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Abel Balbo, con LA NACION: entre la leyenda de los milagros, el duro mensaje por Italia 90 y EE.UU 94 y el horrible fútbol pospandemia
No son pocos los que creen que Abel Balbo hace milagros. Recorridas sorpresivas por el hospital pediátrico ‘Bambino Gesú’, de Roma. Sanaciones que dejaron sin argumentos a los cuerpos médicos, llamados telefónicos providenciales a enfermos terminales, cartas, mensajes, encuentros con chicos con leucemia y curas sin más explicación. Él evitará cualquier referencia, pero la obra trascendió. Como capitán de sus equipos, llevaba en el brazalete la imagen de la Virgen. Perdió la cuenta de cuántas cintas repartió... Balbo siempre sintió que su fama o popularidad tendrían algún sentido si le permitían transmitir el mensaje de Dios.
Tal vez, el primer milagro fue él. "Tenía 8 años..., no me acuerdo mucho, pero me dieron por muerto. Yo era un nene muy sano, pero un día me levanté y no veía bien, me costaba respirar, hablaba con dificultad, me empecé a hinchar... Me llevaron desesperados a Rosario y ya estaba cianótico, con la piel llena de moretones y 42 grados de fiebre. Estaba en la pieza con mi mamá, le dije que me moría y me desvanecí. Me pasaron a terapia intensiva y al rato llamaron a mi madre para decirle que no había nada que hacer. Mi madre se arrodilló e imploró: ‘No me levantaré de aquí ni dejaré de rezar hasta que cures a mi hijo’. A la hora estaba jugando a la pelota con las enfermeras, en el pasillo. Se me había ido todo, no tenía absolutamente nada". Palabra de Abel Balbo.
Hoy, a los 54 años, conduce hasta tres veces por semana por el Grande Raccordo Anulare que enmarca Roma y llega hasta la gruta de la Virgen de la Revelación, a un costado de la Vía Laurentina. En otra época, solía sentarse a conversar con Bruno Cornacchiola, un ateo militante que vivía blasfemando hasta que se le presentó la Virgen. "Era analfabeto, no sabía leer ni escribir, y sin embargo dejó unas poesías impresionantes", cuenta Abel. Extraña a Bruno, un personaje que se volvió mítico y murió en 2001.
El fervor religioso de Balbo sigue todos los pasos del católico practicante. Reza todos los días el rosario, dos veces por semana hace el ayuno, asiste a misa todos los domingos y se confiesa semanalmente. Es un consagrado lector de la Biblia, especialmente del Eclesiastés, el Libro del predicador. Cuelga de su cuello la medallita que le regaló la Madre Teresa en 1997, cuando la conoció en Roma, cuatro meses antes de que muriera.
-¿Cómo vivís que el Papa sea argentino? ¿Conocés a Francisco?
-Fui dos veces a Piazza San Pietro a ver la misa, pero no, no lo conozco personalmente. Me pone contento que el Papa sea argentino, sí, pero aunque no lo fuera, para mí el Papa es el líder de nuestra iglesia en la Tierra, entonces la nacionalidad no importa. Después, yo tengo un afecto y un amor muy particular por Juan Pablo II y eso los pone en desventaja a todos los demás papas. Tuve experiencias increíbles con Juan Pablo... Desde la primera vez, cuando él visitó Argentina en 1982 y yo corría como un loco detrás de su ‘papamóvil’ en Rosario..., y después tuve el privilegio de disfrutar de una misa en su capilla privada y también hablar varias veces con él. Al Papa siempre lo voy a respetar porque es el representante de Dios, es el líder de nuestra iglesia, pero viste, así como hay hinchas de un equipo y de otro, yo soy más de Juan Pablo II. Lo llevo en mi corazón.
