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A medias: un Tevez titilante marca el compás de un Boca que se enciende y se apaga
El N° 10 suma, pero también puede restar; es capaz de hacer el gol que abra el partido como irse expulsado por insultar al juez, como sucedió ayer en la goleada ante Belgrano 3-0, en la Bombonera; se ilumina, pero también cae en la confusión
Hace ya tiempo que el universo de Boca gira en torno a Carlos Tevez. Como una auténtica estrella, la atracción del último gran ídolo de la Ribera moviliza a su alrededor a compañeros, técnicos, dirigentes e hinchas. Incluso desde antes de su llegada, cada palabra, cada gesto, cada silencio del 10 repercute de uno u otro modo en todas las células del club.
En esa línea de protagonismo excluyente, la victoria plácida sobre el inoperante Belgrano, mucho más que un nuevo capítulo, fue una metáfora perfecta de todo lo que el ahora capitán le aporta al Boca de estos tiempos. Y también de todo lo que puede llegar a complicarlo.
Tevez pisa la Bombonera y desde las tribunas ya baja el grito que es "de su mano" que "todos juntos la vuelta" van a dar. Pero cuando la pelota empieza a rodar ya no queda tan claro que ni el técnico ni el equipo ni el propio Carlitos le encuentren la vuelta al juego para que nazca y crezca limpio de la mano de su líder.
Entonces comienza una extraña operación de suma y resta que ya lleva varios meses de desarrollo. Suma Tevez cuando baja unos metros para recibir de frente y por detrás de sus delanteros. Suma cuando se junta a quien tenga buen pie y buena cabeza para entender sus movimientos, como Gago en los primeros encuentros de la etapa de los Mellizos o Pablo Pérez ayer. Suma cuando es un eslabón de lujo en la cadena de elaboración y utiliza su sapiencia para filtrar pases punzantes entre los defensores rivales.
Pero todo el valor añadido se diluye por falta de continuidad y raptos de confusión. Son los minutos en los que Tevez se fastidia, gesticula, se queja ante sus compañeros. Y resta. Igual que cuando se aisla sobre una punta y queda afuera de las jugadas, sin influenciar en el circuito de toque, sin erigirse en el líder exigido.
Lo suyo entonces pasan a ser ráfagas que alumbran el camino cuando su equipo carece de fluidez, el rival le tapa los espacios (lo hizo Belgrano durante la primera media hora de partido) y el arco de enfrente aparece difuso en el horizonte.
Siendo generosos, podría decirse que como buena estrella Tevez titila. A veces incluso con una fuerza inusitada. Como ayer, que en tres minutos pasó de ser asteroide incandescente a agujero negro.
A los 32 minutos recorrió 20 metros por el centro con la pelota pegada al pie sin que ningún adversario se acercara a molestarlo, levantó la cabeza y acomodó la pelota junto al palo izquierdo de Olave con la clase que se le reconoce, pero 180 segundos más tarde se ganó una amarilla por una plancha totalmente innecesaria a Lema. Y en una acción de absoluta irresponsabilidad, inaceptable para quien es el máximo referente de su gente, le reprochó la tarjeta a Delfino con un insulto violento, brutal, ampliamente merecedor de la roja que lo mandó al vestuario.
Entonces se agregaron un par de interrogantes a los que ya sobrevuelan en torno a Tevez. 1) ¿Le basta a Boca que su as de espadas funcione con intervalos? 2) Desde el punto de vista táctico, ¿la ausencia de Tevez es complicación o alivio para la búsqueda de funcionamiento colectivo que persiguen los Barros Schelotto?
La primera pregunta tiene respuesta fácil. Y es negativa. Alcanza contra rivales tan insípidos como el desteñido Pirata cordobés, pero no para afrontar desafíos de mayor enjundia. Boca necesita otro Tevez, de participación continua, presencia constante y ubicación inteligente dentro de la cancha. Precisa de un liderazgo positivo que va mucho más allá de gritar un gol con rabia y besarse el escudo. Y por ahora, ese liderazgo no existe.
Para resolver la segunda cuestión habrá que aguardar lo que ocurra cuando la sanción al 10 obligue a Guillermo a buscar variantes, aunque exista en el aire la sospecha de que será más sencillo acomodar piezas con el capitán mirando desde afuera.
Ya lo fue ayer en el segundo tiempo, cuando Boca plantó un doble cinco con Cubas-Pérez, retrasó a Pavón y Centurión como volantes externos, colaboradores en la recuperación y veloces para despegar en la contra, y quedó con un 4-4-1 que además de no pasar ningún sobresalto pese a tener un hombre menos contó con argumentos de sobra para liquidar el encuentro.
Como estrella, como faro, Tevez enseñó ayer con más claridad que nunca sus dos caras. Se encendió y se apagó con estruendo. Fue solución y problema casi al mismo tiempo. Carta de triunfo y estandarte de la confusión. Al universo de Boca es muy probable que le haga falta un astro más estable si pretende brillar todas las semanas.
La única vez que habían ganado los 5 grandes en la misma fecha y sin recibir goles fue en 1966
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