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A lo Fontanarrosa: un club que se llama “Sheriff”, es de un país que no existe y está por jugar la Champions
De cuento o de película: la increíble historia de este club europeo que concentra las miradas, a un paso de acceder a la máxima competencia continental
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En Área 18, uno de sus primeros libros, Roberto Fontanarrosa imaginó un país ficticio, Congodia, cuya vidas y subsistencia dependían pura y exclusivamente de los logros que consiguiera su selección nacional de fútbol. Desde la independencia hasta los acuerdos comerciales, pasando por los tratados internacionales y los conflictos fronterizos, todo se dirimía en 90 minutos. Los partidos, siempre, debían ser jugados en el estadio de Congodia, pero los visitantes contaban con el beneficio del empate para determinar quién imponía las condiciones del asunto en cuestión. Así funcionó, hasta que en un momento los enemigos de aquel curioso estado decidieron armar una suerte de Resto del Mundo –en la práctica, un equipo de mercenarios– para afrontar un encuentro en el que la propia existencia de Congodia se puso en juego.
Transnistria no es Congodia, ni su equipo más representativo, Sheriff Tiraspol, es un conjunto de mercenarios, pero los parecidos resultan increíblemente llamativos. Su historia ha tomado repentina actualidad, porque luego del 3-0 a Dinamo Zagreb, de Croacia, en la ida de la última etapa eliminatoria previa a la de grupos, Sheriff está muy cerca de alcanzar la rueda de grupos de la Champions League, lo que sería un hito que se veía muy lejano hace unos años.
El 3-0 a Dinamo, de Zagreb
El primer resultado de una búsqueda en internet acerca de Sheriff Tiraspol llama a confusión, porque indica que se trata de un club de Moldavia, pequeño país apretado entre Rumania y Ucrania que se independizó tras el desmembramiento de la Unión Soviética (URSS). El dato es correcto. El club, fundado en 1997 por un par de ex agentes de la KGB, participa en la liga moldava, que ha ganado 19 veces en los últimos 21 años, pero ni sus dirigentes ni sus hinchas se consideran moldavos.
En este punto es necesario recurrir a la historia. Moldavia pertenece a una región, Besarabia, situada en el este de Europa y en las cercanías del Mar Negro. Por etnia y por lengua, sus habitantes son mayoritariamente rumanos, pero a lo largo del tiempo el poder fue cambiando de manos entre esa etnia latina y los rusos. Los zares y sus sucesores controlaron la zona hasta después de la Primera Guerra Mundial y Rumania la recuperó tras un brevísimo período de independencia, hasta que los tratados firmados entre alemanes y rusos antes de la Segunda Guerra devolvieron el territorio al gobierno soviético, comandado entonces por Iósif Stalin. En esos casos de anexión de repúblicas, el jefe del Kremlin adoptaba siempre una misma política: enviar poblaciones enteras con el fin de “rusificar” esas áreas y, desde luego, tener aliados fieles para combatir posibles problemas raciales o religiosos. Moldavia no fue una excepción.
Los rusos recién llegados se asentaron en la margen oriental del río Dniéster, que atraviesa la región de norte a sur. Como era de esperar, ellos fueron los destinatarios de los mayores apoyos económicos brindados por Moscú. En esa zona, con capital en la ciudad de Tiraspol, tuvieron bases el Ejército Rojo y la agencia secreta en tiempos del comunismo; ahí también florecieron las escasas industrias moldavas. La desaparición de la URSS provocó el cisma. Mientras la mayor parte del flamante país miraba hacia Rumania, la franja de tierra entre el Dniéster y Ucrania se aferraba a la relación con Rusia. Hubo una guerra civil en 1991 y como producto de ella surgió Transnistria, una nación que tiene bandera y moneda propias y autonomía, pero a la que Naciones Unidas considera parte de Moldavia y ningún país del mundo reconoce (lo hacen sólo otras regiones que pretenden independencia, como Osetia del Sur, Abjasia y Nagorno-Karabaj).
En ese contexto se inserta Sheriff Tiraspol, un club cuyo distintivo es una estrella de cinco puntas, como las del Lejano Oeste estadounidense, que fue creciendo a medida que iba haciéndolo el grupo empresarial que le da nombre. En principio dedicado a la seguridad, se ha diversificado lo suficiente como para poseer actualmente medios de comunicación, supermercados y constructoras y moverse en el mundo del petróleo, aunque muchos sospechan que sus mayores ingresos provienen de lavado de dinero por venta de armas.
El fútbol, como en tantos otros casos, es la cara “exportable” de todo el conjunto. Con sede en un moderno estadio con capacidad para 12.000 personas, rodeado por un modélico complejo de entrenamiento que incluye un hotel de cinco estrellas, el equipo aurinegro fue nutriéndose de jugadores extranjeros –en lo posible, de alguna nacionalidad europea– para ir haciendo progresos lentos pero firmes en el concierto continental. Desde 2009 alcanzó cuatro veces la rueda de grupos de la Europa League –nunca consiguió superarla–, pero su gran meta siempre ha sido jugar la Champions, y está a punto de cruzarla. Para hacerlo ha conformado un plantel que es una auténtica Torre de Babel.
Dieciséis nacionalidades conviven en el vestuario del conjunto de Transnistria/Moldavia. Hay tres colombianos (el capitán es Frank Castañeda, con origen en el club Orsomarso, de Palmira, y pasado en Eslovaquia), tres brasileños (Luvannor, uno de ellos, está nacionalizado y juega en la selección moldava) y un peruano, además de serbios, rusos, eslovenos, griegos y representantes de Ghana, Mali, Malaui, Costa de Marfil, Trinidad y Tobago, Bosnia y Herzegovina, Luxemburgo, Ucrania (como el entrenador, Yuri Vernydub), más un puñado de juveniles locales que apenas si tienen participación en el equipo.
Con esas herramientas, Sheriff Tiraspol se apresta a hacer historia el próximo miércoles. En las etapas anteriores de esta Liga de Campeones eliminó a Teuta Durrës, de Albania; a Alashkert, de Armenia, y al otrora poderoso Estrella Roja, de Serbia. Le queda la revancha en Zagreb y lleva un 3-0 en favor. Si el destino no se tuerce y el sorteo acompaña, tal vez dentro de poco tiempo Real Madrid, Bayern o el multimillonario PSG de Lionel Messi, Neymar y compañía tenga que viajar a un país que no encontrará en el mapa. Porque, como la Congodia del Negro Fontanarrosa, en realidad no existe. Sólo que en ese caso, será el local aquel estrafalario Resto del Mundo que intentará la hazaña de una victoria impensable.
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