-Circulan leyendas urbanas, especialmente en Roma, acerca de tu poder de sanación…
-... Sí, bueno, pero ha sido gracias a la medicina. Yo siempre les digo a los futbolistas que tienen una gran suerte: con muy poco pueden hacer feliz a la gente. Hay gente que sufre mucho, llena de carencias, de dolor, y cada tanto, no digo siempre, pero cada tanto, si van a un hospital y saludan a un niño, le regalan 5 minutos de felicidad que ese nene no se los olvidará en su vida.
-¿Y por qué no entienden muchas celebridades que cuentan con ese poder?
-No piensan, no se dan cuenta. No es maldad. Mirá, te voy a contar: una vez, yo iba a ir a un hospital con nenitos enfermos. Había llegado Antonio Cassano a Roma, y Cassano era un loco de la guerra, meta joda. Lo llamé por teléfono y le dije tenía que venir al hospital conmigo porque íbamos a visitar a unos nenes. El tipo me pasó a buscar por mi casa y fuimos. Lloró todo el tiempo en el hospital. Se conmovió por la carita de felicidad que les veía a los chicos cuando descubrían que era él. Nunca lo había pensado. No había sido egoísta hasta ese momento, no, simplemente no se había dado cuenta. Y eso les pasó a muchos, a muchos.
-¿Seguís yendo a los hospitales y...?
-... Sí, sí, pero..., esas cosas se hacen con el corazón y en secreto.
La extensa carrera futbolística de Balbo también atravesó por tres mundiales en los ‘90. Fueron siete partidos y un gol entre 1990 y 1998. Pero nunca jugó de Balbo. "Sí, lo he pensado, es verdad. La única vez que pude jugar de Balbo en la selección fue desde los repechajes con Australia hasta el debut en el Mundial del ‘94. En el ‘90 tuve que hacer una tarea defensiva y se consumió en un partido. En el ‘94 jugué de mediocampista, no fui delantero. Tenía que ayudarlo al ‘Cholo’, y el ‘Cholo’ se iba y quería ser 9..., y el ‘98 fue muy particular. Ni me lo imaginaba, me enteré a último momento que iba al Mundial. Me agarró en un período negativo de la Roma: yo me había peleado con el técnico [Zdenek Zeman] y me habían sacado, no me dejaban jugar. Pero yo con Daniel [Passarella] siempre había tenido una relación muy buena, muy abierta, habíamos sigo compañeros en River y después me había dirigido. Él también me ayudó mucho antes de venir a Italia y es una persona a la que estimo mucho".
"Yo me había ido un tiempo de la selección, porque venía para jugar las eliminatorias y era suplente, entonces volvía a Roma y jugaba mal y nos estábamos yendo al descenso, el presidente me quería matar... Llegó un momento que le dije a Daniel: ‘Si no voy a jugar, dejame en Roma que acomode la cosas allá. Si vos me necesitás más adelante, yo vengo’. Y así fue: pensó que me necesita antes del Mundial de Francia y me llamó.
-Fuiste titular en el debut del ’90 contra Camerún y después, no jugaste más.
-Yo enseguida supe que el Mundial se había terminado para mí. Sabía que no iba a jugar más porque lo conocía a Bilardo: si vos debutabas y perdías, olvidate, no jugabas nunca más con Bilardo. Mirá que lo quiero a Carlos... De todas maneras, en la final quizás estuve por entrar, porque Carlos me había mandado a hacer la entrada en calor, pero justo lo echaron a Monzón y listo... Pero parece que estuve en su idea, al menos.
-¿Guardaste la medalla de subcampeón?
-Sí, la tengo en un lugar importante de mi casa, donde tengo todas las copas, los premios. Armé un cuadro especial con las medallas y, lógicamente, está la del Mundial.
-¿Sos de los que creen que a la Argentina no le iban a permitir ganar los mundiales del 90 y del 94?
