porque quisiera ver a mi River siempre en la cima: jugando, haciendo goles, siendo imbatible. Es difícil porque se ha equiparado un poco el fútbol. Los clubes chicos se han preparado para combatir a aquellos equipos que tienen mejor técnica. Ahora el entrenador y los jugadores van sabiendo todo y pueden anular la habilidad del adversario. Antes uno se enteraba cómo jugaba el rival cuando empezaba el partido. La televisión deschavó muchas cosas.
–¿Qué expectativas tiene con el Mundial?
–Expectativas sobresalientes. Tenemos a ese Chiquito [por Messi] magnífico. Que juega y hace jugar. Es el jugador completo, como el arquero que sabe atajar y sabe jugar con los pies, que tiene esas dos cualidades. Y este muchacho tiene esas dos cualidades: juega magistralmente y hace jugar a sus compañeros. Entonces ahí ya tenemos una esperanza importante de que el equipo va con lo mejor. Yo creo que con jugadores así, el compañero tiene más ganas de jugar porque sabe que le dan la pelota y viene servida. Si bien no se sabrá hasta el último momento cuál será el equipo titular que disponga Sampaoli, lo importante es que estará el Chiquito [risas].
–¿Lo mira a Messi por televisión?
–Lo veo. ¡Por supuesto! Siempre genera suspenso cuando juega. Por momentos necesita parar, tomarse un respiro, como alejarse de lo que está sucediendo para juntar en el cerebro todo lo que quiere hacer. Y cuando agarra la pelota, ese cerebro actúa de manera sobresaliente. La mente rápida. Porque junta la velocidad mental con la velocidad física. Las dos cosas tiene. Messi está tres segundos antes que el resto de los jugadores del mundo.
–¿Había visto antes algo así? ¿Lo puede comparar con alguien?
–Di Stéfano era un poco así. Muy rápido. No sé si incluso no era más rápido también. Y también otros, sin ser tan rápidos, tenían una gran técnica. En Boca hubo un gran jugador llamado Ángel Clemente Rojas. Si hubiese estado desde chico en el fútbol europeo, hubiera sido incluso mejor de lo que fue acá.
–¿Y Maradona? ¿Y Pelé?
–Y ahí llegamos a lo máximo. Sobresalientes. Con Messi los pongo a los tres casi iguales. En cualidades, en técnicas, en capacidad para definir situaciones en los partidos. Maradona era realmente majestuoso. Pelé también. Yo jugué contra Pelé, pero como argentino me quedo con Messi y con Maradona. Ellos arriba de todos.
–Amadeo, ¿se imagina un mano a mano contra Messi? ¿Qué haría?
–Creo que en un mano a mano con Messi me iría muy mal… Yo tendría las de perder. Porque el que tiene más para ganar es el delantero. Si se la atajás, no pasa nada. Y si te convierte, el pobre arquero queda humillado ahí, en el piso. Porque parece que el arquero tiene la obligación de atajar todas las pelotas que van al arco. Y eso es imposible. Pero tiene la obligación, carajo. Todas. Las que vienen y las que están por venir [risas].
–¿A Messi le falta ganar un Mundial para consagrarse definitivamente?
–Messi ya está súper consagrado. Solo que ese golpe de ser campeón mundial le daría una enorme satisfacción y jerarquía. Pero si no llega a eso, no dejará de ser una gran figura. Porque el Mundial se juega cada cuatro años, en cambio el jugador está en el club todos los días. Y ahí Messi demuestra lo que vale todos los días. En cambio, en el Mundial, por ahí por tres partidos que no hacés las cosas bien, sos un pobre tipo. En cambio Messi todos los domingos muestra su técnica, su sabiduría. Para salir campeón del mundo también hay que tener una gran fortuna, y además, dependés mucho de lo que hagan tus compañeros en un Mundial.
–Aunque ataja poco en su club, ¿Sergio Romero debe ser el arquero de la selección en Rusia?
