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Amadeo Carrizo, íntimo: "¿Cuál es el secreto para llegar bien a los 91 años? El vino tinto”
La memoria de Amadeo parece infalible. Aunque se remonta más de siete décadas, las respuestas vuelven al instante. “La tercera de River formaba con Carrizo; Cachioni y Robustelli; Stemberg, Pipo Rossi y Bernasconi; Genari, Curti, Di Stéfano, Coll y Mario Sabbatella. Esa era la tercera…, todos están muertos. Yo creo que de todos los futbolistas que jugaron en mi época, quedará vivo el 10%”. No evita el tema, pero elige satirizarlo. “Tengo unos problemitas en las piernas, que están un poco hinchadas. Pero bueno, tengo 91 años, no puedo pedir más. Ya estoy grande. Igual ya me elegí el cajón. Es de color verde, como Quinquela Martín, que se pintó su propio cajón de verde”. Las humoradas ligadas con la muerte atraviesan buena parte de la charla con Amadeo. Se abraza al humor como herramienta para desafiar el inexorable paso del tiempo. “El problema es el alma… ¡El Alma Naque!”, dice. Y se tienta con su propia ocurrencia.
La casa en Villa Devoto tiene varios desniveles, muchos escalones. Ningún problema, Amadeo va y viene con la misma frescura que corretean por ahí Renata y Francesca, sus bisnietas. Inquieto, si no riega las plantas del jardín, se pone a hacer algunos arreglos. “Con el paso de los años la salud se va deteriorando, pero pienso: ‘¿Para qué me voy a apurar a irme tan rápido?’ Sé que me queda poco, pero quiero seguir en este mundo un poquito más para poder vivir placeres como este, que me hagan una nota. Por favor, quiero que pongan que me siento muy honrado por esta entrevista de LA NACION. Al leerla, alguien dirá: ‘¡Qué lindo recordarlo ya canoso y viejito, para ver qué cuenta, que ha sido de su vida…’ Para los que hemos representado algo deportivamente, el hecho de que nos sigan recordando es un motivo de orgullo”.
–¿Qué cree que los jóvenes saben de usted, Amadeo?
–No mucho, las cosas se olvidan. Hace muchísimo que dejé de jugar. Imagino que los que hablan de mí es por los abuelos y los padres que me vieron jugar. Voy siempre a la cancha y me siento feliz cuando mucha gente me demuestra tanto cariño y me rodea para pedirme autógrafos o fotos. Algo habré hecho dentro del mundo del fútbol para que eso se siga repitiendo.
–¿Cuál es el secreto para llegar tan lúcido a los 91 años?
–El secreto para llegar bien a los 91 es tomar vino. Tinto. Me tomo un vasito, a veces le pongo un buen chorro de soda. La soda le quita fuerza, pero no me interesa. Un día me invitaron a comer, le puse soda y me retaron. ¿Qué querés, que me rompa el hígado? Y cuando como pescado, tomo un vinito blanco. En cambio, si tenés que salir con una chica, te pedís un buen Campari con naranja y quedás como un duque.
Lilia sonríe, sigue la charla de cerca. Es su mujer, su compañera de siempre. Hace 66 años que están casados, sí, 66 años. Ella interviene: “¡Cuánta paciencia! Yo he tolerado cosas que no cualquiera. Cuando era joven, las chicas suspiraban por él en la platea de River. Si hasta el día de hoy mis hijas me dicen que no pueden creer las cosas que yo le aguanté. Como cuando desfiló para Ante Garmaz”. Se miran cómplices. Y Amadeo le besa la frente con dulzura.
Amadeo cuenta que atajar sin guantes no le dolía, que al Mundial de Chile 62 eligió no ir porque todavía le dolía el destrato que recibió tras la catástrofe de Suecia 58 y que se alegró de que no prosperase una iniciativa en el Congreso para distinguir el 12 de junio como el ‘Día del arquero’. El 12 de junio es su cumpleaños, una fecha solo familiar. ¿Si pudo jugar en Real Madrid? “Estuve muy cerca porque yo fui al Bernabéu dos veces y las dos veces ganamos 4-2 y 3-2. Atajé muy bien. Di Stéfano me hizo dos goles… le tendría que haber dado un bollo... Jugaban Kopa, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento”.
–¿Cómo le gustaría que lo recuerden dentro de 100 años?
–¿En 2118…? Que alguien diga: ‘Me contó mi bisabuelo que una vez hubo un arquero muy bueno, que se llamaba Amadeo Carrizo. Atajaba en River, jugó muchísimos años’. Mierda, no creo que lleguen a recordarme dentro de un siglo. Sería grato que por lo menos dentro de mi club, alguien entre los hinchas les cuente a los más jóvenes quién fui yo. Ellos hacen que uno vaya perdurando en el recuerdo. Que sepan que fui un arquero a la medida del estilo River.
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