-Argentina no podía ganar ninguno de esos mundiales, no iban a permitir que los ganásemos. Ninguno de los dos. En el ‘90 ni se imaginaban que íbamos a llegar a esa final, y nos voltearon de la única manera: robándonos con un penal. Creyeron que la final la íbamos a perder jugando, pero ni así pudieron, entonces nos robaron con un penal. De lo contrario, hubiésemos ido a los penales y ahí hubiéramos tenido muchas posibilidades de ganar. Y en el ‘94 también, nos recontra voltearon. Éramos, lejos, la mejor selección. Era el último Mundial de Havelange como presidente de la FIFA y Brasil no había ganado la Copa bajo su mandato, era ahí o nunca. Argentina ya venía de dos finales seguidas. ¿Le iban a permitir una tercera, y con Diego? No. Diego la tenía en contra de ellos y ellos en contra de Diego. ¿Te imaginás a la Argentina campeón y Diego yendo a recibir la copa de manos de Havelange? No, eso estuvo todo programado. Después, además, tuvimos la mala suerte de que se lesionó Cani, pero el grupo ya no era el mismo, ya nos habíamos caído… Aun así, en el parido con Rumania nos erramos muchísimos goles, podríamos haberlo ganado… Pero el equipo campeón había sido el de las dos primeras fechas, con Grecia y Nigeria.
-¿Cómo evaluás las carreras de Lautaro Martínez y de Dybala en Italia?
-Lautaro creció muchísimo desde que llegó a Inter. Es un jugador al que le faltaba un retoque final para su formación y ya completó ese expediente. Es de primer nivel, es jugador de equipo grande, Inter o Barcelona si se va, no lo sé. Y es también el futuro de la selección. Y Dybala es un jugador talentoso, al que le queda muy poco por mejorar, quizás esto de asociarse mejor con el otro fenómeno que tiene en Juventus, pero cuando los jugadores saben jugar, se asocian, siempre. Ese no es un defecto ni un problema, sólo habría que estudiar por qué puede estar sucediendo eso.
-¿Messi es...?
-¿Messi? ¿Qué querés que te diga? Es un fenómeno, es el mejor del mundo. Mucha gente todavía lo mira de reojo porque nunca jugó en la Argentina. Para el que hace toda su carrera en el exterior es normal que tarde en atrapar a la gente de su país. Lógicamente ya tiene su edad y de a poquito irá decayendo, pero los fenómenos no lo son sólo por su técnica, acá estamos en presencia de una persona inteligente, muy fuerte físicamente. Como Diego. Diego era un roble físicamente, te mataba cuando chocabas. A Messi se le va a ir complicando porque la cabeza va a querer seguir yendo a una velocidad y el cuerpo no la podrá acompañar. Pero es muy inteligente.
-¿Francesco Totti fue tu mejor socio?
-Fueron varios. Fue Francesco, fue Fonseca, fue Marco Branca, un muchacho de Udine..., con Bati las veces que jugamos, también nos entendimos. Cuando alrededor tenés gente que sabe jugar, se te hace mucho más fácil.
-¿Tiene un punto de dificultad jugar con un crack, porque el crack deja en evidencia a los terrenales?
-Yo todo eso lo veo como una ventaja. Yo sabía que Diego podía hacer cualquier cosa, entonces estaba preparado para eso. Sucedía que hacía piques al espacio libre, y los defensores rivales me miraban como diciendo ‘¿adónde va este tarado que la pelota ahí no va a llegar…?’ Y la pelota llegaba. Puede ser complicado hasta que aprendés, después siempre es una ventaja porque tenés a uno que hace cosas que los demás ni se imaginan.