–A mí Romero me gusta para la selección. Sí, él tiene que seguir siendo el arquero. Ojo, sin desmerecer la capacidad de los colegas que tiene. Romero hace todo simple, con sobriedad, sin espectacularidad, sencillo. Para mí es el arquero ideal para la selección argentina. Ni hablar con querer sacarlo.
–¿Le gusta el River de Gallardo?
–Es un muchacho fenomenal. Se nota que entiende y quiere a River. Pero yo siempre digo que las grandes figuras son las que hacen al equipo. Gallardo es una persona muy necesaria y ha hecho méritos para juntar una familia, para fomentar el compañerismo. Eso es muy importante, porque si no te noto bien, te voy a ayudar para que te vayas desahogando. River tiene muy buenos jugadores, pero falta algo. El fútbol se ha emparejado todo, y entonces a River le juegan al contragolpe. Y River es un equipo que históricamente sale a ganar. Y por ahí recibe un gol o pasa un sobresalto y ahí viene el apremio, y se queda. Y el equipo contrario se agranda. Pero yo confío en los muy buenos jugadores que tiene y Gallardo es útil. Pero los pingos tienen que responder. Por ejemplo, en Barcelona va de técnico…. No sé, no sé… Pero va cualquiera y juegan igual.
–El jugador por encima del técnico…
–Soy un convencido de que a los grandes equipos lo hacen los grandes jugadores. El técnico es muy necesario para que un equipo no entre en una cancha a la deriva, pero dentro del campo del juego, ahí los jugadores decimos ‘Bueno, acá tenemos que hacer la que sabemos nosotros. La nuestra’. Porque el mismo jugador se da cuenta cuando las cosas no salen bien, pese a los consejos del entrenador. Porque si fuera tan fácil, todos los equipos saldrían campeones. Y no es tan así. Serían los arqueros invulnerables, y no los hay. No existen.
–¿Qué le pareció el debut de Armani?
–No se puede decir mucho de Armani porque prácticamente no fue exigido ante Olimpo. Descolgó bien un par de centros, pero el puesto requiere tantas variantes que recién en diez partidos podría evaluar sus condiciones. Para ser un gran arquero hay que tener varias cualidades: ser felino y ágil en el arco, tener capacidad de anticipo, leer bien la jugada, adivinar lo que va a hacer el rival… Ante Olimpo no hubo jugadas suficientes como para evaluarlo. Ojalá tenga un nivel sobresaliente, tanto por él como por River. Pero mi pollo es Batalla, que es muy buen arquero. Sobresaliente fue Scocco; me hizo acordar de una gran jugada de Vicente De la Mata, allá por el año 38 o 39. Se gambeteó a 7 o a 8. A Scocco le faltó gambetear nada más que al árbitro. ¡Qué golazo, papito!
–Hoy a los arqueros se les exige que jueguen bien con los pies. Un estilo que usted patentó… hace ya más de medio siglo.
–Sí. Fue una cualidad, una habilidad que tuve porque desde chico me gustó jugar de delantero. Ser jugador de campo me ayudó a ser mejor arquero. Siempre aconsejé eso. Siempre es bueno quedarse a patear al arco, jugar un picadito, que el técnico ponga al arquero adelante para que se vaya dando cuenta de la habilidad del compañero… Hay distintos tipos de arqueros, unos son más atajadores. Yo siempre pensaba: ‘cuanto menos me pateen al arco, menos goles me van a hacer’. ¿Y de qué forma lo impido? Saliendo a cortar la jugada, leyendo antes la jugada. Vivir, adivinar o anticiparme a lo que iba a hacer el rival. Intuición. Y otra virtud que tenía era hacer como un abanico y descolgar los centros con una mano. Una vez se lo hice a un equipo, creo que checoslovaco. Salí bien arriba, agarré la pelota y me la apreté con la otra mano en la espalda. Entonces empecé a hacer como que estaba buscando la pelota y ¡el rival también la buscaba! Hasta que se la mostré y le dije: ‘Papi, está acá’.
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