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Amadeo Carrizo y la muerte. Su receta para la longevidad y cómo quería que lo recordaran
Manejó su moto hasta que su familia le dijo basta. E incluso, después de esa prohibición para cuidarlo también lo hizo, a escondidas. Su vitalidad, su hiperactividad y su espíritu joven batallaban a diario contra la edad que marcaba su DNI. A los noventa y pico, Amadeo Carrizo se fastidiaba si se le hinchaban las piernas o si algún achaque característico de la edad lo obligaban a visitar al médico. Vivió un tiempo más, hasta los 93; este viernes se apagó la vida del ex arquero de River y del seleccionado.
"Anduve en moto hasta hace poco. Pero mi familia me paró el carro. La moto es peligrosa, pero es linda. Pero tomé conciencia. He razonado que a esta altura de mi vida tengo que cuidarme. Y también tengo mi auto. Lo que pasa es que debo ir a renovar el registro y me preocupa el examen de la vista porque te ponen esas letras chiquititas. Si en la calle vos no te topás con letras, los que se te cruzan son autos, son camiones. ¡En el examen poneme autos, no letritas!", compartía con LA NACION hace poco más de dos años.
"Yo me siento muy bien. El problema es el alma... El alma... naque", repetía ante algún llamado telefónico para saber cómo estaba, o para realizarle alguna consulta periodística vinculada con el gran presente de su amado River. Luego se reía de su propia ocurrencia.
No habrá ninguno igual. #AmadeoEterno [R] pic.twitter.com/Mc5EwUU1Vz&— River Plate (@RiverPlate) March 20, 2020
No era la única broma que hacía con la muerte, con la que tenía una relación de respeto, que viraba hacia el humor negro. "Tengo 91 años, no puedo pedir más. Ya estoy grande. Igual, ya me elegí el cajón. Es de color verde, como Quinquela Martín, que se pintó su propio cajón de verde", decía.
Su familia, especialmente su hija Lili, hacía lo que podía frente a su ritmo. Sus hijas, nietos y bisnietos sabían que si se ponía a regar las plantas, a ordenar las macetas o a refunfuñar porque el plomero se atrasó eran buenas señales. Eran una manera de demostrar que su salud estaba bien. Si, en cambio, estaba quieto, las alarmas se encendían. Así fue siempre.
"Con el paso de los años la salud se va deteriorando, pero pienso: ´¿Para qué me voy a apurar a irme tan rápido?´ Sé que me queda poco, pero quiero seguir en este mundo un poquito más para poder vivir placeres como este, que me hagan una nota. Por favor, quiero que pongan que me siento muy honrado por esta entrevista de LA NACION. Al leerla, alguien dirá: ´¡Qué lindo recordarlo ya canoso y viejito, para ver qué cuenta, que ha sido de su vida!´ Para los que hemos representado algo deportivamente, el hecho de que nos sigan recordando es un motivo de orgullo", le decía a este diario. Cuatro veces pidió, en aquella charla en su casa de Villa Devoto, que se agregara su agradecimiento genuino por la entrevista.
La memoria estuvo intacta hasta último momento. Si hasta recordaba una formación de River de los años 40: "La tercera de River formaba con Carrizo; Cachioni y Robustelli; Stemberg, Pipo Rossi y Bernasconi; Genari, Curti, Di Stéfano, Coll y Mario Sabbatella. Esa era la tercera... Todos están muertos. Yo creo que de todos los futbolistas que jugaron en mi época, quedará vivo el 10%", resumía con una dosis de realismo y otra de humor negro.
En esa última entrevista con los medios, Amadeo compartió su secreto para llegar lúcido a los 91: "Tomar vino. Tinto. Me tomo un vasito, a veces le pongo un buen chorro de soda. La soda le quita fuerza, pero no me interesa. Un día me invitaron a comer, le puse soda y me retaron. ¿Qué querés, que me rompa el hígado? Y cuando como pescado, tomo un vinito blanco. En cambio, si tenés que salir con una chica, te pedís un buen Campari con naranja y quedás como un duque", aconsejaba.
Se sorprendió esa tarde cuando se le consultó cómo le gustaría que se lo recordara 100 años después. Y analizó: "¿En 2118? Que alguien diga: ´Me contó mi bisabuelo que una vez hubo un arquero muy bueno, que se llamaba Amadeo Carrizo. Atajaba en River, jugó muchísimos años´. Mierda, no creo que lleguen a recordarme dentro de un siglo. Sería grato que por lo menos dentro de mi club, alguien entre los hinchas les cuente a los más jóvenes quién fui yo. Ellos hacen que uno vaya perdurando en el recuerdo. Que sepan que fui un arquero a la medida del estilo River".
Por lo pronto, el ambiente del fútbol nacional salió unánime este viernes a despedirlo, ofreciendo sus recuerdos de él.
Su muerte, en medio de la cuarentena impuesta por la pandemia del coronavirus, obligará a la postergación de un merecido y multitudinario homenaje del fútbol argentino. Porque siempre fue un señor. Porque amó a River pero respetó a Boca y a cada rival que enfrentó. Porque Amadeo Carrizo es de todos. Para siempre.
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