Convirtió casi 200 goles en Europa. Ganó el scudetto, la Copa Italia, la Copa UEFA y la Supercopa Italiana. En Udine lo adoran, en Roma también. Le costó ganarse un lugar como exfutbolista, aunque nunca dudó de los esfuerzos y dirigió a clubes como Treviso y Arezzo, en la Serie B y hasta en la D. "Yo nunca dejé de trabajar en el fútbol, desde el 2007, cuando me recibí de técnico acá en Italia. Dirigí en el ascenso, fui director áreas deportivas... Sí, en los últimos cinco o seis años me dediqué a mi familia porque tenía a dos de mis hijos estudiando en los Estados Unidos y otro en España, entonces se nos hacía muy complicado si yo me iba a trabajar y dejaba a mi mujer sola. Entonces, me dediqué a mi familia, pero igual seguí ligado, enseñando en distintas academias, en Estados Unidos, Canadá y Australia, preparando a los chicos y a los entrenadores de los chicos.
-De Treviso te marchaste abruptamente...
-Ahí había cosas extrañas y gracias a Dios me fui rápido. Al tiempo se descubrió… se supo que el club estuvo involucrado en el arreglo de partidos. Yo intuí algo raro enseguida: los defensores corrían para adelante en lugar de marcar, algo no cerraba. Yo jugué al fútbol y el defensor tiene que marcar, jajaja..., algo no estaba funcionando bien. Te das cuenta cuando es un error del juego, y cuando es algo más que un error, es muy fácil la lectura. Me bastaron dos partidos, renuncié, me fui. No dije nada porque no tenía las pruebas. Lo podía ver, pero no probar. Al año se descubrió que ese equipo estaba involucrado en varios partidos arreglados.
-¿Cuáles son hoy tus proyectos?
-Ahora que tengo a los chicos grandes, ahora que tengo el tiempo y la libertad, mi intención es dirigir. Y voy a tratar de empezar a hacerlo.
-¿En la Argentina también?
-Sí, sí, contemplo todo. Me gustaría trabajar en la Argentina, sí. Cualquier lugar lógico, porque a Irak no iría, que se yo. Argentina sí, ¿por qué no? ¿Qué todo es más complicado, más difícil? Sí, pero trabajaría en mi país. Sería un lindo desafío. Para ser técnico tenés que estar loco de la cabeza: te putean todos, a los tres partidos te echan si te va mal...
-¿Qué buscan los equipos de Balbo?
-Jugar bien. Tuve la suerte de hacer el curso de técnico en Italia, y durante el 90% del tiempo, durante tres años, hablamos de la fase defensiva, que era lo que a mí me interesaba aprender mejor. Porque la fase ofensiva la sabía por ser delantero. Y en todo lo que es táctica y defensa, tengo que decir que los italianos son geniales. Aprendí muchísimo, tuve los mejores maestros. Yo digo: defiendo como Italia y ataco como la Argentina.
-Pero Italia algo ha cambiado. Allegri, Sarri, el Atalanta de Gasperini, el Sassuolo de Roberto De Zerbi...
-Sí, está cambiando porque los técnicos jóvenes están trayendo otra mentalidad al fútbol italiano, pero te puedo asegurar que hasta el más atrevido, el Sarri o el que vos me digas, por lo menos le dedica cinco horas en la semana a la fase defensiva. Contá con eso.
-¿Hay un fútbol pospandemia en Europa?
-Te voy a contar algo... Desde que se reanudó el campeonato italiano, no pude terminar de ver ni un partido. Es una tristeza ver los partidos así, me levanto y dejo de verlos. Parecen partidos amistosos, partidos de verano, parecen todos cansados por una pretemporada y juegan a dos por hora. Juegan cada tres días y es imposible brindar un juego atractivo e intenso jugando cada tres días. Es una tristeza…, esperemos que se vuelva a lo anterior porque esto es horrible. Y sin gente. El folklore es clave, el hincha es un protagonista importantísimo de este espectáculo.
-¿Al punto que esa ausencia impacta en el juego?
-Claro que sí. Porque la intensidad te la da el hincha, el ambiente. El furor, la garra, la determinación, el enojo, las puteadas... Todo eso te lo impone el ambiente. Yo he jugado algunos partidos sin gente..., y no sentís nada, es como un entrenamiento. Tu cuerpo y tu cabeza lo interpretan así. Con gente tenés presión, obligaciones, temor a equivocarte... Si no hay nadie se van esos miedos, juegan todos mucho más livianito y por eso se ven estos partidos light… Si hasta parece que les faltaran ganas de jugar.
"Creo que en la Argentina no hay nadie que no se haga mala sangre"
Hace 25 años que Balbo vive en la misma casa, en las afueras de Roma, cerca de la salida número 1 de esa Vía Aurelia que en cinco minutos lo deja en el Vaticano. Están todos reunidos en casa por estos días, a la espera de que la evolución de la pandemia mundial por coronavirus les permita retomar sus vidas anteriores. Y todos son todos, porque Abel y su señora Lucila han vuelto a cobijar bajo el mismo techo a sus tres hijos: Nicolás, que en algunos días cumplirá 28 años y es industrial designer en una compañía en Suecia; Federico, de 22, piloto de la empresa aérea inglesa EasyJet, y Chiara, la más chica, de 17, que es patinadora sobre hielo y vive en Detroit. Nicolás nació en Udine y sus hermanos en Roma, pero el corazón de la familia Balbo es bien argentino. Por cierto, Abel regresó a Italia el 8 de marzo, en uno de los últimos vuelos antes del cierre del aeropuerto de Ezeiza.
Había estado con su familia y sus amigos en Empalme Villa Constitución, su ciudad a 50 kilómetros de Rosario. Y en Pavón, otra localidad muy cercana. Viene siempre. Está pendiente de lo que ocurre. Y sufre. Ahora y desde hace años, en realidad. Tiene negocios, emprendimientos, campos, y como su amigo Gabriel Batistuta, carga con los sinsabores de un país que no nunca le asegura las reglas. "En Italia no tenés ni una noticia de la Argentina, pero yo vivo en contacto y sigo lo que pasa con gran preocupación. E indignación, por lo que paso, lo que pasa y lo que se viene. Creo que en la Argentina no hay nadie que no se haga mala sangre. Los argentinos viven con amargura y tristeza por lo que ha pasado, por la impunidad, por lo que vimos y veremos. No tengo ideas políticas, no soy ni de uno ni de otro, pero al final, en los últimos 30 años han sido todos iguales. Estamos siempre en el mismo lugar, y eso definen nuestro retraso en realidad", retrata.
Balbo intentó terminar su carrera profesional en la Argentina. En 2002 se vino solo a Boca, su familia permaneció en Roma. el dedo índice izquierdo quebrado y la eliminación ante Olimpia en la Copa Libertadores 2002. Hubo algo más trascendente que nunca registran las estadísticas. "Quería terminar mi carrera en un club en el que siempre había querido jugar. Jugué en Newell’s, del que soy hincha, y había jugado en River, en Europa y en la selección, entonces para hacerlo completo me faltaba jugar en Boca. Me llamó Mauricio [Macri] y fui con la idea de jugar un par de años. Estaba bien yo físicamente, y en ese Boca había muchos fenómenos, con mi experiencia podría haber convertido muchos goles, pero bueno, apenas llegué y sufrí una desgracia familiar muy fuerte: por una enfermedad lo perdí a mi viejo y eso me impactó muchísimo. Automáticamente decidí dejar el fútbol. Fue un golpe inmenso, no estaba en condiciones de seguir jugando. Y ahí terminaron mis planes con Boca".
En tantos años de trayectoria, a Balbo lo dirigieron Bilardo, Menotti, Capello, Bianchi, Tabárez... "Aprendí mucho con todos, lógicamente, más con unos que con otros. Una cosa es que te agarren Yudica, Bilardo o Menotti, a los 21, 22 o 23 años, y otra es que te agarré Capello a los 32, 33, cuando ya está hecho el jugador. Por más que sea un fenómeno el técnico, tiene poco que enseñarte. Si el jugador es humilde, de todos algo aprendés. Hasta del técnico que no tiene una gran preparación, siempre algún secreto te deja. Teniendo en cuenta que yo después de Argentina vine a Europa, para mi Bilardo fue importantísimo en mi formación, fue un genio. El me empezó a poner ciertos conceptos en la cabeza, ciertas maneras de entrenar, él me entregó las primeras nociones de ese profesionalismo que me iba a encontrar en Europa. Y así y todo, a mí me costó casi un año adaptarme, y menos mal que ya tenía las enseñanzas de Bilardo. Carlos me ayudó muchísimo".
-¿Algo los iguala a Bilardo y a Menotti?
-Sí, la pasión, eso los une. Pero no solo a Menotti y a Bilardo, a todos. Porque para ser técnico tenés que tener pasión. Es mucho más difícil y sacrificado ser técnico que ser jugador. Y, además, ya tenés otra edad. La pasión los une, ¿y sabés qué más? Las ganas de mejorar al jugador. El deseo de enseñar.
Arriba del colectivo con los palos de escoba que les pedía Bielsa
Balbo lo conoce a Marcelo Bielsa desde el barro, literalmente. "Fue mi primer técnico y su figura fue muy importante. Lo tuve tres años: en la cuarta común de Newell´s, en la cuarta especial y finalmente en la tercera. En esos años, 84, 85, 86 ya nos hacía trabajar con un estilo europeo, él estaba enloquecido con Holanda y clavaba palitos por todos lados. Con ‘Boquita’ Sensini íbamos en el mismo colectivo a las prácticas, el Tirsa, que pasaba primero por Empalme y más adelante, él se subía en Lagos. Íbamos arriba del colectivo con los palitos de escoba que nos pedía Marcelo, para después poder usarlos como estacas o conitos. Si llovía torrencialmente, no se entrenaba ninguna división..., salvo nosotros, porque con Marcelo se entrenaba igual", recuerda Balbo, hoy con mucha simpatía.
Hay gratitud en sus palabras. "Todas las demás divisiones jugaban al fulbito, y nosotros corríamos como locos, hacíamos tácticas... En ese momento nos daba un poquito de bronca, queríamos ir a jugar el picado como todos los demás, pero fue muy importante para la formación de los que vinimos a Europa. El empezó a dirigir con nosotros, y ya se veía que tenía algo distinto. Sólo con su pasión y su locura por el fútbol era diferente a todos los demás".
Balbo debutó en la primera de Newell´s en agosto de 1987, de la mano del ‘Piojo’ Yudica. En 28 partidos marcaría diez goles rumbo al título leproso. Con apenas 21 años heredó en River la camiseta número 7 de Antonio Alzamendi, y en 1988 desembarcó en Núñez por expreso pedido de César Luis Menotti. Una temporada más tarde, en 1989 para ratificar su impactante despegue futbolístico, ya pertenecía al calcio. Entró en Italia por Udinese. Pero nada sería sencillo, enseguida descendió.
Y descubrió que tendría que seguir mejorando... "Me costó por lo menos un año adaptarme. ¿Qué? Cuestiones tácticas, como desarrollar la habilidad de jugar casi solo y contra los mejores defensores. En los 90, en Italia estaban los mejores..., Maldini, Baresi, Ferrara, Cannavaro, Pietro Vierchowod..., era muy difícil sacarse a esos tipos y encontrar los espacios suficientes para poder jugar. A mí me faltaba aprender a jugar sobre los espacios, yo sabía jugar con la pelota al pie. Y en Europa, sobre todo el delantero, tenía y tiene que saber atacar los espacios. Eso me costó. Te marcaban de una manera terrible, y quizás tenías apenas una ocasión de gol en 90 minutos, sobre todo al principio, jugando para Udinese, y tenía que hacer el gol. No podías desaprovechar esa ocasión porque no ibas a tener otra. Tu efectividad tenía que ser al 100% para completar un buen campeonato. Y a jugar con esa presión también te tenés que acostumbrar.
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